Los esposos tenemos una enorme responsabilidad que proviene de Dios mismo |
Fernando Alexis Jiménez
Emprender un nuevo año, quizá un nuevo mes o una
semana, siempre resulta curioso. ¿La razón? Los compromisos que hacen muchas
personas en su propósito de experimentar transformación en su vida. “Desde el primero de enero comeré menos para bajar peso”, dice
alguien. “El próximo mes caminaré unas
veinte cuadras para mantenerme en forma”, asegura otro. “Desde el lunes dejaré de beber tanto café
tinto”, se promete uno más. Promesas que nos formulamos y que,
generalmente, nunca cumplimos. El motivo es sencillo: el compromiso lo asumimos
de labios para afuera y no de corazón.
Ahora traslademos esta
situación al escenario de la familia. Muchos quisiéramos experimentar cambios a
nivel de la relación de pareja y con los hijos. Nos prometemos que el año
próximo, el mes que viene o quizá el lunes; no obstante, tales fechas nunca
llegan porque nos dejamos arrastrar de nuevo por aquello que nos mueve de la
comodidad a la que estamos acostumbrados: el comportamiento, la forma de
responder, de pensar, de reaccionar.
Una
responsabilidad ineludible
Las personas que están llamadas a liderar la
transformación en la familia, son en primera instancia los esposos. Es una
responsabilidad que les asiste, y a la que no pueden renunciar. Cuando por
alguna razón dejamos que la responsabilidad del hogar recaiga en los hombros de
la esposa, ellas como mujeres saben asumir el control de los problemas, y
perdemos espacio en el liderazgo al que nos llamó Dios.
La familia es el gran
reto de un hombre llamado a transformar la sociedad en la que se desenvuelve.
Liderar es ejercer influencia y guiar a otras personas—en este caso nuestro
cónyuge e hijos—hacia una meta.
Traigo a colación la
vida de Josué, el gran conquistador de la tierra prometida, para que aprendamos
de él algunos elementos que nos ayuden a liderar transformación en familia.
Liderar un hogar parece
un reto muy grande: cuentas pendientes por pagar, proveer para los alimentos,
la seguridad social, el estudio de los hijos, cancelar los servicios básicos,
la renta, algún crédito contratado para comprar un electrodoméstico, en fin, la
lista podría ser muy extensa. Es un reto, debemos admitirlo. Pero Dios nos
llama no solamente a asumir los retos, sino también, a superar las pruebas que
salen al paso procurando que no cumplamos el objetivo que nos hemos fijado.
Le invito a leer sobre
el llamamiento de Josué: “Después de la
muerte de Moisés, siervo del Señor, el Señor
habló a Josué, hijo de Nun y ayudante de Moisés. Le dijo: «Mi siervo Moisés ha
muerto. Por lo tanto, ha llegado el momento de que guíes a este pueblo, a los
israelitas, a cruzar el río Jordán y a entrar en la tierra que les doy. Te
prometo a ti lo mismo que le prometí a Moisés: “Dondequiera que pongan los pies
los israelitas, estarán pisando la tierra que les he dado: desde el desierto
del Neguev, al sur, hasta las montañas del Líbano, al norte; desde el río
Éufrates, al oriente, hasta el mar Mediterráneo, al occidente, incluida
toda la tierra de los hititas.”(Josué 1:1-4. NTV)
Nadie podrá asumir el
liderazgo en el hogar más que usted. Quizá hasta el momento ha eludido
responsabilidades y las ha dejado en manos de su cónyuge. Es un error. Revise
su situación y dispóngase a aplicar correctivos y recobrar el liderazgo que le
corresponde.
Lleve
a su familia a “mejores tierras”
El pueblo de Israel marchaba hacia la tierra
prometida. Esta meta obligaba de cada uno de ellos, decisión, esfuerzo,
perseverancia. Tres elementos que son muy útiles en todo cuanto emprendemos y
más la tarea de llevar nuestra familia a “mejores
tierras”. No fuimos llamados por Dios a liderar una familia y llevarles
únicamente al estado de sobrevivencia, sino llevarlos siempre a nuevos niveles,
mejorando sus condiciones de vida en lo personal y lo espiritual. ¿Está
cumpliendo su tarea?
