Por amor a nuestra familia, debemos perseverar hasta la victoria |
¿Qué es lo que hace que alguien sea
un triunfador en la vida? ¿La riqueza, la educación, la notoriedad o la fama? A
diferencia del medidor de éxito del mundo, el de Dios mide nuestra dependencia,
y no nuestra fuerza. Él busca a quienes saben que son débiles e incapaces para
alcanza cualquier cosa en la vida.
El apóstol Pablo sabía cómo vivir
victoriosamente. Logró tanto durante su vida porque dependía de Cristo. Cuando
se acercaba a la muerte, resumió su vida con estas palabras: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual
me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a
todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4.7, 8).
Esa es exactamente la manera como el
Señor quiere que vivamos. Él ha concebido cuidadosamente un plan para cada uno
de nosotros, y nuestra responsabilidad es descubrirlo y realizarlo. Ningún
cristiano tiene necesidad de llegar al fin de su vida lleno de remordimiento
por las oportunidades desperdiciadas de vivir para Cristo.
Hay tres elementos significativos
que vale la pena considerar:
>> Pelear la buena batalla. Cuando usted puso su fe en
Cristo como su Salvador, entró a un campo de batalla. Satanás perdió su alma,
pero él no piensa darse por vencido. Hará lo que sea para volverle inútil para
el reino de Dios. Y puesto que usted no puede competir con el diablo; es
imposible que gane esta batalla con sus propias fuerzas. Pero Cristo le ha dado
su armadura y la espada de su Palabra para que pueda mantenerse firme (Ef
6.10-17).
>> Acabar la carrera. Pablo asemejó la vida
cristiana a un maratón. Dios ha dispuesto una senda específica para cada uno de
nosotros, y nos ha concedido dones y capacidades que nos permiten cumplir con
sus planes y acabar la carrera.
>> Guardar la fe. Después de revelarse a Pablo
en el camino de Damasco, Jesús le confió un tesoro inestimable: el evangelio.
La palabra “guardar” significa “cuidar”, y eso fue lo que Pablo hizo al
predicar la Palabra de Dios y defender la fe. El peligro que enfrentamos hoy es
no dar la debida importancia a nuestra fe, y no apreciar el gran tesoro que
ella es.
Cuando comprendemos cuán precioso es el evangelio, nos mantenemos firmes en la fe, sin dejar que las dudas y los temores nos hagan retroceder.
Cuando comprendemos cuán precioso es el evangelio, nos mantenemos firmes en la fe, sin dejar que las dudas y los temores nos hagan retroceder.
Cuando comparamos nuestras vidas con
la de Pablo, podemos desanimarnos y sentirnos derrotados. Después de todo,
¿quién podría estar a la altura de su ejemplo? Aunque tendemos a pensar que el
apóstol fue un “supercristiano”, él sería el último
en reclamar la gloria por una vida bien vivida. Pablo había aprendido el
secreto: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”
(Filipenses 4.13).
Si no ha recibido a Cristo Jesús
como Señor y Salvador, hoy es el día para que le abra las puertas de su
corazón. No se arrepentirá. Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirnos.
Léanos en www.bosquejosparasermones.com y www.guerraespiritual.org
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