Es tiempo de desarrollar nuestra condición de triunfadores en todas las circunstancias |
Fernando Alexis Jiménez
Las quedas palabras que escuchó aquel día la
sustrajeron de los pensamientos que poblaban su mente. El tren se iba
deteniendo en la estación de Calcuta y en medio de la multitud de hombres y
mujeres que marchaban apresurados, sobresalió la frase implorando ayuda. “Tengo
sed”, murmuraba un hombre viejo, muy delgado y harapiento, que permanecía
sentado sobre la acera.
Se
veía mal de salud. Nadie prestaba atención. Se dirigían de un lugar a otro,
ajenos a su drama. Hacía un calor insoportable.
Ese
incidente, pequeño y aislado en sus muchas ocupaciones como docente,
transformaría la vida de Agnes Gonxha Bojaxhiu, a quien el mundo conocería como
Madre Teresa.
Era
una mañana esplendorosa aunque densa por el calor húmedo que inundaba todos los
rincones. El calendario marcaba el 10 de septiembre de 1946. Ese día decidió
cambiar su hábito de religiosa en un colegio femenino de Dardjiling, India, por
un sencillo sari blanco atado sobre el hombro izquierdo.
Pidió
autorización a los superiores para sumar el voto de consagración de servicio a
los más pobres entre los pobres, y emprendió la estructuración de un grupo que
hiciera trabajo social y cristiano. Tenía entonces 37 años de edad y 18 años de
servicio a su comunidad eclesial.
Establecer
la Congregación
de las Misioneras de la
Caridad le tomó tiempo, esfuerzo, ánimo y una definición de
adónde quería llegar. Hoy esa organización católica que inició trabajando con
los niños sumidos en la miseria, tiene presencia en 119 países.
Características
de los siervos y ganadores
En la vida de Madre Teresa, indistintamente del grupo
religioso al que haya pertenecido, sobresalen tres hechos: el primero, una
marcada vocación de servicio a los demás; el segundo, la disposición de aplicar
una nueva dirección a su vida con el propósito de hacer algo por quienes le
rodeaban, y el tercero, la decisión férrea de luchar por sus sueños, por encima
de las críticas y la adversidad.
Esta
religiosa es un testimonio de fe y de liderazgo para nuestro tiempo. Pero las
Escrituras nos muestran sinnúmero de hombres y mujeres que reunieron estas
características que son las mismas que deben primar en su vida como cristiano
evangélico.
¿Desea
un ejemplo práctico? Permítame referirle el caso de Juan el Bautista. ¿Lo
recuerda? Era hijo del sacerdote Zacarías y de una mujer piadosa de Israel,
Elizabet. Una familia de principios y con relativa solidez social y económica
(Lucas 1:5-7).
1. Servicio a
una causa
Con tal origen, Juan pudo quedarse en la comodidad de
su hogar y gozar de los privilegios de una familia reconocida en la sociedad.
Sin embargo “Juan iba por toda la región del
río Jordán, anunciándoles a todos:”Cambien su manera de pensar y de vivir.
Bautícense para que Dios les perdone sus pecados”. La multitud le
preguntó:--¿Entonces qué debemos hacer? Juan le contestó:--El que tenga dos
capas que le de una al que no tiene y el que tenga comida que la comparta.
Algunos cobradores de impuestos vinieron también a bautizarse y le dijeron a
Juan:--¿Maestro, qué debemos hacer? El les dijo:--No cobren más de lo
debido”(Lucas 3:3, 10-12. Nuevo Testamento la Palabra de Dios para
todos).
Juan
el bautista se entregó a una causa. Servía a Dios, no al hombre. Tenía clara la
misión que había sido llamado a desarrollar. Nada lo llevaba a desistir o al
menos reorientar hacia su propio beneficio la misión para la que había sido
llamado.
Era
un hombre sencillo, consagrado, con principios de vida cristiana práctica bien
definidos. Además, su existencia estaba gobernada por una indeclinable vocación
de servicio al prójimo.
2. Una vida con
propósito
“La gente estaba
a la expectativa y se preguntaba:”¿Será posible que Juan sea el Cristo?
