La envidia nos impide el crecimiento personal y espiritual |
Fernando
Alexis Jiménez
Ruth se sintió molesta porque su
vecina acababa de hacerse un peinado y tintura de cabello, como ella había
querido siempre. “Lástima no haber tenido
el dinero; es que su marido sí tiene para darle gusto”, murmuró mientras
cerraba las cortinas. No podía soportarlo. La vecina se veía linda y Ruth, al
menos así lo creía, lucía desaliñada.
Raúl
no soporta la situación. Su mejor amigo jugó un partido de fútbol mucho mejor
que él. Y pudo comprobarlo, no solo porque no anotó ni siquiera un gol, sino
por los abucheos de las tribunas. “No
entiendo por qué—dijo—si he sido siempre el mejor jugador.”. Llegó a casa
frustrado y con rabia.
Sonia
llegó a casa molesta. Su compañera, Martha, tenía un celular último modelo, de
los que salen en la televisión. Se lo regaló su padre por ganar la asignatura
de Cálculo. “Es la forma de estimularme a
ser buena estudiante”, comentó la chica. Sonia no cabía de la molestia.
Ella debía conformarse con su dispositivo electrónico del último año.
Tres
casos aislados con un denominador común. Lo viven infinidad de personas, quizá
ahí donde usted se desenvuelve. Es más, probablemente usted está enfrentando
rabia, frustración y la sensación de vacío porque las personas a su alrededor
progresan más rápido o tienen algo de lo que usted carece.
Un sentimiento destructivo
Quien se causa daño es la persona
que alberga este sentimiento. El rey David, que no fue ajeno a esa sensación
extraña, escribió: “Pero en cuanto a mí, casi perdí el
equilibrio; mis pies resbalaron y estuve a punto de caer, porque envidiaba a
los orgullosos cuando los veía prosperar a pesar de su maldad.”(Salmo 73:3. NTV)
No
podemos medirnos a partir de lo que otras personas tienen o que quizá consiguen.
Es una sensación que termina siendo destructiva. Usted y yo somos el principal
referente, no los demás. Si llegamos a un determinado nivel, lo más aconsejable
es superar ese punto alto. Usted y yo somos realmente el reto, lo que otros han
logrado.
Somos
usted y yo quienes debemos superarnos a nosotros, no a otras personas. Es
diferente que nos inspiremos en alguien para llegar a una meta determinada, y
otra bien distinta que experimentemos envidia.
El
autor de la carta a los Hebreos escribió: “No amen el
dinero; estén contentos con lo que tienen, pues Dios ha dicho: «Nunca te
fallaré. Jamás te abandonaré»”(Hebreos 13:5. NTV)
Traslade
esta pauta de vida a su relación familiar o en la forma como interactúa con
compañeros de trabajo o en la iglesia. No podemos sentirnos inferiores a nadie
ni competir innecesariamente para superarlos. El reto verdadero somos usted y
yo. Es nuestro propio nivel el que debemos rebasar.
Rompiendo las ataduras de la envidia
Ser mejores esposos, mejores
padres, mejores empleados, mejores servidores en el Reino de Dios. Ser mejores
en todo, pero a partir de lo que ya hemos ido avanzando. Recordemos lo que
escribe el autor sagrado: “Estén
contentos con lo que tienen”. Dios nos ha dado y nos dará mucho más, en la
medida que aprendamos a confiar en Él, y demos pasos firmes para superarnos.
A
propósito, ¿mora Cristo Jesús en su vida? Hoy es el día para que le abra las
puertas de su corazón. Le aseguro que no se arrepentirá, porque prendidos de la
mano de Dios, alcanzamos siempre nuevos niveles de crecimiento personal y
espiritual.
Si
tiene alguna inquietud, no dude en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com
o llámenos al (00579317-4913705
© Fernando Alexis Jiménez
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