Dios desea que procuremos la unidad familiar y no el divorcio |
Fernando Alexis Jiménez
Dios creó la familia. Él sabe todo acerca de sus
conflictos pero también, de las soluciones. Él es el Hacedor y en la Biblia,
entregó un manual para encontrar respuestas a todos los interrogantes y
dificultades que nos asaltan. Procurar soluciones aparte de Él es tropezar con
enormes barreras e incrementar el nivel de los conflictos.
El autor y conferencista internacional, John Piper, lo
explica de la siguiente manera: “El
matrimonio es obra de Dios porque es la unión en un solo cuerpo que él mismo
lleva a cabo. Vislumbramos la magnificencia del matrimonio cuando vemos en la
Palabra de Dios que Él es el gran hacedor. El matrimonio es su obra. Proviene
de él y existe mediante él. Eso es lo fundamental que podemos decir del
matrimonio.”(John Piper. “El pacto matrimonial”. Tyndale House Publishers.
EE.UU. 2013. Pg. 7)
Cuando al primer inconveniente que surge en la relación de pareja o cuando
llega la fatiga, consecuencia del paso de los años y la rutina, una puerta en
la que piensan muchos es en el divorcio. Es una inclinación tan antigua como el
tiempo, que en algún momento plantearon al Señor Jesús unos religiosos: “Unos fariseos se acercaron y trataron de
tenderle una trampa con la siguiente pregunta: “—¿Se permite que un hombre se
divorcie de su esposa por cualquier motivo? Jesús respondió: —¿No
han leído las Escrituras? Allí está escrito que, desde el principio, “Dios los
hizo hombre y mujer”. —Y
agregó—: “Esto
explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y
los dos se convierten en uno solo”. Como ya no son dos sino uno, que nadie separe lo que Dios ha unido.”(Mateo 19:3-6. NTV)
Cuando Dios creó al hombre y, posteriormente a la mujer, dispuso que
compartieran la vida juntos y que, durante ese proceso, experimentaran el
enriquecimiento permanente en la relación. Esa misma placidez debía proyectarse
en la relación con los hijos. En esencia, el matrimonio y la familia son una de
las muchas bendiciones que Dios nos ofrece cada día.
La sentencia es clara: “…que nadie supere lo que Dios ha unido.” Pensar o avanzar en camino
hacia el divorcio, es ir en contravía de los planes de Dios, y jamás habrá
bendición en la decisión de separarse.
El impacto negativo del orgullo
Es el orgullo y no otra razón la que lleva a las personas
a tomar la decisión de divorciarse. No podemos desconocer que hay conflictos en
la relación de pareja, pero tampoco ser ciegos a la realidad de que el divorcio
es un perjuicio enorme que nos causamos pero también a nuestros hijos. Jamás
olvide que delante del Señor debemos responder por nuestros hijos (Cf. Salmo
127:3-5)
Cabe aquí
recordar lo que respecto a la unión de la pareja, enseña el autor y
conferencista, Jhon Piper: “Lo más importante que vemos en la Biblia acerca del
matrimonio es que existe para la gloria de Dios. Fundamentalmente, el
matrimonio es obra de Dios. Esencialmente, el matrimonio es la representación
de Dios. Es diseñado por Dios para mostrar su gloria de una manera en que
ningún otro acontecimiento o institución pueda hacerlo.” (John Piper. “El pacto
matrimonial”. Tyndale House Publishers. EE.UU. 2013. Pg. 8)
Cuando le preguntaron al Señor Jesús sobre
el divorcio, Él aclaró que no era el camino diseñado por Dios en medio de
cualquier circunstancia adversa al interior del matrimonio: “—Entonces —preguntaron—, ¿por qué dice
Moisés en la ley que un hombre podría darle a su esposa un aviso de divorcio
por escrito y despedirla? Jesús contestó: —Moisés permitió el
divorcio solo como una concesión ante la dureza del corazón de ustedes, pero no
fue la intención original de Dios. 9Y les digo lo siguiente: el que se divorcia de
su esposa y se casa con otra comete adulterio, a menos que la esposa le haya
sido infiel. ”(Mateo 19.7-9. NTV)
Si ante la posibilidad de la separación
hiciéramos un análisis concienzudo de cuáles son los verdaderos motivos para
tomar ese tipo de decisiones, descubriríamos que no tiene fundamento. Es un
error.
Consecuencias traumáticas del divorcio
Los más perjudicados con el
divorcio son los hijos, no solo aquellos que están en una edad tierna, sino
incluso los jóvenes. La sicóloga, Noelle
Fintushel, autora del libro “Un dolor
temporal”, explica que: “El divorcio de los papás siempre es
devastador y sin importar la edad de los hijos, este va a estremecer de una u
otra forma a los miembros de esa familia”(Citado en el artículo: “Los hijos del
divorcio”. Revista Semana. 07/06/2014. Edición digital)
Los divorcios en
países desarrollados como Estados Unidos van en aumento. Las estadísticas
revelan un aumento de las parejas mayores de 60 años que deciden divorciarse.
Aunque los hijos estén jóvenes experimentan una amalgama de sentimientos que
incluyen sensación de vacío, desaliento, desilusión y rabia. Algunos se sienten
culpables de la ruptura. ¿Por qué se producen
esos sentimientos encontrados? Porque los hijos jamás imaginan que la relación de sus progenitores terminará en
separación. Otro fenómeno ligado a esta desbordante tasa de divorcios es que
los hijos ya adultos experimentan alienación parental, inclinándose por el
padre o la madre y generando distanciamiento hacia el otro.
Los expertos
coinciden que es necesario pensar las consecuencias antes de optar por el
rompimiento. El duelo por una ruptura suele ser prolongado. La relación con los
hijos se puede resquebrajar.
¿La solución es
no contraer matrimonio? Muchos piensan así. Incluso, han esbozado la
posibilidad de casarse a prueba, es
decir, optar por la separación si al término de determinado tiempo la relación
no funciona.
Algunos de los discípulos del Señor Jesús
expresaron su preocupación por el matrimonio y la eventual ruptura que podría
producirse: “Entonces los discípulos le
dijeron: —Si así son las cosas, ¡será mejor no casarse! —No
todos pueden aceptar esta palabra —dijo
Jesús—. Solo
aquellos que reciben la ayuda de Dios. Algunos nacen como eunucos, a otros los hacen eunucos, y otros optan
por no casarse por amor al reino del cielo. El que pueda, que lo
acepte.”(Mateo 19:10-12. NTV)
Las palabras de nuestro amado Salvador son
reveladoras: Es posible para quienes deciden el matrimonio, pero con ayuda de Dios. Este
planteamiento lleva a repensar la relación de noviazgo y no incurrir en el
error de unir las vidas sin que haya pleno convencimiento de amor mutuo. Una
cosa es gustarse y otra, estar realmente enamorados. ¡No caiga en el error de
casarse a la ligera, sin medir el alcance de su decisión!
Piense en su vida, en los hijos que vendrán
como fruto de la relación, y lo traumático que puede resultar para usted y su
familia, un divorcio. Dios debe guiar todo el proceso de enamoramiento. Él es
quien lleva a feliz término esa relación.
Si no ha recibido a Jesús como Señor y
Salvador, hoy es el día para que lo haga. Recuerde que, tomados de la mano del
Salvador, emprendemos el maravilloso camino hacia el crecimiento personal y espiritual.
No se arrepentirá de tomar esta decisión.
Léanos en www.guerraespiritual.org y www.mensajerodelapalabra.com
0 comentarios:
Publicar un comentario