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No ande señalando errores de su familia

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No es buena idea andar criticando a nuestra familia...
Por Fernando Alexis Jiménez

¿Se ha encontrado alguna vez cuestionando a su cónyuge por errores que, con el tiempo, descubre usted mismo tiene? “Mi marido siempre se queja de que soy incumplida, que llego tarde; pero él mismo me ha dejado muchas veces esperándolo para cenar”, se quejaba una joven que pidió consejería. En su criterio, lo más doloroso era la sucesión de críticas que recibía de su cónyuge: “Generalmente no me dice palabras alentadoras”, decía.

El mayor error en el que incurrimos es criticar de manera inmisericorde a la persona que Dios nos concedió como pareja, olvidando que nosotros mismos fallamos y no una sino muchas veces. El afamado autor y conferencista, Gary Chapman, escribe: “Como consejero matrimonial he llegado a la conclusión de que cada miembro de la pareja desea que su cónyuge cambie. El resultado: Ambos se sienten condenados, y con resentimiento en el corazón.” (Gary Chapman. “Los 5 lenguajes del amor – Devocionales”. Tyndale House Editores. 2009. EE.UU. 07/01)
Pareciera que con más frecuencia de lo que imaginamos estamos ocupados en señalar a nuestro cónyuge e hijos, que en identificar los errores propios. Nuestro Señor Jesús compartió una enseñanza que aplica a nuestras relaciones interpersonales y en el ámbito familiar: ¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo, cuando tú tienes un tronco en el tuyo? ¿Cómo puedes pensar en decirle a tu amigo: “Déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo”, cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo? ¡Hipócrita! Primero quita el tronco de tu ojo; después verás lo suficientemente bien para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo.”(Mateo 7:3-5. NTV)
El camino que debemos seguir es hacer un alto en el camino, identificar cuáles son nuestros errores y determinar en qué podemos cambiar. Es un proceso que comienza cuando reconocemos que no somos perfectos, se afianza cuando le confesamos nuestras fallas a la pareja y, cuando le anunciamos la disposición de cambio, reafirmamos ese compromiso con hechos concretos, que demuestren el amor que le tenemos como cónyuge pero también a nuestros hijos.

Todavía hay oportunidad para su hogar

Nunca es tarde para cambiar y menos para evitar que nuestro hogar camine al despeñadero. La decisión de cambio es el primer paso y se afianza cuando nuestras acciones evidencian esa voluntad de ser diferentes, en la forma de pensar y de actuar. ¡Hoy es el día para comenzar!
Si no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día para que lo hago. Le aseguro que no se arrepentirá porque prendidos de la mano del Señor  Jesús emprendemos el proceso de cambio que siempre hemos anhelado.

© Fernando Alexis Jiménez – Léanos en www.mensajerodelapalabra.com y www.bosquejosparasermones.com



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