Tres
dimensiones del líder familiar
Dios llama a los esposos a traer cambios en la familia |
Cuando asumimos el compromiso de liderar en
familia, debemos tener en cuenta que ejerce directa incidencia sobre tres
áreas: La primera, mi vida personal y
espiritual. ¿Cómo anda mi relación con Dios?¿Ser cristiano está llevándome
a experimentar cambios en mi forma de pensar y de actuar?. La segunda área es
el grado de influencia que ejercemos
sobre otras personas. ¿Qué tipo de liderazgo aplicamos en familia? Es necesario
hacer un alto en el camino y aplicar modificaciones en nuestros patrones de
conducta. La tercera área es el avance
hacia la materialización de nuestros sueños y metas. En el momento que
dejemos de soñar y dar pasos sólidos, aunque a veces parezcan débiles, nos
llevará a un retroceso en el proceso de progresar y traer progreso a nuestra
familia.
Lograr avances
significativos en estas tres áreas es posible cuando somos conscientes que no
estamos solos, que Dios nos acompaña en todos los pasos que damos para cambiar
y mejorar. Él lo dijo muy claro cuando llamó a Josué: “Nadie
podrá hacerte frente mientras vivas. Pues yo estaré contigo como estuve con
Moisés. No te fallaré ni te abandonaré.”(Josué 1:5. NTV)
Cito aquí al autor y conferencista
internacional, Charles Stanley cuando escribe: “Algunas cosas deben venir directamente de Dios, la fuente de toda
sabiduría. ¿Cuántas familias hoy todavía estarían unidas si hubieran buscado
las soluciones de Dios a sus problemas hogareños? ¿Cuántos hijos e hijas
estarían todavía en el hogar si sus padres hubieran llevado sus dificultades al
Señor? Pero a menudo nos negamos a aceptar soluciones de Dios. Queremos
soluciones rápidas a nuestros problemas.”(Charles Stanley. “Trátelo con
oración”. Editorial Vida. EE.UU. 1994. Pg. 15)
Si encontramos tropiezos
en el camino, en la relación familiar, es a Dios a quien debemos recurrir en la
certeza de que responderá a nuestras oraciones y nos concederá la victoria.
Alcanzar grandes metas,
en este caso liderar la transformación en una familia, no es posible en
nuestras fuerzas sino con ayuda de Dios; pero ligado a este primer aspecto, va
uno segundo: debemos ser esforzados y valientes porque nada vendrá como
consecuencia del azar. Todo es consecuencia de lo que hacemos, y más cuando
vamos de la mano del Señor.
Cuando Dios llamó a
Josué, se lo dijo: “Sé fuerte y valiente, porque tú serás
quien guíe a este pueblo para que tome posesión de toda la tierra que juré a
sus antepasados que les daría. Sé fuerte y muy valiente. Ten cuidado
de obedecer todas las instrucciones que Moisés te dio. No te desvíes de ellas
ni a la derecha ni a la izquierda. Entonces te irá bien en todo lo que
hagas. Lee constantemente este libro de
instrucción. Medita en él de día y de noche para asegurarte de obedecer todo lo
que allí está escrito. Solamente entonces prosperarás y te irá bien en todo lo
que hagas. Mi
mandato es: “¡Sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni te desanimes, porque el Señor tu Dios está contigo dondequiera que vayas”».”(Josué
1:1-9. NTV)
Cuánto
esfuerzo y valentía requerimos los esposos. Liderar una familia no es
fácil. No faltan las dificultades en la relación de pareja y tampoco con los
hijos; pese a ello, si avanzamos de la mano del Señor Dios, obtendremos en todo
momento la victoria porque Él nos ayuda.
Dios también llamó a
Josué, y a nosotros hoy, a dejar de lado el temor y el desánimo.
Se constituyen en poderosos enemigos en nuestra vida personal y espiritual si
les permitimos tomar fuerza. Nuestro hogar puede ser sólido y anidar la
armonía, si permitimos que Dios ocupe el primer lugar. ¡Tenemos asegurada la
victoria!
Antes de terminar una
pregunta: ¿Ya recibimos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador? Es la mejor
decisión que jamás podemos tomar, porque prendidos de Su mano, emprendemos el
maravilloso camino hacia el crecimiento personal y espiritual. Si le asalta una
pregunta, no dude en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com
© Fernando Alexis Jiménez
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