Con ayuda de Dios podemos alcanzar paz interior |
Fernando Alexis Jiménez
Recuerdo el caso de alguien que vino a la oficina
procurando justificar que se iba a separar. “No soporto a mi esposa”, decía y a continuación enumeró todas las
razones por las que consideraba, no había marcha atrás en su propósito de
terminar la relación.
Como
antesala a que se oficializara su divorcio con el aval de un “clérigo”, le pedí que anotara
diariamente una virtud de su pareja. Una sola, le pedí. Le sugerí valorar algo,
así pareciera pequeño, que ella hacía por la relación, a favor de él, por los
hijos.
Nos
reunimos en dos ocasiones, y seguía indeclinable en su propósito de separarse.
Pero en el tercer encuentro, en la oficina, su perspectiva había cambiado. “No había reflexionado antes en lo
maravillosa que es mi esposa”, dijo, al tiempo que me informó que había
desistido de la separación.
La
relación de pareja no es fácil y tiende a ser un poco más compleja cuando
llegan los hijos; no obstante si a partir de lo que tenemos hoy, decidimos
reconstruir nuestra vida, puedo asegurarle que encontraremos que la relación
familiar es gratificante.
Un hogar sólido comienza por los hijos
Alrededor de la
familia se ha discutido mucho. Basta que vayamos a cualquier librería para que
encontremos sinnúmero de libros abordando el asunto, y ofreciendo desde la
perspectiva de la ciencia y de la terapia, salidas al laberinto. Algunas de
estas metodologías parecen funcionar, otras definitivamente dejan muchos
vacios. Pero, ¡hay una salida a la crisis de la familia? Sin duda que sí, y
parte de una decisión: Abrirle las puertas de nuestro hogar al Señor Jesús. Él
sabe cómo traer soluciones a los problemas.
A nadie le enseñaron en la
universidad a ser buen padre o buena madre. Es probable que conozcamos muchas
estrategias, hayamos leído consejos o quizá hubiésemos experimentado
estrategias, pero aún seguimos con un enorme interrogante en nuestro corazón:
¿Qué hacer para que la familia funcione? Y la respuesta a esta pregunta
comienza con los hijos.
Desde hoy sentamos las bases para
hogares sólidos, que ellos van a replicar, y a su vez, de acuerdo a la
formación que les impartamos hoy, edificarán familias firmes que se replicarán
en los nietos y bisnietos. Es una cadena que desde ya debeos comenzar a
construir.
De nosotros, como padres o madres,
depende que edifiquemos hijos seguros, con una alta autoestima y la disposición
para enfrentar cualquier obstáculo que surja en su camino. Lo que imprime
dinamismo a esa tarea de ser buenos progenitores, que enseñan a partir del
ejemplo, es el amor. Si amamos a nuestros hijos, les prepararemos para la vida.
¿Ama usted a sus hijos como Dios ama a los niños?
En
alguna ocasión el amado Señor Jesús fue abordado por unos niños. Querían
acercarse a él, tocar su manto, quizá jugar. Los discípulos procuraron impedirlo.
Y relata el Evangelio que: “Pero Jesús
dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es
el reino de los cielos.”(Mateo 19:14)
Jesús amaba a los niños. A pesar de
sus múltiples ocupaciones, es evidente que estaba a pasar unos minutos con
ellos. Ahora, pregúntese como padre o madre: ¿Cuánto tiempo dedicamos a
nuestros hijos?¿Nos preocupamos por sus problemas—así parezcan muy pequeños—y
les ayudamos a resolverlos? Si para nuestro amado Salvador eran importantes los
infantes y adolescentes, cuánto más debieran ser para nosotros en nuestra
condición de padres.
Un niño o niña que recibe la
atención de sus progenitores, crecerá en un ambiente de confianza,
desarrollarán seguridad en sí mismos—la que se tornará evidente en sus
relaciones y en las propias ocupaciones en la escuela y el colegio--, tendrá
una alta auto estima y si ha sido formado en principios y valores, no cederá
fácilmente a las tentaciones que le ofrezca el mundo.
