Dios desea llevarnos a nuevos niveles |
Fernando Alexis Jiménez
En el
mundo comercial se le conoce como la "Estrella
Rosa" y es el diamante destinado a ser la piedra más cara que jamás haya
salido a subasta. La casa Sotheby's anunció que la piedra preciosa de casi 60 quilates podría
superar el precio de US$60 millones. El subastador, David Bennett, dijo desde
Europa que la gema es uno de "los
más grandes tesoros naturales" del planeta. Es además, de las figuras
más raras que hayan existido en toda la historia.
Lo
más sorprendente es que un buen número de compradores han comenzado a enviar
sus ofertas. En la transformación del diamante un joyero trabajo alrededor de
cuarenta horas. “Literalmente se
trasnocharon dando forma a la piedra preciosa”, dijo David Bennett.
La
nota apareció en la versión digital de la BBC y me hizo recordar un pasaje
maravilloso que aparece en las Escrituras y que tengo subrayado con color azul
en mi vieja Biblia: “¡Que la gloria del Señor continúe
para siempre! ¡El Señor se deleita en todo lo que ha creado!”
(Salmo 104:31. NTV)
Afuera de mi oficina
queda la emblemática Plazoleta de San Francisco, un lugar tradicional en Cali,
engalanado con una fuente de agua que en la tarde pareciera multicolor por los
rayos de sol que atraviesan las gotas y proyectos réplicas en miniatura de un
arco iris. Durante la jornada, llegan allí muchas personas a realizar
diligencias ante las oficinas del Gobierno, pero en la noche se convierte en
refugio de mendigos y hombres y mujeres atados a las drogas.
¿Le
sorprende? Es lo mismo que ocurre en todas las naciones, pero lo que quiero
resaltar es que aún por esas personas que margina la sociedad, Dios envió a su
Hijo Jesús a morir en la cruz. Nuestro amoroso Padre celestial también trabajó
duro en cada uno de ellos, como el artesano que le da forma al diamante hasta
convertirlo en una joya. Puede que hoy duerman bajo los puentes, sumidos en la
mendicidad, pero para nuestro Creador son muy valiosos.
Todo lo que Él ha hecho es perfecto y somos
nosotros, con nuestros errores que no queremos corregir, quienes destruimos la
obra preciosa de sus manos, a las que se refirió el rey David cuando escribió: “Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento
despliega la destreza de sus manos. Día tras día no cesan de hablar; noche tras
noche lo dan a conocer.”(Salmo 19:1, 2. NTV)
Insisto: Dios nos ve como
personas muy valiosas, como joyas. Somos nosotros quienes vemos a otros como
menos o quizá, desechados por la sociedad. El problema es que nos hemos
acostumbrado tanto a ver las maravillas de Dios—incluso en quienes nos
rodean—que creemos, han perdido su encanto. A éste aspecto se refiere el autor
y conferencista internacional, John Piper, cuando escribe: “Una de las tragedias de crecer es que nos acostumbramos a las cosas.
Eso tiene su lado bueno, por supuesto, pues las situaciones que antes nos
irritaban, pueden dejar de irritarnos. Sin embargo hay una inmensa pérdida
cuando nos acostumbramos a lo hermoso, y deja de sorprendernos…” (John Piper.
“Los deleites de Dios”. Libros Acción. EEUU. 1999. Pg. 146)
Ahora,
supongamos que usted es una de esas personas en crisis. Sabe que está sumido en
una situación difícil: quizá problemas en el hogar, dificultades con otras
personas en el trabajo, hábitos destructivos como adicciones, temores,
inseguridad… Tantas y tantas barreras que nos impiden disfrutar de una vida
plena. Surge el interrogante: ¿Es posible cambiar? Por supuesto que sí. Dios lo
hace posible si le abrimos las puertas de su corazón.
Dios
se especializa en transformar lo que quizá desecharon otros, en verdaderas
joyas. Jorge es una muestra. Antes se drogaba, golpeaba a su mujer y enviaba a
los hijos a dormir a la calle. Hoy es otra persona. Dios le permitió salir del
pozo profundo de las adicciones. Vive para Dios, y vive a plenitud. Otro caso
específico es el de Rosalba. Trabajó como empleada en un banco. No había
recibido su salario mensual y ya lo había gastado. Era adicta al juego de maquinitas.
Llegaba a casa sin un dólar. Sólo Cristo la hizo libre de esas pesadas cadenas.
Dios nos transforma su vida en una vida victoriosa |
El Dios que transforma lo imposible
en algo real
Las circunstancias a nuestro alrededor suelen ser
difíciles. No todo es color de rosa. Los principios y los finales felices de
los relatos son propios de las novelas de televisión. La realidad es muy
distinta. No todo lo que esperamos, aquello que constituyen nuestras
expectativas, termina por cumplirse. Y es allí donde Dios entra a jugar el
papel protagónico. Él nos hace vencedores aun cuando todo esté en contra.
Convierte los problemas en bendiciones. Se especializa en transformar nuestro
presente y asegurarnos un mañana de gloria.
El
autor y conferencista internacional, John Piper, escribe que: “Cuando tenemos cifrada nuestra esperanza en
Dios, le glorificamos como fuente de gozo profundo y duradero. Y cuando obedecemos
con gozo, demostramos que el Dios de la esperanza que nos satisface es real en
nuestras vidas. La obediencia es la inocultable evidencia pública de aquellos
que han saboreado y visto que el Señor es bueno.”(John Piper. “Los deleites de
Dios”. Libros Compartir. EE.UU. 1999. Pg. 26)
Dios
es bueno y tiene todo bajo control. Puede que considere que nada saldrá bien,
como aquél jugador de ajedrez que entra temeroso a las tablas al conocer que su
contendor es inmisericorde. No obstante, la diferencia entre quienes viven sin
Dios y aquellos en quienes mora el Señor Jesús, es que usted y yo sabemos que
todos nuestros problemas los enfrentamos en el poder del Creador. Él nos hace
vencedores en las batallas.
Si
rendimos nuestra vida a Aquél que todo lo puede, Él tomará nuestra existencia y
la moldeará como el alfarero a la arcilla en su taller. No se afana, no se
enfada si algo sale mal, tiene paciencia. Él sabe qué quiere hacer de nosotros.
Nos trabaja cuidadosamente y no nos deja hasta tanto esté satisfecho.
En
las Escrituras leemos una maravillosa descripción que hace el rey David: “Aunque estoy rodeado de
dificultades, tú me protegerás del enojo de mis enemigos. Extiendes tu mano, y
el poder de tu mano derecha me salva. El Señor llevará a cabo los planes que tiene
para mi vida, pues tu fiel amor, oh Señor, permanece
para siempre. No me abandones, porque tú me creaste.”(Salmo 138:7, 8. NTV)
Rendirse
a Dios es permitir que Él trate nuestra vida. No es otra cosa que renunciar a
muchas cosas y hábitos de los que quizá estamos apegados y que nos resultan
perjudiciales. Recuerde: Los cambios no se producen en nuestras fuerzas sino en
el poder de Dios, y Él sabe hacer las cosas como debe, en las condiciones
propicias y en el momento oportuno.
Hoy es su día. Dios quiere
traerlo a la libertad. Basta que rinda su vida en manos del Señor Jesús. Puedo
asegurarle que romperá las ataduras y le llevará a experimentar días de gloria,
de victoria, disfrutando cada instante. Ábrale hoy las puertas de su corazón.
Le aseguro que no se arrepentirá.
Si
tiene alguna inquietud, no dude en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com o
llamarnos al (0057)317-4913705
© Fernando Alexis Jiménez
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