Si para dejar el pasado atrás, debemos perdonar... Hay que hacerlo y saber pedir perdón por los errores |
Elizabeth
George
Sigue adelante con fe. No siempre es fácil olvidar lo
que queda atrás. Y observa esto: La palabra "olvidando" está en el tiempo presente (Cf. Filipenses 3:13,
14). Es que olvidar no es un acto que se hace de una vez y por todas. En lugar
de eso, al igual que Pablo, debemos mantenernos olvidando estas cosas del
pasado que nos estorban.
Pablo
no quería descansar en sus logros del pasado, tampoco debemos nosotros. Y él no
quería que sus errores del pasado le impidieran seguir adelante, y tampoco
debemos nosotros. Así que, una y otra vez, me he dicho a mí misma: "No, Elizabeth, eso es del pasado. Eso ya
terminó. Eso ya no es real. ¡Así que no sigas pensando en eso! No permitas que
eso te frene. Olvida cualquier cosa que te impida seguir adelante en fe y tu
desarrollo espiritual".
He
aprendido a mirar al pasado (bueno, ¡la mayoría de las veces!) para recordar la
obra de Dios en los problemas y dolores del ayer, para recordar su
misericordiosa provisión, presencia, fidelidad y compasión.
Recordar
lecciones que Dios nos ha enseñado y olvidar aquellos elementos del pasado que
obstaculizarían nuestro progreso pudiera parecer un equilibrio muy difícil de
mantener. ¿Qué más nos enseña el apóstol acerca del "arte de olvidar"
esos elementos del pasado que obstaculizarían nuestro crecimiento cristiano y
nuestro progreso hacia la semejanza a Cristo?
Una
cosa que nos lleva a seguir adelante hacia el crecimiento espiritual saludable es
recordar olvidar lo malo que hicimos antes de llegar a ser cristianos. Antes de
venir a Jesucristo como Señor y Salvador, Pablo era Saulo, el perseguidor de
los cristianos. Fue apodado por un erudito como "el espíritu guiador de la maldad". A Pablo se le describe como
actuando con "crueldad brutal...
[como] un animal salvaje atacando con fiereza a un cuerpo". La Biblia
dice que él "causaba estragos en la iglesia: entrando de casa en casa,
arrastraba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel" (Hechos 8:3).
También
es muy posible que, en vez de ser un simple testigo del apedreamiento de
Esteban, Pablo participara en la sentencia y diera su aprobación incondicional
para el asesinato (Hechos 7:58; 8:1). Luego, gracias a Dios, yendo rumbo a
Damasco, con cartas en su mano del sumo sacerdote que lo autorizaban a apresar
y llevar a los cristianos a Jerusalén para que fueran juzgados (Hechos 9:1-3),
¡Pablo tuvo un encuentro con Jesucristo! Solo su encuentro con Cristo impidió
que las manos de este hostigador siguieran manchándose de sangre.
Tú y
yo no hemos cometido asesinato, pero es probable que hiciéramos cosas antes de
que conociéramos a Cristo que debemos olvidar si vamos a crecer como
cristianas.
¿Qué
podemos hacer tú y yo cuando recordamos esos pecados pasados? En primer lugar,
recuerda, ¡prohibido pescar! Debemos recordar la verdad de 2 Corintios 5:17: "Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una
nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!".
Si eres cristiano, tú —¡sí, tú!— eres
una nueva criatura. Has sido creada por completo de nuevo. ¿Qué significa eso?
Significa que las viejas cosas, incluso el pecado que cometiste antes de
conocer a Jesucristo, ¡se han ido para siempre! Todo lo que eras y todo lo que
hiciste cuando no eras cristiano se ha ido para siempre, ha sido quitado al
igual que "lejos del oriente está el
occidente" (Salmo 103:12).
Como
le gustaba decir a la escritora y evangelista Corrie ten Boom: "Cuando confesamos nuestros pecados,
Dios los echa en lo más profundo del mar y desaparecen para siempre. Y aunque
no puedo encontrar un pasaje bíblico para eso, creo que Dios entonces pone un
cartel que dice: 'Prohibido pescar'".
El
amor de Dios por ti conquistó el perdón de tu pecado, tu purificación, tu nuevo
nacimiento y tu nuevo comienzo. De seguro, las consecuencias de tus acciones
pueden permanecer, ¡pero el pecado como tal es perdonado! Estás cubierta y
limpia por la sangre preciosa de Cristo. Puedes, por lo tanto, continuar con tu
vida sin vergüenza y sin ser refrenada. Y puedes mostrar tu amor a Dios al
negarte a estar pensando en cosas de las cuales Él ya se ha ocupado y ha
quitado. Cuando tu pecado pasado viene a tu mente —y lo hará—, ¡deja de pescar!
Reconoce
el perdón de Dios, dale muchas gracias a Él y sigue adelante. En segundo lugar,
¡recuerda proseguir! Además de dejar ir esos pecados cometidos antes de
reconocer a Jesucristo como Señor y Salvador, tú y yo necesitamos dejar ir los
pecados que hemos cometido y las malas cosas que nos han ocurrido desde que
somos cristianas.
El
apóstol Pablo, por ejemplo, sufrió mucho por el nombre de Cristo (Hechos 9:16).
Sufrió golpes, traiciones, hambre y sed por su fe en Jesucristo (2 Corintios
11:23-27). Dios también le permitió a Satanás que afligiera a Pablo con
"un aguijón en la carne" (2 Corintios 12:7, RVR60). Estar pensando en
estas cosas y preguntar por qué sucedieron habría obstaculizado el crecimiento
espiritual de Pablo y su avance. Por lo tanto, él necesitaba olvidarlas y
seguir adelante.
Cualquiera
que sea el sufrimiento que has experimentado (desde inexplicables pérdidas
hasta un comentario irreflexivo) y sin importar cuándo haya ocurrido (sea hace
veinte años o apenas dos minutos), el remedio de Dios es el mismo. No te
estanques. No permitas que te obstaculice tu amor por el Señor. No, sigue el
consejo del Señor por medio de Pablo: ¡prosigue! Olvida lo que queda atrás.
Deja que quede detrás de ti. Déjalo en el pasado.
No permitas que el dolor o las preguntas te mantengan
derribado. Haz que tu dolido corazón mire hacia arriba. Reconoce que los
caminos de Dios no son tus caminos (Isaías 55:8), que los inocentes sufren
cuando las personas pecan, que vivimos en un mundo caído. ¡Y luego prosigue!
Continúa con tu vida. En otras palabras, ¡recuerda olvidar!
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