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Divorcio… ¡Ni siquiera mencionarlo!

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El divorcio nos roba la paz interior que Dios nos desea siempre

Fernando Alexis Jiménez

El divorcio dejó de ser una palabra que pronunciaban horrorizados nuestros abuelos, comenzó a ser cercana para nuestros padres y hoy es el término más usado cuando afloran problemas en los hogares.

La decisión de separarse no es algo que se toma en un abrir y cerrar de ojos, sino que constituye una conjunción de hechos en los que los componentes de la pareja—o al menos uno de ellos—ha experimentado desilusión, desaliento, distanciamiento emocional y relacional, discordia y finalmente, la separación.

Todo comienza cuando descubrimos que hay una enorme brecha entre lo que anhelábamos de nuestro cónyuge, y lo que realmente es. Es entonces cuando se produce la desilusión. En criterio de los especialistas: “Las desilusiones no se pueden evitar porque el matrimonio es la colisión de dos perspectivas diferentes. Cada uno de los cónyuges trae a la unión es trasfondo y las tradiciones de su propia familia, una personalidad única, valores en alguna medida distintos… así como una carga de expectativas diferentes. Si a esto le añadimos las diferencias fundamentales entre el hombre y la mujer, tenemos todos los elementos para las potenciales desilusiones de toda una vida.”( Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonios a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 37)


Es cierto, hay una enorme brecha entre lo ideal y lo real en un matrimonio, pero es Dios quien desea que no solamente estemos acompañados en la vida, sino que como pareja crezcamos, tal como lo dejó establecido desde la creación del mundo, como leemos en las Escrituras: Después, el Señor Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Haré una ayuda ideal para él».”(Génesis 2:18. Nueva Traducción Viviente)

¿Qué es lo que espera nuestra pareja? Que alimentemos los pilares en la relación, de los cuales relaciono a continuación algunos de suma importancia: aprender a expresar amor a la pareja, comunicarse adecuadamente, perdonar y saber pedir perdón en el momento oportuno, no guardarse secretos con el cónyuge, ser constantes en edificar en la relación una comunicación e intimidad física, emocional y espiritual, no perder en lo posible el sentido del humor, saber vencer las tentaciones.

Si tomamos especial cuidado de examinar oportunamente cómo va nuestra relación de pareja, podremos identificar oportunamente cuando hay señales de peligro.

Una relación permanente

Cuando Dios instituyó el matrimonio, estaba pensando en una relación permanente. Es cierto, no todo es color de rosa porque la unión que anhelamos, aquella que creemos colma nuestras expectativas, demanda compromiso, esfuerzo y perseverancia.

Las fricciones pueden ocurrir, pero  no podemos permitir que las diferencias de criterio minen la relación, tal como escribe el experto Gary Rosberg: “Aunque la discordia no es algo imposible de revertir en un matrimonio, es muy peligrosa. A menos que la situación se atenúe y los combatientes se desarmen, el sueño del amor verdadero muere con el tiempo y el resultado es el divorcio emocional.”(Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonios a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 48)

Cuando hay choques, no debemos permitir que prosperen. Es necesario reconocer en qué hemos fallado, y disponernos a corregir los errores.

Nuestro amado Dios quien no solo creó la relación matrimonial sino que además está empecinado en afianzarla, advirtió a través del rey Salomón: “Atrapen todos los zorros, esos zorros pequeños, antes de que arruinen el viñedo del amor, ¡porque las vides están en flor!”(Cantares 2:15. Nueva Traducción Viviente)

El amor no se puede deteriorar, porque permitimos que se desmoronada progresivamente y se socavaran sus cimientos. Es a esos pequeños zorros a los que se refiere el autor sagrado.

Piense por un instante que optar por el
divorcio, no está en la voluntad de Dios
El desánimo llega cuando quizá pensamos que no hay razón para seguir luchando. Es el fruto de la desilusión. Es la etapa en la que generalmente miramos solamente lo negativo de nuestro cónyuge y consideramos que no llena nuestras expectativas. Y se piensa en el divorcio, como quien rompe un papel y lo arroja a la basura. Si lo permitimos se produce un distanciamiento en dos direcciones: el primer0, emocional. Creemos que ya nada nos estimula y atrae de la pareja. El segundo es relacional, porque las relaciones en el matrimonio se fraccionan y cualquier diálogo termina—por sencillo que sea—en discusión.

Dios no concibe el divorcio

El divorcio jamás estuvo en el plan de Dios para la familia. Fue el ser humano, producto de la dureza de su corazón, el que dio lugar a esta figura y terminó legitimándola.

Cuando vamos a las Escrituras leemos que Dios dice: «¡Pues yo odio el divorcio!  —dice el Señor, Dios de Israel—. Divorciarte de tu esposa es abrumarla de crueldad  —dice el Señor de los Ejércitos Celestiales—. Por eso guarda tu corazón; y no le seas infiel a tu esposa».”(Malaquías 2:16. Nueva Traducción Viviente)

Pero hay que advertir algo más: el divorcio no es sólo de cuerpos.  También cuando hay un distanciamiento de pareja, estamos dando lugar a una separación sutil que no está dentro de los planes del Señor para nuestra vida. Recuerde que hay matrimonios que viven bajo el mismo techo, pero están alejados el uno del otro. Simplemente conviven.

La separación es dolorosa porque el Señor concibe que haya unidad en los dos, tal como leemos a los expertos: “Dios sabe que como esposos necesitamos la compañía del otro... La principal solución de Dios para la soledad del hombre es la unidad y el compañerismo que proporciona un cónyuge. Cuando el esposo y la esposa se distancian, están luchando contra el plan de Dios para el matrimonio y pierden de vista la bendición de la unidad que Dios diseñó para ellos…”( Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonios a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 41)

Bajo ninguna circunstancia podemos resignarnos al distanciamiento en la relación de pareja. Sufre cada uno los cónyuges, pero además, sufren nuestros hijos. Distanciarnos el uno del otro es la principal puerta que se le abre a la infidelidad, porque siempre habrá alguien pretendiendo entrar a nuestra vida. Y nuestro adversario Satanás sabe aprovechar esas oportunidades.

Tiempo de estar alerta

Si encontramos que hay una desconexión emocional con nuestro cónyuge, es tiempo de estar alerta. ¿Cómo lo descubrimos? Hay señales que saltan a la vida, de las cuales comparto con usted algunas:
Sentir soledad a pesar de que nuestra pareja esté al lado, pensar que no se habla el mismo idioma, experimentar cansancio hasta entablar un diálogo, no entender al cónyuge o malinterpretar lo que nos dice hasta el grado de pensar que nos está agrediendo con sus gestos o palabras, dedicarse a algo o a alguien fuera de nuestro cónyuge, y por último, creer que no hay oportunidad para la relación.

Téngalo presente: Dios desea nuestra unidad. Él dijo: “…que nadie separe lo que Dios ha unido.”(Marcos 10:9. Nueva Traducción Viviente)

Si está atravesando una situación de crisis, es necesario hacer un alto en el camino. Volver la mirada al Señor en oración y pedirle que sea Él quien ocupe el primer lugar en la relación. Dios nos ayuda a superar las crisis y los períodos de conflicto que atravesamos. ¡Hoy es el día para tomar esa decisión! Si aún Cristo Jesús no mora en su corazón, hoy es el día apropiado para que le abra las puertas de su corazón.

© Fernando Alexis Jiménez




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