Dios nos ayuda a crecer en la oración |
Fernando Alexis Jiménez
Sobre la oración se ha escrito mucho. Basta que
vaya a una librería cristiana para que pueda apreciar la infinidad de títulos y
de autores que versan sobre cómo orar y las estrategias para ser eficaces
cuando vamos a la Presencia de Dios. Ahora, ¿realmente sirven todos esos
textos? Sin duda que sí, entonces, ¿por qué nos avanzamos? Porque hay una
enorme brecha entre conocer cómo y vivir el cómo.
Hasta tanto logremos superar esa brecha,
probablemente no daremos pasos sólidos para experimentar crecimiento en nuestra
espiritualidad. De lo contrario, sin duda, nos moveremos en un desasosiego
permanente, sin poder llenar el vacío que representa no poder sostener una
relación íntima y edificante con el Dador de la vida.
Si ha caminado por ese sendero de búsqueda que
parece interminable y a primera vista se aprecia que se pierde en un horizonte
lejano, llegó al lugar apropiado.
Llegue a una conclusión: Quizá no sabe orar y ¡necesita aprender! Creo que todos hemos
pasado por ese momento decisivo en nuestra vida espiritual. Y cuando dejamos de
lado todo viso de orgullo para dar paso a contemplar la posibilidad de que si
bien no sabemos orar, deseamos aprender cómo y reconocer que quien puede
ayudarnos es Dios mismo.
El
Espíritu nos ayuda a orar
Al dirigirse a los creyentes de Roma en el
primer siglo, que sin duda experimentaban al igual que nosotros inquietud sobre
cómo orar, el apóstol Pablo sentó las bases del principio más maravilloso que
podemos aplicar a nuestra espiritualidad devocional: Dios nos enseña a orar.
Él escribió: “Además,
el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. Por ejemplo, nosotros no
sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración, pero el Espíritu Santo ora
por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y el Padre,
quien conoce cada corazón, sabe lo que el Espíritu dice, porque el Espíritu
intercede por nosotros, los creyentes, en armonía con la voluntad de
Dios.”(Romanos 8:26, 27. NTV)
¿Se ha preguntado alguna vez si su oración está
llegando a la Presencia del Señor? Creo que a todos nos ha ocurrido. Es una
expectativa que quisiéramos colmar, con esa misma ansiedad de quien espera que
toquen a la puerta de su apartamento y un cartero con rostro sonriente le saluda
y luego le dice: “Aquí Dios le envía un mensaje”. Usted mira el sobre,
cuidadosamente acomodado, y sabe que ahí está la respuesta pero al mismo tiempo
una amalgama de sentimientos le lleva a sentir temor de abrirlo.
¡Dios nos ha enviado un mensaje claro sobre cómo
orar! Está en las Escrituras y es Pablo quien lo deja claro: El Espíritu Santo
intercede por nosotros y nos ayuda a orar como debiéramos. Es Dios mismo quien
nos guía por el sendero apropiado.
Siguiendo
a Jesús en la oración
Cuando procuramos cómo orar adecuadamente, y más
si estamos desarrollando algún ministerio en la extensión del Reino de Dios,
debemos acudir al ejemplo que nos brinda el Señor Jesús y que se consigna en
los Evangelios.
Una buena sugerencia es que tome la Biblia y comenzando
desde Mateo hasta concluir en Juan, resalte con colores cada uno de los pasajes
donde se habla de la oración y de algo que era una disciplina diaria en el
Señor Jesús: Orar.
Medite en esos versículos y pregúntese de qué
manera puede aplicarlos a su vida. Puedo asegurarle que iniciará un proceso
maravilloso de crecimiento espiritual que irá en aumento cada día.
Despierte…
y ore
Con más frecuencia de lo que quisiéramos,
estamos muy ocupados con los quehaceres que tenemos escritos en la agenda, pero
también aquellos que salen al paso y que nos resultan inevitables.
Abrimos los ojos al sonar la alarma del reloj
despertador—lo más probable es que el primer pensamiento sea para Dios--, e
inmediatamente tomamos conciencia que llegó la hora de emprender un nuevo día y
de atender múltiples compromisos, compromisos que a veces nos esclavizan.
¿Cuál es el primer punto que debemos atender?
Sin duda el hablar con Dios, quien guía nuestros pasos y es quien prospera
nuestros planes y proyectos cuando los sometemos en Sus manos (Salmo 37:5)
Pero, seamos sinceros: No lo hacemos así.
Generalmente saltamos de la cama y emprendemos
el ritual de arreglarnos, tomarnos un desayuno ligero e ir al trabajo; nos
ocupamos ocho horas o quizá más en la oficina o la factoría, y regresamos
cansados para reiniciar el ciclo unas cuantas horas después.
