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¿Cómo transformar los problemas en bendiciones?

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El propósito de Dios para todos nosotros es
que experimentemos ricas bendiciones de orden
personal (material) y espirituales


Fernando Alexis Jiménez
Rebeca se dejó caer en la silla cuando el médico le dijo que, progresivamente, perdería la vista. “Esa degeneración del sistema visual, no tiene cura”, le explicó con la frialdad de quien manera muchos casos así todo el día.

Si algo amaba esta joven mujer, era disfrutar de todo cuanto le rodeaban: un atardecer junto a la playa, una soleada mañana desde su casita de campo y hasta la figura de los mimos que en un parque cercano a su trabajo, imitaban el caminar de los transeúntes para ganarse unas monedas.
 
Allí estaba, frente a la posibilidad de quedar ciega. Sintió que el mundo se derrumbaba bajo sus pies.

Su esposo quedó atónito cuando la vio llegar a casa en un mar de lágrimas, sin querer hablar. “Déjame sola”, le dijo y cerró la puerta tras de si.

Rebeca se aisló por un tiempo; un día, sin embargo, recordó que había creído en un Dios de poder. Clamó a Él. Lo hizo con desesperación pero luego con esperanza. No cesaba de hacerlo. Acompañaba sus oraciones de clases de lenguaje Brayle para ciegos, que tomaba los sábados en la tarde.

Dios obró sanidad en su vida. Aún ve, aunque con ayuda de lentes, pero aún así, el glaucomatólogo no puedo menos que admitir que se trataba de un milagro.

Hoy dedica su tiempo a enseñar a invidentes. Un problema, que ella creyó sin solución se transformó en bendición y oportunidad de ayudar a otros, gracias a la intervención de Dios. ¡Él transforma nuestros problemas en bendición!

¿Qué manejo le damos a los problemas?

Todos los seres humanos nos vemos inmersos en dificultades: unas generadas por nuestra insensatez, imprudencia o impulsividad, y otras, fruto de factores externos. Procuramos resolver los obstáculos en nuestras fuerzas y nos encontramos—para sorpresa y a la vez frustración--, que los problemas se agravan antes que resolverse.

Muy a pesar nuestro, quisiéramos alejar de nuestros pensamientos esa situación, pero sigue latente y mortificándonos. Aun cuando el asunto nos da vueltas en la cabeza, no encontramos forma de salir del callejón en que se ha convertido ese inconveniente. Si compartimos nuestra preocupación con alguien más, terminará agigantándolo con sus comentarios negativos y ensombrecedores.

Terminamos dimensionando aquél inconveniente. Lo tornamos enorme, sin que lo sea. Agobiados, lo más probable es que nos dejemos arrastrar por las circunstancias.

¿Hay forma de cambiar el panorama? Sin duda que sí, pero todo depende de la actitud que asumamos. Si hay una actitud de fe, saldremos victoriosos; si por el contrario, confesamos derrota, ruina y fracaso, jamás podremos sacar el “virus de los problemas” de nuestra vida, hogar, trabajo e incluso, iglesia.

Enfrentando los problemas

Si preguntamos a dios cuál es su voluntad cuando atravesamos problemas, nos responderá categóricamente que su propósito es que los enfrentemos y no que salgamos corriendo, con lo que además de permanecer allí, lo más probable es que las dificultades adquieran una nueva dimensiones y terminen por complicarse.

Si tenemos fe en nuestro amado Padre celestial, podremos abordar cualquier inconveniente con el convencimiento de que alcanzaremos la victoria. ¿De qué manera? Obrando como Abraham quien creyó en Dios. Él estaba convencido—como debemos estarlo nosotros—que el Señor “… crea cosas nuevas de la nada.”(Romanos 4:17 b. Nueva Traducción Viviente)

En todo el proceso debemos evaluar si con los labios confesamos fe negativa , es decir, “No se puede”, “Imposible”, “No resultará”; o por el contrario, una fe positiva que profesa: “Con ayuda de Dios este problema se puede resolver”.

Si encontramos que hay una actitud que proclama fracaso en medio de la adversidad, es necesario revisar qué guardamos en el corazón porque—sin duda—es lo que confesaremos con nuestras palabras.