El afamado autor, Gary Chapman,
escribe: “Los niños que se sienten amados
por sus padres y sus compañeros desarrollarán un lenguaje amoroso principal
basado en su estructura emocional única y en la manera en la que sus padres les expresaron el amor,
así como las personas que estaban alrededor y eran importantes para ellos.
Ellos hablarán y entenderán el lenguaje del amor que aprendieron, porque lo
recibieron. Los muchachos que no se sienten amados por sus padres y compañeros,
también desarrollarán un lenguaje amoroso principal. Sin embargo, será un tanto
distorsionado, de la misma manera que algunos niños pueden aprender poca
gramática y no tener un vocabulario desarrollado. Esos escasos conocimientos no
significan que no puedan desarrollar una buena comunicación, como igual, no
haber recibido amor no significa que no puedan dar amor, pero sí significa que
tendrán que trabajar más diligentemente que aquellos que tuvieron un modelo más
positivo en sus vidas.”(Gary Chapman. “Los 5 lenguajes del amor”. Editorial
Unilit. 1996. EE.UU. Pg. 10)
Si no ha tomado tiempo para analizar
el asunto, es hora de que lo haga. Recuerde que siempre hay tiempo para
corregir errores. Con ayuda de Dios podemos imprimir cambios a nuestra
existencia pero también a la relación con nuestros hijos. Es tiempo de pedir la
sabiduría divina para brindarles un buen trato, rodearlos de amor y enseñarles
que fueron concebidos por el Señor con todas las potencialidades para ser
vencedores.
Cito de nuevo al doctor Chapman
cuando recomienda: “…los niños que
crecieron con un sentido poco desarrollado del amor también pueden sentirse
amados y comunicar amor, pero tendrán que trabajar en ello más diligentemente
que quienes crecieron en una atmósfera de amor saludable.”(Gary Chapman. “Los 5
lenguajes del amor”. Editorial Unilit. 1996. EE.UU. Pg. 11)
Los hijos que reciben amor, darán
amor. Es un principio que aplica a todos los hijos, hoy y siempre. Si no ha
brindado amor a sus hijos, hoy es el día para que lo haga y comience a cambiar
su historia. La relación al interior de la familia mejorará y ofrecerá mañana a
la sociedad, hombres y mujeres que reciban y den amor.
Una buena relación de pareja
Todo lo que nuestros
hijos ven, lo replicarán en su propia existencia y lo reflejarán en su relación
de pareja cuando hayan contraído matrimonio. Basta que tome unos cuantos
minutos para evaluar los casos de hombres o mujeres maltratadores, averigüe un
poco y compruebe que su problema real comenzó en la niñez. Quizá usted mismo
vive esa situación. Es agresivo verbal y físicamente. Le puedo asegurar que ese
mismo trato lo recibió usted desde su infancia. Lo que está haciendo es
replicar un patrón de conducta que aprendió inconscientemente y que legitimó
como el más apropiado.
El amor romántico en el matrimonio
está profundamente enraizado en nuestra estructura sicológica. Si en la niñez
nos prepararon para recibir amor, sin duda, en lo que pensemos y hagamos,
reflejaremos ese amor. Es algo que se siembra en nuestra vida desde la más
tierna infancia y que germina y cosecha cuando llegamos a la juventud y edad
adulta.
Todas las personas deseamos ser
amadas. Hasta quien se pudiera considerar el más malo de todos los
representantes del género humano, anhelan el amor. El autor y conferencista, Gary Chapman, explica que: “En el corazón de la existencia humana se
encuentra el deseo de tener intimidad y de ser amado por otro. El matrimonio
está diseñado para llenar esa necesidad de intimidad y amor.” (Gary Chapman.
“Los 5 lenguajes del amor”. Editorial Unilit. 1996. EE.UU. Pg. 15)
Si hay amor en la pareja, ese amor
lo absorberán nuestros hijos. Tenga presente que un niño con amor en su
corazón, el que le prodigaron sus padres, crecerá seguro, pero sin amor se torna rebelde. El mal comportamiento
del niño en muchos casos demuestra un vacío de amor.
