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¿Realmente estamos amando a nuestra familia?

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¿Dedica tiempo a la familia?

Por Fernando Alexis Jiménez
Si algo le molestaba a Roberto, era la forma displicente como su esposa Patricia le respondía. Podía afirmar que esa situación había minado la relación de pareja. Incluso llegó a pensar en separarse. “El trato que me da es irrespetuoso”, solía repetir.
            Su decisión cambió cuando reconoció que había una familia que cuidar, unos hijos que proteger, y un futuro unidos que no se podía tirar por la borda.  En ese momento decisión asumir dos principios esenciales en su trato con Patricia: Tolerancia y perseverancia. Es cierto, ella era la causante de la mayoría de los conflictos intrafamilialres, pero desde ese día, decidió someter las situaciones complejas en manos de Dios procurando su ayuda. ¡Y la respuesta no se hizo esperar!            El panorama que lucía ensombrecido, se fue despejando y todo volvió a su curso, a la normalidad. Había armonía. Realmente estaba materializando lo que era amar a su familia.

            Amar a la familia está íntimamente ligado a dar lo mejor de nosotros, perdonarles, procurar lo mejor de lo mejor para nuestro cónyuge y los hijos, darles lo que esté a nuestro alcance sin ningún tipo de miramiento ni egoísmo, perseverar si hay crisis al interior del hogar y, ante todo, someter la familia a Dios.
            El apóstol Pablo escribió: “El amor no hace mal a otros, por eso el amor cumple con las exigencias de la ley de Dios. Esto es aún más urgente, porque ustedes saben que es muy tarde; el tiempo se acaba. Despierten, porque nuestra salvación ahora está más cerca que cuando recién creímos. ”(Romanos 12:10, 11. Nueva Traducción Viviente)
El testimonio cristiano se ve engalanado con un buen trato a nuestra familia. Es en ese espacio, la familia, donde probamos si somos realmente hombres y mujeres que seguimos fielmente al Señor Jesús.
            Es posible que en nuestra vida hayamos cometido errores con la familia. Lo importante es que ahora, en nuestra condición de cristianos, sigamos en la misma actitud. Si hacemos un alto en el camino, identificamos errores y nos disponemos a recuperar nuestro hogar, contaremos con la ayuda de Dios.
            El apóstol Pablo escribió: “La noche ya casi llega a su fin; el día de la salvación amanecerá pronto. Por eso, dejen de lado sus actos oscuros como si se quitaran ropa sucia, y pónganse la armadura resplandeciente de la vida recta.  Ya que nosotros pertenecemos al día, vivamos con decencia a la vista de todos. No participen en la oscuridad de las fiestas desenfrenadas y de las borracheras, ni vivan en promiscuidad sexual e inmoralidad, ni se metan en peleas, ni tengan envidia.  Más bien, vístanse con la presencia del Señor Jesucristo. Y no se permitan pensar en formas de complacer los malos deseos.”(Romanos 12:12-14. Nueva Traducción Viviente)
            En la familia debemos enfocar nuestros esfuerzos. Pedir a Dios la sabiduría y fortaleza para cambiar, darles un trato adecuado y encontrar realización en el espacio del hogar, constituyen pasos sólidos hacia nuestro verdadero crecimiento cristiano.
            Tenga siempre presente que su familia vale la pena. Jamás será muy grande el esfuerzo que haga por su cónyuge y por sus hijos. Si depende de Dios, Él le concederá la sabiduría y la capacidad de edificar familias sólidas, en los que primen fundamentos cristianos y en donde el Señor Jesús reine verdaderamente.

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