El Señor Jesús enseñó: “… lo que está en el corazón determina lo que uno dice. Una personas buena produce cosas buenas del tesoro de su buen corazón, y una persona mala produce cosas malas del tesoro de su mal corazón. Les digo lo siguiente: el día del juicio tendrán que dar cuenta de toda palabra inútil que hayan dicho. Las palabras que digas te absolverán o te condenarán.”(Mateo 12:34-37. Nueva Traducción Viviente)

Haga ese auto examen con toda honestidad. Probablemente descubrirá que es usted y nadie más que usted, por su incredulidad, quien agrava los problemas y no les encuentra solución.

El propósito de Dios para nosotros, Sus hijos, es que experimentemos ricas bendiciones en todo momento
La fe en Dios, un factor decisivo

Dios no quiere que sigamos obrando bajo la óptica de la duda y la incredulidad, sintiendo cómo luchamos en nuestras fuerzas. No hacemos más que complicar la situación. Si por el contrario, tenemos fe que para Dios no hay nada imposible, encontraremos salida al laberinto.

Tenga presente que en medio de la sociedad en la que nos movemos, gobernada por el escepticismo, usted y yo vamos contra la corriente cuando andamos en la fe como vía para resolver las dificultades que nos asaltan con frecuencia.

No se deje arrastrar por la corriente

El mundo en el que usted y yo interactuamos, querrá contagiarnos de la incredulidad y, lo más probable, es que nos ofrezca soluciones al margen de Dios. Siempre, inevitablemente, volveremos al punto de partida y quizá con inconvenientes más grandes. No podemos permitirlo. Es una decisión individual en la que debe prevalecer nuestra fe.

Sobre este particular el rey Salomón escribió: “Delante de cada persona hay un camino que parece correcto, pero termina en muerte.”(Proverbios 16:25, Nueva Traducción Viviente) Aunque la sociedad nos ofrezca posibilidades para salir de la crisis, el verdadero camino está en Dios.

Cambie su forma de pensar

Hasta tanto sigamos dimensionando los problemas y dejando de lado la fe en el dios de poder que nos ayuda a resolver los problemas, seguiremos perdidos en el laberinto. Es imperativo que transformemos nuestra forma de pensar y así cambiará nuestra forma de actuar.

El apóstol Pablo fue claro cuando enseñó a los cristianos de Roma en el primer siglo, y a nosotros hoy: “No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.”(Romanos 12.2, Nueva Traducción Viviente)

No podemos permitir que nos mueva la duda que prevalece en nuestra sociedad. Sólo avanzamos en la medida en que permitimos que Dios transforme nuestra manera de pensar, que alimentemos la fe en el poder de Dios—que es ilimitado—y nos convenzamos que puede resolver nuestros problemas.

¡Es tiempo de que se produzca un cambio de 180 grados en el curso de nuestra vida! Con el acompañamiento de Dios, los tropiezos cotidianos y que nos roban la paz, pueden transformarse en soluciones y oportunidades para crecer en las dimensiones, personal y espiritual.

Un paso esencial: reciba a Jesucristo

Jesucristo transforma nuestros problemas en soluciones y bendiciones. Por eso, es imperativo que lo reciba en su corazón como su único y suficiente Salvador. Allí donde se encuentra, puede hacerlo. Basta que le diga: “Señor Jesucristo, te recibo en mi corazón como mi único y suficiente Salvador. Gracias por morir en la cruz por mis pecados, perdonarme y abrirme las puertas a una nueva vida. Haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Inscríbeme en el libro de la vida. Amén”

Lo felicito. No dudo que ha tomado la mejor decisión de su vida. Ahora tengo tres recomendaciones para usted. La primera, que haga de la oración un principio de vida diario. Orar es hablar con Dios. La segunda, que lea la Biblia. Es un libro maravilloso en el que aprenderá principios para avanzar hacia el éxito y crecimiento, personal y espiritual, y por último, congréguese en una iglesia cristiana.

Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirme a pastorfernandoalexis@gmail.com o llamarme, a cualquier hora del día al (0057) 317-4913705.

© Fernando Alexis Jiménez

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