Dios nos ayuda a construir relaciones en familia |
Fernando Alexis Jiménez
Si usted está vivamente interesado en fortalecer
su relación de pareja y, de paso, ejercer una influencia transformadora sobre
sus hijos, es importante que se formule dos preguntas que marcarán impacto en
su vida: ¿Qué estoy invirtiendo en mi familia?, y la segunda: ¿Qué estoy dispuesto a sacrificar
por mi familia?
Generalmente las personas
esperan lo mejor de la vida—como si el mundo entero tuviera una deuda con ellas—y
eso aplica al entorno familiar. Esperamos vivir sin conflictos, manteniendo
unas buenas relaciones con el cónyuge y los hijos, pero a cambio no queremos
dar nada. Creemos equivocadamente que mis familiares están en deuda conmigo—bien
sea porque proveo, porque concino, porque mantengo todo en orden, porque doy
las órdenes—y me deben prodigar amor, cuidados y respeto.
¿Qué debemos hacer? En
primera instancia reconocer que estamos equivocados. Nuestra familia no nos
debe nada, por el contrario, nosotros les debemos mucho. Sobre esa base, es
fundamental que cambiemos la concepción y comencemos a invertir en nuestra
pareja y los retoños que hay en casa como fruto de esa unión.
Invierta
en fundamentos sólidos
Unas relaciones sólidas a nivel de la pareja y
con los hijos se construyen a partir de principios sencillos pero que traerán
fortaleza. Se convierten en cimientos que le permiten permanecer firme a pesar
de las circunstancias adversas y los momentos difíciles.
Le invito a considerar
los fundamentos en la primera carta que dirigió el apóstol Pablo a los
creyentes de Corinto: “El amor es
paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni
ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un
registro de las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia sino que
se alegra cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás
pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda
circunstancia.”(1 Corintios 13:4-7. NTV)
A partir de ese
maravilloso texto que deberíamos revisar con tanta frecuencia como sea posible,
incluso al comenzar cada mañana, permítame compartir con usted cinco
fundamentos que debe invertir en su
familia; no un día sino siempre:
1.- Amor
2.- Perdón
3.- Tolerancia
4.- Comprensión
5.- Ayuda
Piense por un instante en estos cinco
fundamentos. El amor le permitirá reconocer en su cónyuge y en sus hijos, al
menos una sola cosa –comportamiento, pensamientos o acciones—de su cónyuge cada
día; puedo asegurarle que antes de un mes estará amando de manera especial a
quien Dios le concedió como pareja y sus retoños en casa.
El perdón es esencial
porque le lleva a dejar atrás todo lo que debe quedarse en el pasado. Cuando
Dios nos perdona, jamás recuerda el daño que hicimos. Lo arroja al fondo del
mar (Cf. Miqueas 7:18, 19) Perdonar entonces permitirá que comencemos un nuevo
capítulo cada día. El ayer, con todos sus errores, sencillamente queda en el
ayer. El perdón va de la mano con el amor.
El tercer aspecto es la
tolerancia. Reconocer que somos diferentes de los demás, y que esto aplica con
su cónyuge y con sus hijos. Sencillamente son personas con una cosmovisión
distinta. No pueden pensar y actuar como lo hace usted. Y ligado a este
fundamento, viene la comprensión, que no es otra cosa que ponernos en los
zapatos de la otra persona. Si lo hacemos, tendremos una comprensión mucho más
amplia de por qué obra nuestra pareja y nuestros hijos como lo hacen.
Y finalmente, la ayuda.
Nuestra familia crecerá en la medida en la que les ayudamos a crecer, a
avanzar, a ser más eficaces. Si sabemos algo, compartir ese conocimiento, transferir
enseñanzas claras que ayuden a crecer a
cada uno de los miembros de la familia.
Construya
relaciones gratificantes
Vivir con otra persona no es fácil, no solo
ahora sino desde siempre. ¿La razón? Compartir un mismo espacio resulta difícil
si tenemos en cuenta que pensamos y actuamos diferente del cónyuge y de los
hijos.
Quizá al comienzo durante
el noviazgo, todo parece ser como una novela; no obstante, conforme pasa el
tiempo, interactuar con el cónyuge puede tornarse frustrante. Las diferencias
de opinión tienden a ser más grande y la búsqueda de soluciones a los
conflictos se torna más lenta o sencillamente se estanca. Decidimos tal vez
pretender que tenemos la razón, y movidos por el orgullo, no buscamos ningún
tipo de conciliación.
¿Qué nos mueve? Nos
mueven en esencia los sentimientos y emociones que no sabemos controlar. Nos
dejamos arrastrar por el momento, y los resultados siempre son desastrosos. Comparto
con usted algo que leí de los autores Michael Catt y Alex Kendick: “Seguir nuestro corazón sería bueno si siempre
fuéramos amorosos, si estuviéramos en sintonía con Dios y deseáramos lo
correcto. Sin embargo, ya que los seres humanos somos egoístas, orgullosos
y a menudo engañados, seguir nuestros
corazones no siempre puede llevarnos a lo correcto.”(Michael Catt y Alex
Kendick. “El desafío del amor – Estudio Bíblico”. Lifeway Editores. 2012.
EE.UU. Pg. 9)
¿Por qué lo decimos?
Porque el orgullo llega a dominar nuestro corazón y terminamos pensando y
obrando de tal manera que herimos a todos en casa.