Nuestro amado Salvador iniciaba su día en oración. El evangelista
Marcos relata que: “A la mañana siguiente, antes del amanecer,
Jesús se levantó y fue a un lugar aislado para orar.”(Marcos 1:35. NTV)
¡Claro que las jornadas de Jesús eran intensas,
pero aun así, no por ello dejaba de orar! Esa práctica de intimidad con el
Padre que era cotidiana en el Salvador, no era cuestión de unas veces y otras
no, sino de todos los días, recién comenzaba a amanecer.
Como
apreciará, es tiemplo de aplicar modificaciones a nuestra cotidianidad y
empezar cada mañana en oración, que sin duda, agrada a nuestro amado Creador. El
rey David lo expresó con las siguientes palabras: “Oh
Dios, tú eres mi Dios; de todo corazón te busco. Mi alma tiene sed de ti; todo
mi cuerpo te anhela en esta tierra reseca y agotada donde no hay agua.”(Salmo
63:1. NTV).
Es esencial que no solo anhelemos a nuestro Padre
celestial como un rapto de emocionalismo, sino con un corazón sincero, y que
desarrollemos intimidad con Él emprendiendo cada día con oración.
Trabaje…
y ore
Desconozco cuántas veces ha cometido errores por
decisiones equivocadas. En mi caso han sido muchas las veces que fallé al
inclinarme por un negocio, un viaje o simplemente una compra doméstica.
Minutos, horas o días después me arrepentí. ¡No había nada qué hacer!
Lo más probable es que a todos nos ha ocurrido
lo mismo. Nos dejamos guiar por amistades o quizá un promotor comercial. Nos
pintan un panorama alentador, que promete mucho. Llegado el momento
comprendemos la magnitud del equívoco.
Nuestro Maestro Jesús no tomaba decisiones sin
antes consultarlas al Padre. Sus actuaciones estaban rodeadas por oración, como
lo leemos en Evangelio de Lucas: “Cierto día,
poco tiempo después, Jesús subió a un monte a orar y oró a Dios toda la
noche.”(Lucas 6:12. NTV)
¿Por qué lo hizo? Porque al día siguiente debía
escoger a sus discípulos. Y Él oró sin medir el paso de las horas. Intimidad
con Dios. Permanencia en Él.
Un principio que aprendemos para nuestra vida
práctica de fe, es orar antes de decidir algo, incluso aquello que nos parezca
muy trivial.
Termine
sus jornadas en oración
Lo mejor que podemos hacer como discípulos de
Jesús el Señor, es comenzar nuestras actividades diarias en oración, pero
además, terminar las jornadas en búsqueda del rostro de Dios.
Aun cuando estaba muy cansado, nuestro Salvador
lo hacía siempre. No había excusa. El evangelista Mateo lo describe así: “Después de despedir a la gente, subió a las colinas para
orar a solas. Mientras estaba allí solo, cayó la noche.” (Mateo 14:23. NTV)
¡Cuántas veces pretextamos estar muy cansados para no
orar! No le ha ocurrido a usted solamente. A mí, al vecino, a todos. Y el hecho
de tratarse de un comportamiento o hábito común, no significa que sea bueno.
Por el contrario, es equivocado y nos lleva a errores, por con Dios iniciamos
el día y con él, debe terminar.
Sólo cuando aplicamos modificaciones a nuestro esquema de
oración, podemos expresar: “En paz me acostaré y dormiré, porque solo tú, oh Señor, me mantendrás a
salvo.”(Salmo 4:8. NTV)
No es asunto de si queremos o no, sino de evaluar qué nos
conviene. Y usted está llamado a tomar decisiones radicales, que con ayuda de
Dios, permanezcan en el tiempo.
¿Cuánto tiempo orar?
Con frecuencia al dictar conferencias me preguntan:
¿Cuánto tiempo debemos orar? Y mi respuesta es invariablemente la misma: Todo
cuanto más pueda.
El apóstol Pablo reafirma este principio cuando
enseña: “Nunca
dejen de orar.”(1 Tesalonicenses 5:17.NTV)
Orar debe ser un principio de vida que no se
circunscribe a tiempo, sino más bien, a la disposición de nuestro corazón. Orar
siempre.
Le animamos para que evalúe su vida de oración
y, desde hoy, aplique modificaciones en la meta que nos asiste de desarrollar
intimidad con Dios…
Si no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador
le invito para que lo haga ahora mismo.
Léanos en www.mensajerodelapalabra.com y www.guerraespiritual.org
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