Reflexione cómo anda su vida... Dios le da una nueva oportunidad |
Fernando
Alexis Jiménez
R
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aquel miró a su esposo con una
mezcla de furia y de tristeza tras escucharlo decir cualquier cantidad de
improperios, fruto de la furia porque el café se derramó sobre el periódico de
la mañana. “Sinceramente no imaginé que
reaccionaras así”, le dijo al tiempo que recriminó que un sicólogo, muy
reconocido en el ámbito científico, se expresara con tal procacidad. “Eres irascible y vulgar”, le recriminó.
Raquel no podía admitir que él obrara de esa manera, y
baste decir que pasaron muchas semanas antes que llegaran a un acuerdo. Lo que
solía repetirle su esposo, después de arrepentirse por el error, era que todos
cometemos errores: “Nadie está exento de
fallar”, le decía.
¿Podemos perdonar el error? Y algo más: ¿Dios nos
perdona? La primera pregunta que debemos formularnos, para responder al interrogante,
es: ¿Quién no ha cometido errores? Sin
duda no hay ni siquiera uno. En mayor o menor medida, todos hemos errado.
Incurrimos en fallas cuando obramos movidos por el
corazón y no por la búsqueda sincera de Dios en procura de guía para las
decisiones que tomaremos.
Una imagen que ilustra los beneficios de ir al Padre para
que nos oriente, la representa alguien que está en lo alto de una montaña. Él
conoce lo que hay antes de esa montaña y, dada su posición privilegiada en lo
alto, sabe lo que hay después. Así es Dios, no solo nos creó sino que sabe lo
que ocurrió y lo que ocurrirá. Por esa razón debemos consultarle respecto a las
decisiones trascendentales que nos vemos abocados a tomar.
En el caso específico de la persona con la que nos
involucramos sentimentalmente, es esencial que presentemos a Dios esa
situación.
Aún si el pretendiente asiste a una congregación, ése
hecho no determina que sea el más idóneo. Casos se han dado de chicos que, en
apariencia, son creyentes; sin embargo están tras otros objetivos. Una vez los
consiguen, como por ejemplo conquistar una chica, dejan de congregarse.
¿Por qué el complejo de culpa?
El complejo de culpa que usted
arrastra, se ha convertido en una poderosa ganancia para Satanás. Él está
sacando provecho de su desánimo y sensación de indignidad para sacarla incluso
del camino cristiano.
En la
Biblia leemos que el enemigo espiritual nuestro, busca
sembrar pensamientos derrotistas en nuestro ser, acusándonos de los errores
pasados. “Entonces oí una gran voz en el cielo, que
decía: “Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la
autoridad de su Cristo, porque ha sido expulsado el acusador de nuestros
hermanos, el que nos acusaba delante de nuestro Dios día y noche”(Apocalipsis 12:10).
Observe cuidadosamente que las veinticuatro horas del
día, Satanás ejerce su labor de acusación. Él coloca ideas en su mente,
buscando que vuelva atrás en su vida espiritual. Le lleva a sentirse culpable.
Pero gracias a la obra del Señor Jesucristo, quien murió
en la cruz por sus pecados y los míos, el diablo y sus secuaces están vencidos.
Así lo describe el apóstol Pablo: “¿Quién acusará
a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará?
Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó; el que además está a
la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”(Romanos 8:33, 34).
¿Se da cuenta? Usted es una mujer escogida por Dios. Si
bien es cierto cometió un error al practicarse el aborto, el Padre ya la perdonó
y –aunque Satanás ha querido sembrarle sentimientos de culpa—nuestro amado
Señor Jesucristo intercede por usted.
No hay error, por grande que sea, que Dios no perdone |
¿Dios ya le perdonó?
Cuando vamos a Dios en sincero
arrepentimiento en procura de perdón, Él en su infinito amor y misericordia,
nos perdona.
¿Qué ocurre entonces con el pecado cometido? Dios lo
olvida, tal como leemos en las Escrituras: “¿Qué Dios hay
como tú, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su heredad?
No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en la misericordia. Él
volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades y
echará a lo profundo del mar todos nuestros pecados”(Miqueas 7:18, 19).
Hay términos del texto bíblico que vale la pena subrayar.
Le invito para que lo lea de nuevo y anote, entre las características de Dios,
que Él es misericordioso, olvida el pecado, deja de lado su enojo y echa en lo
profundo del mar nuestros errores.
¿Dios ya le perdonó? Por supuesto que sí. Lo hizo desde
el mismo momento en que usted fue a su presencia arrepentida en procura de ser
perdonada.
¿Qué sigue ahora? Perdonarse a sí misma. Ese es el paso a
seguir. Si Dios en su infinita bondad la perdonó, ¿qué sentido tiene que usted
se siga sintiendo indigna y culpable?
Recuerde que además de amar a Dios, es necesario que
aprendamos a desarrollar amor propio, como enseñó el Señor Jesús.
En cierta ocasión fue interrogado por algunas personas
respecto a cuál era el más grande e importante mandamiento. “Jesús
le dijo:--Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con
toda tu mente”. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es
semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”(Mateo 22:37, 38).
Usted debe amarse a sí mismo y, por tanto, perdonarse.
Gracias al Señor Jesús delante de él se abre una enorme oportunidad para
comenzar de nuevo.
No deje de congregarse porque, sin duda, en nada
contribuirá a salir de la situación que enfrenta. El Señor Jesucristo mismo, de
quien debe marchar tomada de su mano y en oración, es quien obrará la sanidad
interior que tanto necesita...
Si tiene alguna inquietud, no dude
en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com o llamarnos al teléfono (0057)317-4913705
©
Fernando Alexis Jiménez
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