El diálogo y la oración nos ayuda a construir familias sólidas |
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Fernando Alexis Jiménez
Cuando Laura y Camilo eran novios,
eran un dechado permanente de amor. Sus allegados en la Universidad se quejaban
de sus constantes arrumacos y besuqueos, sin importarles quién estuviera cerca.
Ella era muy cariñosa: Le abrazaba, rodeaba su cintura y le sonreía
constantemente; él le regalaba rosas, esquelas amorosas y chocolates. Eran la
pareja perfecta. Pero dos años después de casados, cuando su primer hijo,
convirtieron el hogar en un infierno.
Camilo
descubrió que ella no era la princesa que imaginó, y Laura, por su parte,
comprobó con tristeza que su marido era agresivo. Terminaron separándose pocos
meses después de que estalló la crisis.
Los dos debieron admitir que nunca
se mostraron tal como eran en el noviazgo y que se quitaron el antifaz una vez contrajeron
nupcias.
Lo
grave del asunto es que no es un caso aislado. Es un fenómeno más común de lo
que imaginamos. Los jóvenes se enamoran y quieren pasar pronto a estar bajo un
mismo techo, sin hacer un análisis cuidadoso de sus vidas, ni de cómo es realmente
su pareja.
Ser
sinceros, auténticos y mostrarnos tal como somos, es un aspecto muy importante.
Es el paso para descubrir en qué familias, y con corazón dispuesto, aplicar
correctivos. Sólo de esta manera, sin máscaras, podremos mostrar el amor real a
nuestro cónyuge y a los hijos fruto de esa relación.
De
esa manera, estaremos aplicando lo que enseñó el apóstol Juan: “Queridos amigos, ya que
Dios nos amó tanto, sin duda nosotros también debemos amarnos unos a otros.
Nadie jamás ha visto a Dios; pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en
nosotros y su amor llega a la máxima expresión en nosotros.” (1 Juan 4:11, 12.NTV)
No vivir en un mundo de mentiras y
amar con autenticidad es otro de los distintivos del cristiano. Amamos porque
hemos recibido el amor de Dios y estamos obligados a transmitirlo, y el primer
círculo en el que estamos llamados a hacerlo, es en el hogar.
El autor y conferencista, Gary Chapman,
recomienda: “Auto revelarnos permite
conocer mutuamente nuestros pensamientos, deseos, frustraciones y alegrías. En
una palabra, es el camino a la intimidad. ¿Cómo aprendemos a revelarnos? Usted
puede comenzar aprendiendo a hablar de sí mismo con sinceridad…”
Es
un proceso que demanda no centrarnos en el yo
sino en nuestra pareja e hijos; pensar a partir de la perspectiva de que—cuando
nos casamos—somos dos y no uno (Cf. Eclesiastés 3:1, 4).
Si
hay sinceridad en nuestras palabras, si hay un corazón dispuesto, sin duda
desarrollaremos el proceso de cambio que necesitamos para que nuestra familia
descubra y reciba el amor que necesitan, que tenemos y que debemos prodigarles.
No
podría despedirme sin antes invitarle para que reciba a Jesús como Señor y
Salvador. Puedo asegurarle que no se arrepentirá.
©
Fernando Alexis Jiménez – Léanos en www.mensajerodelapalabra.com y www.selecciondeestudiosbiblicos.org
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