La vida cristiana es dinámica. Quienes
profesamos ser seguidores del Señor Jesús, experimentamos crecimiento
permanente en la vida de fe pero también, en las relaciones que desarrollamos
con nuestro cónyuge y los hijos. Sólo cuando alcanzamos este nivel, podemos
servir adecuadamente en la extensión del Reino de Dios.
El apóstol Pablo le
escribió a su discípulo Tito: “Pues un anciano
es un administrador de la casa de Dios, y debe vivir de manera
intachable. No debe ser arrogante, ni iracundo, ni emborracharse, ni ser
violento, ni deshonesto con el dinero.”(Tito 1: 7. NTV)
Las
Escrituras enseñan que aquella persona que sirve en el Reino de Dios, es un “administrador” lo que compromete el
servir con conciencia, con compromiso, con perseverancia. Tres elementos que se
conjuntan para configurar al cristiano que vive a Cristo como Dios lo espera.
Otro elemento
que va de la mano con los principios que hemos mencionado hasta ahora es que un
cristiano que ejerce un liderazgo cristiano eficaz, tiene dominio propio; en
otras palabras, no se deja arrastrar por sus emociones. Sabe gobernarlas. En
esencial, comprende que depender de Dios es lo que nos permite vencer en todas
las áreas, incluso en nuestro mundo interior.
Saber
liderar al interior de la familia demanda que aprendamos a escoger lo bueno.
Identificar qué nos conviene personalmente pero, también, qué es lo mejor para
la familia. No es fácil, porque generalmente fallamos y los errores llegan a
cauterizar nuestra conciencia. No obstante, con ayuda de Dios y en la medida en
que vamos experimentando crecimiento, aplicamos correctivos a los errores y esa
disposición de cambio ejerce poderosa influencia en nuestro entorno familiar.
El
apóstol Pablo escribió: “Al
contrario, debe recibir huéspedes en su casa con agrado y amar lo que es bueno.
Debe vivir sabiamente y ser justo. Tiene que llevar una vida de devoción y
disciplina.”(Tito 1:8: NTV)
Observe por favor que el
apóstol menciona la disciplina, es decir, la inclinación a mantenernos en una
línea firme, la de vivir a Cristo, conforme a sus enseñanzas y guiar en esa
dirección a nuestro cónyuge y a nuestros hijos. Por supuesto, lo hacemos a
partir de la enseñanza. Recuerde que la mejor forma de edificar familias
sólidas es con nuestra enseñanza.
Inclinarnos
por lo bueno, nos lleva a ser sabios y, por supuesto, a vivir sabiamente. No
solo está en nuestra forma de pensar sino en nuestros hechos. Y esos cambios,
sinceros, consistentes en el tiempo, a los cuales no se renuncia, afectan
positivamente a nuestra familia.
La mejor
decisión de toda familia es permitir que Dios reine en ella. No es una decisión
a la ligera, sino una decisión a conciencia, que traerá cambios al interior del
hogar.
La
recomendación final es que si no ha recibido a Jesucristo como su Señor y
Salvador, lo haga ahora mismo. No se arrepentirá.
Léanos en www.mensajerodelapalabra.com y www.bosquejosparasermones.com
Síganos en www.facebook.com/estudiosdeguerraespiritual
0 comentarios:
Publicar un comentario