En la cruz el Señor Jesús venció sobre el mundo de las tinieblas |
Fernando Alexis Jiménez
Satanás
iba de un lado a otro, visiblemente preocupado. Estaba tan de mal humor, que ni
siquiera los demonios atrevían a acercarse, bien para hacerle alguna pregunta o
para adularle. Todos sabían que el ambiente era pesado, tan pesado, que se
podía palpar con las manos.
El Adversario no perdía de vista los
acontecimientos de Jerusalén. En un madero, tres hombres. En la mitad, alguien
que –con la mirada vuelta al cielo—no cesaba de pedir perdón por sus verdugos y
procurar fortaleza en Dios.
Sí, el propio diablo estaba pendiente de aquella
víctima. ¿Su nombre? Jesús, natural de Nazaret, que se llamaba Hijo de Dios. Y
la angustia que atravesaba Satanás, era por lo que ocurriría después.
Estaba seguro que se libraría de su archienemigo
para siempre. Ese convencimiento explicaba por qué sobaba sus manos con
ansiedad. “¿Será posible tanta dicha?”, repetía para convencerse.
Y fue en ese momento que fue testigo de una
escena y escuchó esa frase que jamás olvidaría.“Jesús sabía que su
misión ya había terminado y, para cumplir las Escrituras, dijo: «Tengo
sed» Había allí una vasija de vino agrio, así que mojaron una esponja en
el vino, la pusieron en una rama de hisopo y la acercaron a los labios de
Jesús. Después de probar el
vino, Jesús dijo: « ¡Todo ha terminado!». Entonces inclinó la cabeza
y entregó su espíritu”(Juan 19:28-30. Nueva Traducción Viviente)
El universo entero fue conmovido. Y el
fallecimiento de Jesús, antes que terminar con el dolor de cabeza del Enemigo,
le asestó tremenda paliza. La gran derrota de toda la historia. Dios había
triunfado en la cruz a través de su Hijo Jesús. Los pecados del hombre fueron
perdonados, todo poder por medio de la muerte perdió vigencia y hombres y
mujeres, en adelante, podrían ir al Padre celestial siendo justificados. Las
ataduras se habían roto.
Un plan tejido con ingenuidad
Satanás
es malo. Esa es su naturaleza Cf. Juan 10:10 a). Pero, a pesar de vendernos la
idea de que tiene mucho poder, es ingenuo. Astuto, pero ingenuo. “Es un
contrasentido”, me
dirá usted. Sin embargo, no es así. Usted y yo a través de la Biblia conocemos
el final de a historia, de la victoria que tenemos en Jesús y que estaremos con
Él por la eternidad. Nuestro enemigo, sin embargo, es tan ingenuo que no
sabe—porque no puede saberlo—todo el fin que le espera, en el lago de fuego y
condenación eterna.
Él fue quien concibió un plan de muerte para
Jesús. Cuando el amado Salvador nació en el hogar de María y de José, los
sabios de oriente preguntaron a Herodes por su ubicación. No pudiendo tener
noticia de dónde estaba, partieron a proseguir la búsqueda.
“Después de que los sabios se fueron,
un ángel del Señor se le apareció a José en un sueño. «¡Levántate! Huye a
Egipto con el niño y su madre —dijo el ángel—. Quédate allí hasta que yo te
diga que regreses, porque Herodes buscará al niño para matarlo». Esa noche José
salió para Egipto con el niño y con María, su madre, y se quedaron allí hasta
la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que el Señor había dicho por medio del
profeta: «De Egipto llamé a mi Hijo» Cuando Herodes se dio cuenta de que los
sabios se habían burlado de él, se puso furioso. Entonces, basado en lo que
dijeron los sabios sobre la primera aparición de la estrella, Herodes envió
soldados para matar a todos los niños que vivieran en Belén y en sus
alrededores y que tuvieran dos años o menos.”(Mateo 2:13-16. Nueva Traducción
Viviente)
¡Dios guardó a Su Hijo! Satanás falló en su
primer intento. El segundo, fue cuando lo tentó en el desierto: “Después
el diablo lo llevó a la santa ciudad, Jerusalén, al punto más alto del templo,
y dijo: —Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate! Pues las Escrituras dicen: “Él
ordenará a sus ángeles que te protejan. Y te sostendrán con sus manos para que
ni siquiera te lastimes el pie con una piedra” Jesús le respondió: —Las
Escrituras también dicen: “No pondrás a prueba al Señor tu Dios” (Mateo 4:5-7. Nueva
Traducción Viviente)
Las mil y una trampas que puso Satanás al paso
de Jesús, se desmoronaron, como castillos de arena. ¿Comprende ahora porque
decíamos al comienzo de la historia, que el Adversario estaba muy desesperado?
Era su última carta, y aun cuando creía que ganaría la partida, la perdió
cuando Jesús murió en la cruz y nos reconcilió con el Padre celestial. Cristo
venció y triunfó, mientras que Satanás sufrió su gran derrota.
Las ataduras se rompieron en la cruz
Cuando
nuestro amado Señor Jesús murió en la cruz, crucificó el pecado, la muerte y
todo aquello que nos ataba el mundo de las tinieblas. ¡Nos hizo libres!
El apóstol Pablo describe magistralmente este
maravilloso momento de la historia universal:“Ustedes estaban muertos
a causa de sus pecados y porque aún no les habían quitado la naturaleza
pecaminosa. Entonces Dios les dio vida con Cristo al perdonar todos nuestros
pecados. Él anuló el acta con los
cargos que había contra nosotros y la eliminó clavándola en la cruz. De esa manera, desarmó a
los gobernantes y a las autoridades espirituales. Los avergonzó públicamente
con su victoria sobre ellos en la cruz.”(Colosenses 2:13-15. Nueva Traducción
Viviente)
La cruz donde murió Jesús, nos hizo a usted y a
mi victorioso. Ese fue el día de la gran derrota de Satanás. Su desespero
cuando Jesús estaba en el Calvario se convirtió en dolor, cuando perdidos todos
sus esfuerzos.
Cristo nos libertó del pecado, la muerte y las
ataduras, y debemos movernos en esa victoria. No hay razón para vivir aún
atados, cuando la libertad está puesta delante de nosotros.
¿Ya recibió a Jesucristo? Hoy es el día para que
lo haga. Puedo asegurarle que es la decisión de la que jamás se arrepentirá.
Emprenderá una nueva vida, de cambio y crecimiento personal y espiritual. No
sólo su existencia será renovada, sino que impactará su familia y a quienes le
rodean. ¡No deje pasar esta oportunidad!
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