El principal motor en
nuestra relación familiar debe ser el amor. No lo que proveamos, lideremos o
tal vez soñemos. Es el amor, como enseña el apóstol Pablo: “Tres
cosas durarán para siempre: la fe, la esperanza y el amor; y la mayor de las
tres es el amor.”(1 Corintios 13:13. NTV)
Observe por favor que
podemos alcanzar todo cuanto queremos, ser todo aquello que anhelemos,
considerarnos el mejor líder en el trabajo, la sociedad o la iglesia; quizá
tenemos mucho conocimiento; probablemente proveamos todo lo que necesita
nuestra familia diariamente… pero delante de Dios lo más significativo es el
amor. Y si trasladamos ese fundamento a la familia, entendemos que Él nuestro amado Hacedor, valora el tiempo que
invertimos en familia, nuestra comprensión, amor, tolerancia y expresiones de
apoyo que les brindamos. Todas se derivan del amor, y el amor es muy valioso
delante del Señor.
Cuando amamos,
testificamos en casa y entre las personas entre quienes nos desenvolvemos, que
verdaderamente Dios mora en nosotros (Cf. 1 Juan 4:7, 8, 11) Amor, que parte de
una decisión. Ahí si podría decirle: Usted decide en su corazón amar a su
pareja y a sus hijos. Revise su corazón. ¿Qué hay en él? Quizá dice que ama a
todos alrededor, pero no es así. Comparto con usted esta nueva reflexión que le
ayudará a crecer: “Seguir nuestros
corazones a menudo significa ir tras aquello que parece correcto en el momento.
Nuestras emociones y sentimientos pueden ser engañosos y llevarnos por el
camino equivocado.”(Michael Catt y Alex Kendick. “El desafío del amor – Estudio
Bíblico”. Lifeway Editores. 2012. EE.UU. Pg. 10)
Si amamos realmente, con
esa capacidad maravillosa de amar que Dios colocó en nuestro corazón,
construiremos con nuestro cónyuge y con los hijos relaciones significativas, que aprovechan cada instante y lo tornan
memorable, y además, relaciones
enriquecedoras, que nos hagan sentir bien a la par que les hacemos sentir
bien. Cada instante será alentador, darán ganas de seguir viviendo.
Exprese
su amor
Las palabras se las lleva el viento. ¿Lo ha
escuchado alguna vez? Sin duda que sí. No basta con decirle a nuestra pareja y
a nuestros hijos que les amamos: debemos mostrarlo con hechos. Ir más allá de
las palabras.
Piense en un esposo que
le dice a su cónyuge: “Te amo”, pero
es áspero con ella. ¿Cree usted que estas palabras le impactarán? Sin duda que
no. E imagine ahora que le dice a su hijo: “Te
amo”, pero seguidamente, ante el más mínimo error, le trata con palabras hirientes.
De nada sirven las palabras en tales circunstancias. Hacen falta acciones que
corroboren ese sentimiento que profesa tener hacia ellos.
El apóstol Pablo dejó
claro este principio cuando escribió: “Si pudiera hablar todos los idiomas del
mundo y de los ángeles pero no amara a los demás, yo solo sería un metal
ruidoso o un címbalo que resuena. Si tuviera el don de profecía y entendiera todos
los planes secretos de Dios y contara con todo el conocimiento, y si tuviera
una fe que me hiciera capaz de mover montañas, pero no amara a otros, yo no
sería nada. Si diera todo lo que tengo a los pobres y hasta sacrificara mi
cuerpo, podría jactarme de eso; pero si no amara a los demás, no habría logrado
nada.”(1 Corintios 13:1-3. NTV)
Dice el apóstol Juan que “… el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es
amor.”(1 Juan 4:8. NTV). Por su parte el apóstol Santiago enseña
que: “Si
ustedes son sabios y entienden los caminos de Dios, demuéstrenlo viviendo una
vida honesta y haciendo buenas acciones con la humildad que proviene de la
sabiduría; pero si tienen envidias amargas y ambiciones egoístas en el corazón,
no encubran la verdad con jactancias y mentiras. Pues la envidia y el egoísmo
no forman parte de la sabiduría que proviene de Dios. Dichas cosas son
terrenales, puramente humanas y demoníacas. Pues, donde hay envidias y
ambiciones egoístas, también habrá desorden y toda clase de maldad. Sin
embargo, la sabiduría que proviene del cielo es, ante todo, pura y también ama
la paz; siempre es amable y dispuesta a ceder ante los demás. Está llena de compasión
y del fruto de buenas acciones. No muestra favoritismo y siempre es sincera. Y
los que procuran la paz sembrarán semillas de paz y recogerán una cosecha de
justicia.”(Santiago 3:13-17. NTV)
Las envidias amargas y las ambiciones
egoístas no testimonial del amor de Dios, ni en nuestra familia ni en otro
lugar. Por el contrario, ponen de manifiesto que decimos amar a Dios pero
realmente no le conocemos.
Urge desaprender el
concepto que tenemos del amor, y en
segundo lugar, de la forma como lo expresamos.
Como el primer paso para experimentar transformación es llevándolo al plano
personal y familiar, le sugiero revisar cómo anda su relación de pareja y con
los hijos. No olvide que es una decisión
la que debe tomar, no es algo que nazca naturalmente. Si bien es cierto las dos
necesidades fundamentales de todo ser humano: ser amado y desarrollar la
capacidad de amar, no siempre sabemos hacelo apropiadamente, por eso debemos
acudir al Señor en procura de su ayuda.
Léanos en www.bosquejosparasermones.com y www.mensajerodelapalabra.com
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