Con ayuda de Dios podemos cambiar nuestras reacciones |
Sí, era uno de los líderes de jóvenes
más competentes, dinámicos y creativos que he conocido. Guillermo era esa clase
de líder cristiano que muchos desean ser. Llegó bastante agitado un sábado al
caer la tarde, justo cuando nos aprestábamos a iniciar un servicio juvenil en
la Iglesia. “Dañé un auto con el casco
protector”, me dijo, sin más. “Reconozco
que fue una locura, pero no me explico por qué reaccioné así”, explicó.
Venía algo
apurado para el templo, en su pequeña motocicleta, cuando alguien le cerró el
paso con su auto, en una avenida transitada. Logró arrimarse a la orilla. El
conductor del vehículo también se detuvo. Guillermo, sin pensarlo dos veces,
gritó unas cuantas palabrotas y se fue contra el carro con su caso. Golpeó
varias veces. Le hizo abolladuras en varias partes. Reparar los daños costaba
alrededor de 300 dólares…
Lucía, una joven
esposa, me refirió su reacción cuando sospechó que su esposo le era infiel. Y
lo sospechó porque halló varios registros de llamadas en el teléfono celular de
él. Simplemente decía: “Sandy”. Y
ella dedujo que era la amante. ¿Qué hizo? Le destrozó la ropa, toda, con unas
tijeras.
Días después
comprobó que Sandy era veinte años mayor que su marido, que atravesaba por una
situación difícil debido a una adicción oculta al alcohol y que, cada vez que
llamaba a su joven esposo, era para pedirle oración procurando fortaleza del
Señor Jesús para vencer la tentación de beber…
¿Reaccionó
airadamente, sin pensarlo, alguna vez?¿Causó daño u ofendió a alguien? Todos lo
hemos hecho. Muchas veces sin intención de dañar a nadie, pero hemos
reaccionado, y esas reacciones fueron insensatas. Cuando caímos en cuenta, ya
era tarde.
Cristo comprende
estas manifestaciones de nuestro temperamento sin control. Le refiero una
escena que describe el evangelista Lucas: “Cuando
ya se acercaba el tiempo en que Jesús había de subir al cielo, emprendió con
valor su viaje a Jerusalén. Envió por delante
mensajeros, que fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento;
pero los samaritanos no
quisieron recibirlo, porque se daban cuenta de que se dirigía a Jerusalén.
Cuando sus discípulos
Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: —Señor,
¿quieres que ordenemos que baje fuego del cielo, y que acabe con ellos? Pero Jesús se volvió y los
reprendió. Luego
se fueron a otra aldea.”(Lucas 9:51-55. Versión Popular)
Todos alguna
vez, cuando no compartimos algo, deseamos vengarnos y actuamos insensatamente
hacia alguien. Procuramos pagarle con la misma moneda. Una reacción sin medir las
consecuencias. Y luego el arrepentimiento, cuando no había mucho qué hacer.
Tal vez ha
herido a su cónyuge o a sus hijos. Está dañando su familia por no saber
controlarse. O quizá levantando una enorme barrera en sus relaciones con otras
personas. Pero hoy es el día de hacer un alto en el camino.
El Señor Jesús
conoce nuestras emociones sin control. Y desea ayudarnos en el proceso de ser
transformados. Basta que nos sometamos a Él. Nos permitirá tomar control, medir
cuidadosamente lo que vamos a hacer, no causar daño a otros con nuestra forma
de responder ante lo que consideramos una provocación.
Es tiempo de
cambiar, de dejar atrás ese temperamento desenfrenado que nos ha causado tantos
dolores de cabeza. No será fácil vencer en nuestras fuerzas, pero sí con ayuda
de Dios. Le invito para que tome la decisión de cambiar. Ábrale las puertas de
su corazón a Jesucristo. No se arrepentirá. Él desea ayudarnos en el proceso de
cambio y crecimiento personal y espiritual.
Si desea orientación, escríbanos a webestudiosbiblicos@gmail.com o
llámenos al (0057)317-4913705
© Fernando Alexis Jiménez
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