Juan siempre respondía:” Juan fue enfático en decir: “Los
bautizo con agua, pero el que viene después de mi es más poderoso que yo. Ni
siquiera merezco desatar las correas de sus sandalias. El los bautizará con el
Espíritu Santo y Fuego”(Lucas 3:16, 17. Nuevo testamento la Palabra de Dios para
todos).
Juan
bien pudo atraer y conservar para sí a las multitudes. Lo seguían. Estaban
convencidas de sus enseñanzas. ¿Qué le dificultaba aprovechar las
circunstancias? Sin embargo no lo hizo porque en su vida había propósito. Todo
lo que pudiera lucir tentador para si mismo, lo modificó ajustando su
existencia a nuevos principios que le permitieron, con humildad y sencillez,
ser fiel a Dios y a una causa.
¿Imagina lo que habrán comentado sus amigos?
Seguramente pensarían que estaba loco. Lo habrían tildado de fanático
religioso. Otros señalarían que jamás podría lograr su propósito.
Antes
nadie lo había intentado y estaban convencidos que él tampoco podría. Juan en
cierta medida era un soñador. Y bien sabemos que los soñadores enfrentan la
oposición, las burlas y las críticas pero se saben sobreponer a tales
circunstancias para luchar por sus sueños.
3. Juan
renunció a todo por Dios
Juan el bautista entendió que las multitudes no le
pertenecían. Le pertenecían a Dios. Estaba dispuesto a renunciar al reconocimiento
con el propósito de que se cumpliera el propósito divino. ¡Qué diferente de
pastotes y líderes que se creen dueños de la congregación y no trabajan para
extender el reino de Dios sino para construir su propio reino!
Es
probable que Juan se haya visto tentado por la fama. Es natural. Sin embargo no
sucumbió. Fue fiel a Dios y a la causa. Llegado el momento “...Juan vio que Jesús estaba acercándose a él y
dijo:”Miren, él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. A él me
refería cuando dijo: “Hay un hombre que viene después de mi que es más
importante que yo porte existía antes que yo. Yo mismo no lo conocía, pero vine
a bautizar con agua para que así Israel pudiera darse cuenta de quién es
él”(Lucas 1:29-31. Nuevo Testamento la Palabra de Dios para todos).
Cumplió
su misión. Terminó sus días en la cárcel, condenado a muerte. Sin embargo,
cuando iba camino del lugar en el que sería sacrificado, Juan tenía la
conciencia tranquila y le embargaba la satisfacción del deber cumplido. Tenía
claro que había hecho lo que le correspondía, en su propia existencia y como
siervo de Dios.
No renuncie a
sus sueños
¿Qué podríamos decir de su vida? ¿Tiene acaso un
propósito? ¿Está luchando por algo que motiva cada instante de su vida?
Es
hora de que examine su existencia. Sea honesto consigo mismo. ¿Ha luchado por
sus sueños?¿Ha renunciado a ellos?¿Es fiel a Dios y a la causa del reino?¿Está
construyendo el reino de Dios o su propio reino?¿Está seguro de haber cumplido
su misión?
Aquí
cabe citar al autor y conferencista internacional, Lucas Leys: “Hay un propósito para tu existencia y Dios
te dio la vida para que cumplas con esa misión. Nadie más puede hacerlo, ni
siquiera la copia más perfecta tuya podría hacer todo lo que tú puedes hacer
porque Dios te hizo único y preciso para hacer tu aporte. ¿Te comienzas a
sentir especial? ¡Muy bien! “eres especial”. Es hora de que te lances a la
preciosa aventura de llegar a ser todo lo que Dios quiere que seas y hagas en
este mundo.”(Lucas Leys. “151 encuentros con el Rey”. Editorial Vida. EE.UU.
2002. Pg. 7)
¿Está
decidido a que su vida pase sin pena ni gloria?¿Cumplirá la misión para la que
Dios le llamó? Las respuestas las tiene usted. Están en sus manos. Pero no dudo
que una reflexión detenida estos interrogantes, le permitirán reorientar su
vida y ministerio.
No
podría despedirme sin antes invitarle para que reciba a Jesucristo en su
corazón como único y suficiente Salvador. Es la mejor decisión que jamás pueda
hacer.
© Fernando Alexis Jiménez
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