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Se deja dominar por sus emociones negativas

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No se deje emocionar por sus emociones,
porque puede dañar a la familia
Fernando Alexis Jiménez
En primera instancia cabe destacar que reconocer nuestros errores constituye un enorme avance. No podemos desconocer que representa el primer paso hacia el cambio. Y si es consciente del daño que causa a su familia con sus reacciones descontroladas, sin duda coincidirá con nosotros en que es tiempo de imprimir modificaciones a esos patrones de comportamiento, generalmente producto de un instinto primario antes que de una secuencia de acciones cuidadosamente pensadas.
            Las reacciones descontroladas evidencian que no hemos sometido nuestras emociones a Dios (Proverbios 12:13; 13:16). Cuando no sometemos las emociones a Dios, lo ponemos de manifiesto con nuestros pensamientos y acciones (Proverbios 15:2) Esa es la razón por la que infinidad de personas terminan ofendiendo, dejándose arrastrar por el momento (Proverbios 18:13)
          
  Si queremos evitarnos dolores de cabeza es necesario medir el alcance de nuestras palabras y acciones (Proverbios 10:11, 13, 19; 18:21). De la mano con esta invitación a conservar la serenidad, está el hecho de que responderemos ante Dios por nuestras palabras y acciones (Mateo 12:37)

Rendir a Dios nuestras emociones

Una mujer con la que hablamos al término de una conferencia, reconocía que reñía la mayor parte del tiempo con su esposo, sin motivo aparente. “Simplemente me da rabia lo que dice; cualquier cosa que sea”, explicó.
            Si esa es su situación permítame aconsejarle que someta sus sentimientos y emociones a Dios con el fin de que pueda tener control de sus reacciones y, de paso, pueda lograr una comprensión diferente de la vida, incluso de las circunstancias adversas (Santiago 1:2-4; 1 Pedro 1:6; Mateo 5:11, 12). Gozo aun cuando vienen momentos difíciles y, de otro lado, no permitir que nada ni nadie nos roben la felicidad que Dios desea para nosotros.
¿Es posible controlarnos? Por supuesto que sí. Las Escrituras nos enseñan que tenemos la capacidad de controlar nuestras emociones (Santiago 1:8; Efesios 4:26; Salmo 37:8). También aprendemos que tenemos la capacidad de vencer sobre nuestras inclinaciones y deseos (Santiago 1:12, 5)

Admítalo: fallamos sin querer

Aun cuando no lo queremos, muchas de nuestras reacciones que terminan generando conflictos—en nosotros pero también en muchas personas, incluso las que más amamos: nuestra familia—pareciera que se salen de toda previsión. “No puedo controlarlo”, me escribía un joven desde Pensilvania, Estados Unidos, al referirse a sus reacciones airadas en medio de las cuales destruía todo a su paso.
El obrar sin control obedece, en muchas ocasiones, a una reacción biológica descontrolada. Es la forma como percibimos todo alrededor, como escribe el especialista, Daniel Goleman: “Una investigación ha demostrado que en las primeras milésimas de segundo, durante las cuales percibimos algo, no solo comprendemos inconscientemente de qué se trata, sino que decidimos si nos gusta o no. El “inconsciente cognitivo” presenta a nuestra conciencia no solo la identidad de lo que vemos, sino una opinión sobre el particular. Nuestras emociones tienen mente propia, una mente que puede sostener puntos de vista con bastante independencia de nuestra mente racional.”(Daniel Goleman. “Inteligencia emocional”.  Editorial Zeta. 2009. México. Pg. 39)
La Buena Noticia que aprendemos en las Escrituras es que todos nosotros, por encima de la reacción biológica de nuestro organismo, podemos controlarlos. ¿De qué manera? Cuando sometemos nuestras emociones en manos de Dios.
Tiempo de cambio
Cuando sometemos nuestras emociones a Dios, hay unidad entre nuestros pensamientos y acciones (Proverbios 10:14). Lo esencial, como parte del cambio frente a nuestras reacciones violentas, es aprender a escuchar antes de reaccionar (Santiago 1:19, 20). Debemos ejercitarnos en ese proceso.
            Tenga presente que las emociones descontroladas dañan a las personas que amamos, y además, esas mismas emociones descontroladas no glorifican a Dios. Quien no somete sus emociones a Dios enfrenta crisis consigo mismo y en las relaciones con otras personas (Proverbios 18:2, 6, 7, 12, 20) ¿Le ha ocurrido? Sin duda que sí, cuando cometemos errores como consecuencia de las reacciones descontroladas y vivimos la crisis por dañar a otras personas, especialmente con nuestras palabras.
            ¿Debe ser siempre así? Por supuesto que no. Dios espera que le sometamos nuestras emociones (Efesios 4:31, 32; Colosenses 3:8-10), y además, es la voluntad de nuestro amado Hacedor que perseveremos en la decisión de someter nuestras emociones en Sus divinas manos (Proverbios 18:15)

Las emociones descontroladas dañan su salud

Está comprobado científicamente que los ataques de ira –a pesar de tratarse de una reacción inconsciente del organismo-- le hacen daño al cuerpo. El corazón, es uno de los órganos que más sufre. Las reacciones descontroladas, producto de nuestras emociones desenfrenadas, traen enormes perjuicios en las dimensiones física y emocional.
Estos ataques repentinos no deben confundirse con el mal genio. “Los primeros –afirma el psiquiatra Rodrigo Córdoba– son situaciones explosivas que no pasan por la conciencia, avasallan todos los sentimientos y no tienen ninguna forma de freno. El mal genio es una forma de funcionamiento que tienen las personas que, en ocasiones, es inapropiado, se caracteriza por la irascibilidad y puede hacer parte de su personalidad”(Diario El Tiempo. 12/07/2014. Colombia. Edición digital).
Probablemente usted enfrenta situaciones en las que, producto de sus reacciones, ha terminado haciendo daño a otras personas, sin mencionar que usted mismo en su organismo sufre las consecuencias. Jorge Forero Vargas, presidente del Instituto para el Desarrollo de la Salud Emocional, explica que hay personas que han acostumbrado a su cerebro a responder de forma rápida a diferentes estímulos. “Cuando se ven sometidas a una situación particular en la que las cosas no salen como quieren tienen ataques de rabia que terminan causándoles mucho daño físico y emocional, y afectar a las personas de su entorno” (Diario El Tiempo. 12/07/2014. Colombia. Edición digital).
            Cuando sometemos a Dios nuestras emociones, comenzamos a tener control de nuestras reacciones y la calidad de vida, personal y espiritual, comienza a cambiar. Las Escrituras nos han enseñado la necesidad de someterle al Supremo Hacedor, nuestra forma de pensar y actuar. Hoy es el día para tomar la decisión.

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