Debemos aprender a manejar los conflictos familiares |
La discusión pasó de ser serena
para convertirse en una verdadera tormenta en la que iban y venían palabras.
Todo comenzó cuando el padre llamó la atención de su hijo por llegar tarde. “En una ciudad tan peligrosa, te puede
ocurrir algo; avisa cuando no vayas a llegar temprano”, le dijo.
Una
recomendación apenas natural de un progenitor que se inquieta cuando no llega
su hijo. El muchacho, sin embargo, con un cúmulo de rencor en su corazón,
interpretó la recomendación como un ataque y reaccionó.
“Mira quien habla, ¿tú que llegas tarde
siempre?”, vociferó con ojos transformados por la ira.
Aquél
día la diferencia de opinión no fue a mayores porque el padre prefirió guardar
compostura; sin embargo, muy dentro, sentía rabia y ese resentimiento terminó
por minar la relación entre los dos.
¿Ha
tenido discusiones a nivel familiar? A todos, sin duda. No podemos desanimarnos.
Jamás podemos perder de vista el hecho de que nuestros hijos crecen, piensan
diferente y—en cierta medida—ven el mundo desde una óptima distinta.
Influencia en los hijos
Otra realidad es que los padres
jamás olvidamos que los hijos crecen. ¿Podría imaginar que los fines de semana,
cuando vienen los hijos casa después del culto, generalmente pregunto a mi
esposa: ¿Ya vienen los muchachos? Y, por supuesto, todos crecieron. No
obstante, en el imaginario de todos los padres, los chicos siguen siendo “los chicos” aun cuando hayan crecido.
¿Cómo
educar a los hijos? Con sabiduría, dependiendo del Señor. No podemos reaccionar
violentamente, porque acabamos de empeorar las cosas y romper toda oportunidad
de diálogo. El rey Salomón, un sabio entre los sabios, recomendó: “El
prudente se anticipa al peligro y toma precauciones. El simplón avanza a ciegas
y sufre las consecuencias.”(Proverbios 22:3.
NTV)
Como
cristianos, debemos volcar nuestro mayor esfuerzo a dar solidez a la relación
familiar. Procurar el diálogo, no excedernos en las decisiones, dar pasos
lentos pero seguros.
Prudencia en los conflictos
La Biblia—el libro de los
triunfadores—es muy clara cuando nos insta a ser prudentes y tomar
precauciones. Prudencia y precaución son
dos formas de evitar que nuestra vida como creyentes, y servidores en la
iglesia, se vea afectada.
En
este orden de ideas cabe recordar lo que recomienda el reconocido conferencista
cristiano, Juan Radhamés Fernández: “Muchas
veces erramos y nos confundimos porque no servimos al Señor de acuerdo con lo
que Él establece, sino conforme a lo que nosotros pensamos. Somos tardos para
entender y renuentes para seguir sus instrucciones. Tenemos seria dificultad
para seguir direcciones, y es por esa razón que se nos dificulta caminar con
Dios.”(Juan Radhamés Fernández. “Manual de vida en el Espíritu”. Editorial
Vida. EE.UU. 2002. Pg. 16)
Hoy
es el día de pensar en su familia. El día para hacer un alto en el camino y
aplicar correctivos a los errores que hayamos cometido. Hoy es el día para
volvernos a Dios y permitirle que ocupe el primer lugar en nuestra vida y
nuestro hogar.
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