Cómo afecta la falta de amor
La falta de amor
permanece durante la edad adulta. El
deseo de amor está en el centro de nuestras emociones. Todo cónyuge anhela el
amor de su pareja. El matrimonio fue diseñado para llenar las necesidades de
amor e intimidad. Sobre esta base es importante que evalúe cómo anda su
relación de pareja y con los hijos, y aplique los correctivos que considere
necesarios, comenzando por el más importante: dar amor a su pareja.
No es algo opcional. Es una obligación, en el mejor de
los términos ya que el apóstol Pablo escribe: “…porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente
para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.”(1 Timoteo
5:8)
La forma de proveer no es únicamente
económica. También debemos proveer amor. En primer lugar a nuestro cónyuge, y
en segundo lugar a nuestros hijos, cuando vengan al mundo.
Nunca será tarde para empezar de
nuevo. Revisar nuestros errores, tomar conciencia del daño que causamos, y
disponernos a cambiar con ayuda de Dios. Es una decisión que nos permitirá
disfrutar de una vida significativa, enriquecedora y con propósito.
Cómo tener armonía en casa
El amor es divino.
Dios es el autor del amor. Él mismo nos ha amado de tal manera que envió a su
Hijo Jesús a morir por nuestros pecados. La máxima expresión del amor en toda
la historia de la humanidad y me atrevería a ir más allá: de todo el universo.
Dios mismo es amor (Cf. 1 Juan 4:8)
Lamentablemente de tanto utilizamos
ese término en una sociedad como la nuestra, hemos desdibujado la palabra amor
y su significación. ¿Por qué, entonces,
es tan importante el amor? Porque el amor es la base de todo, y mucho más de la
relación familiar.
El afamado autor y conferencista,
Gary Chapman, explica: “Entre esas
necesidades emocionales, ninguna es más básica que la de amor y afecto, y la
necesidad de sentir que se pertenece a alguien y se es querido. Si tiene
suficiente afecto, el niño llegará a ser un adulto responsable. Sin ese amor él
o ella serán emocional y socialmente retardados.” (Gary Chapman. “Los 5
lenguajes del amor”. Editorial Unilit. 1996. EE.UU. Pg. 15)
Rara vez un esposo y una esposa
manejan el mismo lenguaje para expresar su amor. El amor hacia nuestra pareja
debemos expresarlo con palabras y hechos. Lamentablemente pasado un tiempo, ese
sentimiento que los componentes de la pareja manifestaban e incluso les motivó
a contraer matrimonio o comprometerse, pareciera que va desapareciendo. No es
lógico que el amor se esfume dos años después del matrimonio.
Mantenga vivo el amor de pareja
Mantener vivo el amor
en el matrimonio es un asunto muy serio. Es una tarea que nos corresponde. No
dejar que muera. Y la mejor forma es avivándolo con nuestras palabras y
acciones que testimonien a nuestro cónyuge que le amamos.
Como cristianos, debemos darle vida
al amor, no dejar que desaparezca en la relación. Recuerde que, como lo enseñó
nuestro amado Salvador Jesucristo, el amor es un distintivo de quienes
profesamos creer en Él: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor
los unos con los otros.”(Juan 13:35)
Nuestro amado Dios nos creó con la
capacidad de amar y ser amados. En el buen sentido de la palabra podríamos
decir que es una necesidad y a la
vez, un sentimiento primarios. Cuando
nuestras acciones cambian hacia nuestro cónyuge y nuestros hijos, cuando
dejamos que aflore el amor, todo cambia. Puedo asegurarle que imprimirá un
cambio profundo y duradero en las relaciones.
Hoy es el día oportuno para cambiar,
darnos una oportunidad y dársela a la familia. Optar por transformar nuestras
actitudes, no en nuestras fuerzas sino en el poder de Dios, Aquél que todo lo
puede.
Si todavía no ha recibido a Jesús
como su Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Tomados de la mano
del Señor Jesús emprendemos el maravilloso proceso de crecimiento personal y
espiritual que tanto anhelamos. No se arrepentirá.
Léanos en www.mensajerodelapalabra.com y www.bosquejosparasermones.com
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