Si prometemos algo, debemos cumplirlo; es un distintivo del cristiano |
Fernando Alexis Jiménez
Por
muchos años la cafetería ubicada sobre
un costado del único parque de Vijes, el pueblo donde transcurrió mi ya lejana
adolescencia, fue el sitio de obligada reunión de los personajes de mayor
reconocimiento. Mi bisabuelo Angelino Barco era uno de ellos. Bajo de estatura,
mirada afable, sonrisa comprensiva y camisas invariablemente blancas y
almidonadas, de manga larga, que le
hacían lucir como lo que fue hasta su muerte: el Notario Municipal.
Delante
suyo se hacían todos los negocios, muchos de ellos solamente de palabra. La
honorabilidad en mi pueblo era supremamente valiosa. Si alguien prometía algo,
lo cumplía.
Un
ejemplo lo ofrece alguien que le prometió a su enamorada que, al salir al
balcón, encontraría los vestigios de la primavera, y para atender su anuncio
regó pétalos de rosa por toda la calle –ancha y sin pavimento—que conducía
hasta su casa.
Otro
más le prometió a su señora madre que velaría por ella hasta la muerte, y
aunque trataron de hacerle entrar en razón, aún después de muerta iba todas las
tardes al cementerio a cuidar que no hubiese salido ni siquiera una brizna de
mala hierba sobre su tumba.
Fue
a Angelino Barco –mi bisabuelo--a quien se le escuchó repetir mil veces: “Hay
que honrar la palabra empeñada”.
Un valor que se ha perdido
Conforme
nuestra sociedad evoluciona, se han deteriorado costumbres y están siendo
socavados los principios y valores.
La
Biblia dice: “Vale más la buena fama que el
buen perfume”(Eclesiastés 7:1. Versión Popular.
Refiere
que reviste particular importancia tener reconocimiento como alguien honorable,
y tal honorabilidad comienza con el cumplimiento de aquello que prometemos.
Pequeños incidentes roban la buena fama
Hay
quienes, por pequeñeces, echan por la borda lo bueno que hacen. Pueden haber
manifestado honorabilidad en cuanto piensan, hablan y hacen; sin embargo no
miden las consecuencias y, pequeños incidentes, roban su buena fama.
Recuerdo
el incidente ocurrido con un directivo empresarial. Un hombre que tuvo bajo su
cuidado el manejo de millones de pesos; sin embargo cuando la junta directiva
decidió desvincularlo del cargo, no dudó un instante en llevarse elementos de
oficina en su portafolio.
¡Toda
una carrera de honradez empañada por sustraerse bolígrafos, lápices, ganchos y
una calculadora!.
Recupere su buen nombre
En
Latinoamérica “buen nombre” es sinónimo de fama de honradez, rectitud y
transparencia. Quizá ha perdido ese “buen nombre” por obrar sin pensar
detenidamente lo que hacía. Una mentira al descubierto, un robo así parezca
insignificante, incumplir aquello que prometió... Hay muchas maneras de faltar
a la integridad...
El
mundialmente conocido conferencista y autor, Billy Graham, enseña que: “…la pureza de la conducta va ligada a la
veracidad. La Biblia enseña que debemos ser personas veraces. ¡Con qué
severidad cuestionó el Señor Jesús la hipocresía de los escribas y fariseos! En
el Sermón del monte cuestionó el que se dieran ofrendas, se hiciera ayuno u
oración con hipocresía. También debemos ser veraces—hablar con la verdad—cuando
de lo que—en nuestra vocación--, hemos logrado en el pasado. Dios no nos pide
que subestimemos los hechos tratándolos con excesiva modestias. Eso podría
llegar a ser hipocresía. Pero tampoco quiere Dios que exageremos ni con el
pensamiento ni con las palabras al referirnos a nuestros dones o éxitos.
Cualquier cosa contraria a la verdad, es una mentira…” (Joan Winmill Browm.
“Día a día con Billy Graham. Casa Bautista de Publicaciones. 1986. EEUU. Reseña
Marzo 2)
Es necesario que recobremos la credibilidad en lo que decimos... |
Reconozca
que el más perjudicado es usted. Los demás no tienen credibilidad en sus
acciones.
Hoy
es el día para comenzar de nuevo. Es volver a andar por el sendero del bien que
tal vez hayamos descuidado. Es recobrar lo perdido.
El
poder para cambiar, incluso en aspectos en apariencia triviales, proviene de
Dios. Al someternos a Él, opera la transformación que tanto ha anhelado y que
ha sido difícil de alcanzar en nuestras fuerzas. ¡Hoy es el día para comenzar
de nuevo!.
¿Ya dio pasos firmes hacia el cambio?
Es
probable que en su camino hacia el cambio haya encontrado tropiezos. Ocurre
porque depende de sus fuerzas y de las fuerzas que provienen de Aquél que todo
lo puede. ¿Cómo lograrlo? Dando pasos concretos. El primero y más importante es
recibir al Señor Jesús como su único y suficiente Salvador.
¿Cómo
recibirlo en nuestro corazón? Con una oración sencilla. Dígale: “Señor Jesús, reconozco que he pecado.
Gracias por perdonar todos mis pecados mediante tu sacrificio en la cruz.
Anhelo cambiar. Solo tú puedes ayudarme. Te recibo como mi Salvador. Haz de mí
la persona que tú quieres que yo sea. Amén”.
¡Felicitaciones!
Ha tomado la mejor decisión de su vida. Cristo Jesús transformará su ser. Ahora
tengo tres recomendaciones: la primera, haga de la oración un principio de vida
diaria. Orar es hablar con Dios; la segunda, aprenda en las Escrituras
principios prácticos que traerán cambio a su existencia, y la tercera, comience
a congregarse en una iglesia cristiana. ¡Su vida jamás será igual!
© Fernando Alexis Jiménez
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