Es importante controlar nuestras reacciones con el cónyuge y los hijos |
La relación de pareja y el interactuar diario con los
hijos están expuestos a múltiples enemigos: las diferencias de criterio que no
se manejan adecuadamente, la rutina, las heridas emocionales sin sanar,
diferencias culturales, religiosas o en la forma de concebir la vida, el mal
manejo que damos a nuestras emociones, y una sucesión de factores que en cada
hogar pueden ser diferentes pero convergen en un común denominador: Cuando se
va perdiendo el amor y los choques parecen ser irreconciliables, se piensa en
la separación.
A esto se suma el que nuestras emociones llegan a
estar fuera de control y herimos a quienes amamos. Generalmente cuando tomamos
conciencia del daño que hicimos con nuestras palabras, pareciera ser muy tarde.
Las palabras dichas de manera equivocada y en un momento inoportuno, pueden
llegar a ser demoledoras, destructivas.
Si hay
problemas, identifíquelos
Hasta tanto no hagamos una adecuada evaluación de
cómo estamos hoy, y qué nos trajo hasta aquí con problemas en la relación de
pareja, no podremos avanzar en su superación satisfactoria. Es un proceso que
toma tiempo, y además, honestidad de nuestra parte para reconocer cuando hemos
fallado. Hacer lo contrario, es decir, asumir una actitud radical, constituye
la vida demostración de que la principal motivación que nos asiste es el
orgullo.
Enojarnos pretendiendo que presionar a nuestro
cónyuge o a los hijos logrará algo, es un segundo error. El apóstol Pablo
advirtió sobre el particular: “Además, «no pequen al
dejar que el enojo los controle». No permitan que el sol se ponga mientras
siguen enojados, porque el enojo
da lugar al diablo.”(Efesios 4:26, 27. NTV) Las emociones negativas como la ira o el enojo
descontrolado, no deben controlarnos; somos ustedes y yo quienes debemos
controlarlas. Es una maravillosa capacidad que Dios nos concedió.
Cuando Dios vio la soledad del hombre, creó a la
mujer. La constituyó en una bendición para su vida: “…Después, el Señor Dios dijo:
«No es bueno que el hombre esté solo. Haré una ayuda ideal para él». Entonces el Señor Dios formó
de la tierra todos los animales salvajes y todas las aves del cielo. Los puso
frente al hombre para ver cómo los
llamaría, y el hombre escogió un nombre para cada uno de ellos.”(Génesis
2:18, 19. NTV). Si ese fue
el propósito originar de Dios, no tenemos porqué cambiarlo ni apreciar como una
pesada cruz la relación de pareja. Va en contravía de lo dispuesto por nuestro
amado Hacedor.
Hacer un alto en el camino demanda identificar
los problemas, no eludirlos o hacer como que no existen. En tanto no asumamos
el control de la situación, los conflictos serán mayores y el distanciamiento
entre la pareja será cada vez más grande. Es más, usted y yo podemos
enriquecernos a partir de las discusiones con el cónyuge porque, en medio de la
molestia que le asiste, podemos determinar qué le molesta o le afecta. No lo
mire como una pérdida, sino como una ganancia porque aprenderá en qué debe
trabajar para corregir errores. Recuerde que no toda la culpa en un problema es
de su pareja.
Controle
sus emociones
Los problemas en la relación de pareja
surgen cuando no controlamos las emociones. Permitimos que nos gobiernen la
ira, las reacciones descontroladas o el no medir nuestras palabras. Pero
podemos y debemos controlar nuestras emociones, es algo que aprendemos en la Biblia
que es el amoroso mensaje de Dios para nosotros.
Los afamados autores y conferencistas,
Michael Katt y Alex Kendrich, escriben que: “El
amor da resultado. Es el motivador más poderoso de la vida y tiene una
profundidad y un significado mucho mayor de lo que comprende la mayoría de las
personas… El amor te inspirará a transformarte en una persona paciente. Cuando
decides ser paciente, respondes en forma positiva frente a una situación
negativa… A nadie le gusta estar cerca de una persona impaciente. Hace que
reacciones exageradamente con enojo, insensatez y de manera lamentable. El
enojo frente a una situación de injusticia, irónicamente, genera nuevos
agravios. El enojo nunca mejoras las cosas.”(“El Desafío del amor”(Michael Katt
y Alex Kendrich. “El Desafío del amor”.
LifeWay Editores. 2013. EE.UU. Pg. 6)
Cuando vamos a las Escrituras descubrimos
que todos, usted y nosotros, podemos tener control sobre nuestras emociones y
no permitir que ellas nos controlen, lo que generalmente desemboca en ofensas a
la pareja. El rey David escribió: “El lento para la ira tiene gran prudencia, pero el que es
irascible ensalza la necedad.”(Proverbios 14:29). Un poco más adelante leemos
también que: “El hombre
irascible suscita riñas, pero el lento para la ira apacigua contiendas”(Proverbios
15:18).
