Es tiempo de recuperar nuestro liderazgo en familia |
E
|
l progresivo
deterioro que presentan muchas relaciones de pareja, está asociado a dos
elementos esenciales: de un lado el que se hayan desdibujado los roles de los
componentes de la pareja—la mujer termina llevando la pesada carga de todo el
hogar y el esposo no pasa tiempo con su familia--, y de otro, que la familia
sea mirada como una carga y no como una bendición, tal como lo describe la
Biblia en el Salmo 127.
Este drama que termina en muchos casos con el
desvertebramiento en la relación matrimonial, afectando directamente a los
hijos, lleva a una reflexión acerca de cuál fue el momento en el que perdimos
la autoridad.
El autor Myles Munroe, lo explica en los siguientes
términos: “Dios desea que todo hombre
encuentre su propósito y su completa realización. Si un hombre quiere saber
quién es, a fin de poder vivir completamente en esa realidad primeramente, él
debe entender los principios de Dios con relación al propósito. Él tiene que
aprender estos fundamentos para la vida, basado en la Palabra de Dios. De otra
manera, él va a caer en la confusión, donde quizá muchos nos encontramos en ese
momento.” (Myles Munroe. “Entendiendo el propósito y el poder de los hombres”.
Whitaker House. EE.UU. 2013. Pg. 35, 51)
La respuesta, como en todos los casos, la encontramos
en la Biblia. El primer elemento que aprendemos es que la crisis a nivel
personal y familiar, tiene origen en nuestro distanciamiento de Dios,
marginarlo a Él de todas las áreas de nuestra existencia y de nuestro
desenvolvimiento.
I.
Pérdida de Gobierno
Marginar
a Dios de nuestras vidas llevó a la pérdida de gobierno. Con el
paso del tiempo se deteriora la influencia que ejercemos en nuestro cónyuge y
nuestros hijos.
El libro de la familia que es la Biblia, nos enseña: “Entonces
Dios dijo: «Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, para que sean
como nosotros. Ellos reinarán sobre los peces del mar, las aves del cielo, los
animales domésticos, todos los animales salvajes de la tierra y los
animales pequeños que corren por el suelo». Así que Dios creó a los seres
humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los
creó.”(Génesis 1:26, 27. NTV) Es necesario
recordar que, en nuestra condición de género humano, fuimos creados a imagen y
semejanza de Dios. Esa condición permitía desarrollar intimidad con Dios y de
paso, ejercer el gobierno que Dios delegara en Adán y que, por línea
generacional, nos corresponde a nosotros.
Lo que vemos
hoy es que se ha perdido gobierno incluso en los hogares. Y ese desgobierno
lleva a la pérdida de respeto por parte del cónyuge y de los hijos.
II. Pérdida de fructificación
Marginar a Dios de nuestras
vidas nos llevó a perder la capacidad de fructificar. Cuando vamos al escenario de la creación, encontramos
que “Luego Dios los bendijo con las
siguientes palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y
gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces del mar, las aves del cielo y
todos los animales que corren por el suelo». Entonces Dios dijo: «¡Miren! Les
he dado todas las plantas con semilla que hay sobre la tierra y todos los
árboles frutales para que les sirvan de alimento. Y he dado toda planta verde como
alimento para todos los animales salvajes, para las aves del cielo y para los
animales pequeños que corren por el suelo, es decir, para todo lo que tiene
vida»; y eso fue lo que sucedió. Entonces Dios miró todo lo que había hecho, ¡y
vio que era muy bueno!”(Génesis 1:28-31. NTV)
Es importante insistir en que el plan original de Dios
para el hombre era que fuera fructífero y se multiplicara. Que ejerciera
dominio sobre la creación, y en esa dirección, creó el escenario perfecto para
que el hombre desarrollara sus potencialidades.
