La Biblia nos enseña claramente la importancia de perdonar a nuestro cónyuge y a nuestros hijos |
Fernando Alexis Jiménez
Darío
sólo comprendió que realmente amaba a su esposa, el día que ella estaba
muriendo, dos metros más allá del asiento donde pasaba noches enteras esperando
escuchar noticias de su mejoría.
Y
lo comprendió porque durante muchos años no le dio buen trato. Las dos
ocasiones que recordaba haberle brindado ternura fueron el día que le pidió lo
aceptara como novio, y la noche durante una cena cuando le pidió casarse. El
resto fue rutina. Una relación tan fría como un atardecer lluvioso, y tan gris
como la ciudad poblada de densos nubarrones que amenazan una tormenta.
--Reconozco que nunca fui cariñoso.
Simplemente pensé que ya era mía, y la dejé a un lado. No me quedaba tiempo más
que para mi trabajo, los amigos cuando salíamos a beber cerveza los viernes en
la noche, y las tardes de fútbol—reconoció.
Y
allí estaba Patricia agonizando. “Dios
mío, si me das la oportunidad, seré el mejor esposo”, dijo mientras oraba
al Señor. La joven murió. No pudo ganar la batalla contra una penosa enfermedad
que se desarrolló en su organismo con una agresividad inmisericorde.
Lo
que más le dolía, recuerda Darío, es que por mucho tiempo guardó rencor contra
su mujer. Le molestaba que ella le mostrara sus errores. Interpretaba las
palabras de dolor que ella le decía, como una afrenta. Algo que no le pudo
perdonar.
No dilate la decisión de perdonar
Piense
por un instante que quizá hoy es el último día con su cónyuge. Es más, se
encuentra quizá en los últimos minutos. ¿Habría algo que corregir? Sin duda que
sí. Y uno de los principales correctivos—se lo digo sin conocer su caso en
particular—es el perdón. Es necesario perdonar a nuestra pareja, e incluso, a
los hijos, si nos han causado daño.
Perdonar a nuestro cónyuge y a nuestros hijos es fácil, no en nuestras fuerzas sino en el poder de Dios |
Cabe
recordar el consejo del autor y conferencista internacional, Gary Rosberg,
cuando enseña que: “El amor que perdona salvaguarda tu matrimonio al sanar las heridas y
ayudarte para que te sientas aceptado y conectado. Es el amor que vuelve a
unirte a tu cónyuge cuando las inevitables ofensas que se producen en la
relación matrimonial, los han separado. Es la primera clase de amor que
necesita todo matrimonio para alcanzar el nivel de “a prueba de divorcio”.
Además, es un amor que se encuentra arraigado con seguridad en el amor de Dios
para nosotros.” (Gary y Barbara
Rosberg. “Matrimonios a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2002. Pg.
86)
Perdonar con ayuda de Dios
Comprendemos que hay muchas heridas que tal vez
siguen latentes en nuestra alma. Palabras mal dichas, agresividad verbal o
sicológica, abusos… tantas y tantas situaciones que terminan por acumularse en
nuestro corazón e ir tomando forma de rencor. ¿Piensa que podría crecer
espiritualmente con esa carga de dolor, odio y resentimiento? Por supuesto que
no.
Quien nos permite perdonar es Dios mismo, que nos
concede la fuerza necesaria para lograrlo. No es en nuestras fuerzas sino en
las que provee el Señor como podemos llegar a perdonar.
¿Por qué razón? Porque el amor debe estar exento
de rencor y, ser ante todo, un amor perdonador como enseña el apóstol Pablo: “El amor es comprensivo y servicial; el amor nada sabe de envidias,
de jactancias, ni de orgullos.
No es grosero, no es egoísta,
no pierde los estribos, no es
rencoroso. Lejos
de alegrarse de la injusticia, encuentra su gozo en la verdad. Disculpa sin límites, confía sin
límites, espera
sin límites, soporta sin límites. El amor nunca muere. Vendrá, en cambio, un día en que nadie comunicará
mensajes de parte de Dios,
nadie hablará en un lenguaje
misterioso, nadie
podrá presumir de una profunda ciencia.”(1 Corintios 13:4-8)
Puedo asegurarle que si entregamos toda la carga
de rencor en manos de Dios, Él nos ayudará a lograr perdonar. Es una forma de
ser libres y, de paso, liberar a la persona a la que tenemos atada con el odio.
La decisión de perdonar es nuestra, la disposición también, pero la fuerza para
lograrlo proviene del Señor.
Y hablando de Dios, ¿Ya recibió a Jesús como su
único y suficiente Salvador? Hoy es el día para que tome esa decisión y
emprenda un nuevo camino de crecimiento personal y espiritual. Si tiene alguna
inquietud, no dude en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com o llamarnos
al (0057)317-4913705.
© Fernando Alexis Jiménez
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