Es importante que reconozcamos la
importancia de controlar nuestras emociones a partir de desarrollar perseverancia y bondad. Perseverancia para no desanimarnos ni exaltarnos ante lo
que consideramos es una provocación, y bondad para que aniden en nuestro
corazón. Si hay buenos sentimientos y control sobre nuestras emociones, sin
duda la relación de pareja tomará otro rumbo; la convivencia será mucho más
fácil.
Recuerde que todos los seres humanos
nacemos con sed de ser amados y de amar. Como diría un especialista en
relaciones matrimoniales: “El amor cambia
nuestra motivación para vivir. Con amor, las relaciones cobran significado.
Ningún matrimonio puede tener éxito sin amor.”
Si hacemos un alto en el camino, tenemos
certeza de que amamos a nuestra pareja y a nuestros hijos, sin duda pondremos
de nuestra parte para experimentar cambios, crecer y tener controladas nuestras
reacciones a partir del desarrollo emociones equilibradas en nuestro ser. No es
otra cosa que poner límites positivos, a nuestros sentimientos para evitar que
deriven en emociones malsanas.
Tome
control de sus emociones
Cuando reconocemos que no controlar
nuestras emociones trae problemas y deteriora la relación de pareja, es
necesario tomar dos decisiones que marcarán una transformación en su
existencia: La primera, someter a Dios todo su ser para que Él le conceda el
poder necesario para aplicar modificaciones en su forma de pensar y de actuar;
y la segunda, dar pasos –puede que lentos pero seguros—hacia el proceso de
transformación y control de sus emociones.
En esa dirección, reconozca que Dios le da
la fortaleza para cambiar, como anota el apóstol Pedro: “Así que
humíllense ante el gran poder de Dios y, a su debido tiempo, él los levantará
con honor. Pongan todas sus
preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de
ustedes.”(1 Pedro 5:6, 7. NTV)
Dios conoce nuestra debilidad. Sabe en qué
momentos no controlamos nuestras reacciones, pero más allá: conoce el daño que
le hemos causado a nuestra pareja y nuestros hijos. Él que mira nuestro
corazón, sabe del anhelo que nos asiste por cambiar, y una noticia maravillosa:
Está dispuesto a ayudarnos.
De un primer paso: dialogue y no discuta.
Es esencial que dimensione en su verdadera proporción lo que significa hablar,
pero de la mano con esa disposición, la de saber escuchar. La sicóloga Amelia
Rodríguez recomienda: “Recuerde que lo importante es saber
dialogar, es decir tener la capacidad de escuchar atentamente y de expresar
claramente lo que se siente, sin esperar a que la otra persona adivine sus
deseos.”(Amelia Rodríguez. “Enamore a su pareja”. Diario ADN. 06/06/2014. Pg.
22)
No se apresure a sacar conclusiones cuando
su cónyuge o sus hijos le dicen algo. Présteles atención antes de reaccionar.
Podemos asegurarle que se evitará muchos dolores de cabeza.
La paciencia,
que es un límite que ponemos a nuestras emociones descontroladas, nos permite
conservar la calma y asumir actitudes de tolerancia cuando está a punto de
estallar un conflicto con nuestra pareja o nuestros hijos. El apóstol Santiago
escribió: “Que cada uno
sea pronto para oír, tardo para hablar y tardo para la ira.”(Santiago 1:19)
Llegamos al nivel de comprensión con
nuestro cónyuge e hijos cuando reconocemos que nosotros también fallamos, que
también nos exaltamos y que, en muchos casos, dejamos que nuestra visión la
empañen las situaciones conflictivas del momento y no medimos las
consecuencias. Eso es fundamental.
Tenga presente que si no desarrollamos
tolerancia, la familia llegará a temernos
antes que confiar en nuestro equilibrio.
Si se rompe la confianza en que sabremos manejar las situaciones, incluso las
conflictivas, se producirá un distanciamiento. Guardarán reserva por temor a
nuestras reacciones airadas o quizá violentas.
Si medimos el alcance de lo que decimos y
hacemos, como consecuencia de poner freno a nuestras emociones negativas—que son
auto destructivas y causan heridas a otros--, puedo asegurarle que todo
comenzará a cambiar. En el caso de que nos ofendan, no podemos responder ni
pagar con la misma moneda, como enseña el apóstol Pablo: “Mirad que ninguno devuelva a otro mal por mal,
sino procurad siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos.”(1
Tesalonicenses 5:15)
El día para comenzar a cambiar, a partir de
evaluar nuestras fallas y disponer el corazón para cambiar, es hoy. No mañana
ni pasado, sino hoy. Puedo asegurarle que con ayuda de Dios, podemos controlar
nuestras emociones y mejorar las relaciones al interior de la familia.
Si aún no ha recibido a Jesús como Señor y
Salvador, hoy es el día para que lo haga. Ábrale las puertas de su corazón a
Jesucristo. Le aseguro que no se arrepentirá.
Léanos en www.mensajerodelapalabra.com y www.guerraespiritual.org
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