A nivel familiar se evidencia esa pérdida de capacidad
de fructificación hasta tal punto que se llega a vivir un estado de
estancamiento, en la relación con la pareja y en la relación
con los hijos. Es aquí donde cabe recordar lo que enseña el autor y
conferencista, Myles Munroe: “El hombre es la clave
para construir infraestructuras sociales fuertes y duraderas, familias
estables, sociedades sanas y naciones seguras.” (Myles Munroe. “Entendiendo el
propósito y el poder de los hombres”. Whitaker House. EE.UU. 2013. Pg. 15)
III. Pérdida del sentido de realización
Marginar a Dios de nuestras
vidas nos llevó a perder el sentido de realización en la vida. Dios no creó al hombre para que
experimentara amargura y cada día fuera una desdicha. Tampoco para que la
relación de pareja o el interactuar con los hijos se convirtiera en un infierno.
Esa realización plena a nivel personal, a nivel
familiar y a nivel social, se desmoronó. La causa fue, sin duda, el que al
recibir la capacidad de escoger entre el bien y el mal, el hombre no tomó las
decisiones acertadas.
Una luz al respecto la encontramos en el origen de
todo, cuando Dios se dirige al hombre: “Luego el Señor Dios formó al hombre del polvo de la
tierra. Sopló aliento de vida en la nariz del hombre, y el hombre se convirtió
en un ser viviente. Después, el Señor Dios plantó
un huerto en Edén, en el oriente, y allí puso al hombre que había formado. El Señor Dios hizo
que crecieran del suelo toda clase de árboles: árboles hermosos y que daban
frutos deliciosos. En medio del huerto puso el árbol de la vida y el árbol del
conocimiento del bien y del mal. El Señor Dios puso al hombre en el jardín de
Edén para que se ocupara de él y lo custodiara; pero el Señor Dios le
advirtió: «Puedes comer libremente del fruto de cualquier árbol del huerto, excepto del árbol del conocimiento del
bien y del mal. Si comes de su fruto, sin duda morirás». “(Génesis 2:7-9; 15-17. NTV)
El cimiento de la mayor parte de
problemas que enfrentamos en el hogar, gira alrededor de las decisiones equivocadas
que tomamos como esposos. Es lo que lleva a una vida de crisis y ha pensar,
incluso, que el divorcio es la salida apropiada.
IV. Pérdida del sentido de propósito en la
relación conyugal
Marginar a Dios de nuestras vidas nos llevó a perder el sentido
de propósito en la relación de pareja. ¿Dónde encontramos fundamento para pensar que se ha desdibujado el
propósito de realización que trae a nuestras vidas la relación conyugal? Lo hallamos
en la propia Biblia que nos enseña: “Entonces el Señor Dios hizo que el hombre cayera en un
profundo sueño. Mientras el hombre dormía, el Señor Dios le sacó una de sus costillas y cerró la abertura. Entonces el Señor Dios hizo
de la costilla a una mujer, y la presentó al hombre. «¡Al fin! — exclamó el
hombre—. ¡Esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Ella será llamada
“mujer” porque fue tomada del hombre».”(Génesis 2:21-23.
NTV)
La esposa fue
creada como compañía, como apoyo, con igualdad de condiciones—no menos que
nosotros, porque ella es carne de nuestra carne.
IV. Pérdida del
horizonte familiar
Marginar a Dios de nuestras vidas nos llevó a perder el horizonte
de nuestra vida familiar. Dios creó la familia. Él ha tenido, desde el principio de la creación, un
propósito. Y dispuso que los cónyuges vivan la experiencia de crecer juntos,
sin interferencia de terceros: como los vecinos o los suegros.
La Biblia relata
que Dios dispuso: “Esto explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su
esposa, y los dos se convierten en uno solo.”(Génesis
2.24. NTV)
La experiencia familiar es
enriquecedora, pero a nivel de esposos e hijos. Es natural que haya
divergencias, pero bajo ninguna circunstancia podemos permitir la injerencia de
otras personas porque su apreciación puede ser distorsionada.
Solamente Dios nos concede la
guía oportuna para resolver los problemas, y en el caso de los esposos, para
que recobremos nuestro liderazgo.
© Fernando Alexis Jiménez
Léanos diariamente en www.mensajerodelapalabra.com
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