Una vida con conflictos no bendice nuestra relación familiar |
Fernando Alexis Jiménez
Cierto hombre se
quejaba de lo difícil que era mantener una buena relación con su esposa. “Es
grosera”, me dijo. Cuando nos sentamos a dialogar sobre el problema, afloró que
él procuraba imponer su voluntad y sentía que ella era una persona que sólo
debía obedecer. La sentía de su propiedad, olvidando que como esposa es un ser
frágil y, además, merece toda la consideración que el esposo pueda brindarle. Y
adicionalmente, que las opiniones de ella son muy importantes. Allí radicaba el
origen de la rebeldía de ella. Unos
pocos ajustes aquí y allá en el trato,
produjeron cambios sorprendentes.
En una sociedad en la que el machismo prevalece, la reacción de rebeldía
de la mujer es cada vez mayor. No soportan el mal trato y asumen una decidida
actitud de rechazo a las manifestaciones de agresividad de la que son víctimas.
Un esposo machista siempre encontrará dificultades para el matrimonio porque
ser hombre no nos privilegia para atropellar al cónyuge.
El apóstol Pedro recomendó a los creyentes del primer siglo y a nosotros
hoy: “De la misma manera, ustedes
esposas, tienen que aceptar la autoridad de sus esposos. Entonces, aun cuando
alguno de ellos se niegue a obedecer la Buena Noticia, la vida recta de ustedes
les hablará sin palabras. Ellos serán ganados al observar la vida pura y la
conducta respetuosa de ustedes.”(1
Pedro 3:1, 2. NTV)
La autoridad no debe ser entendida como poder para
imponer. Más bien es la capacidad que el Señor nos concede para direccionar,
en este caso, un hogar. Si creemos que es gritar más fuerte y asegurarnos que
los demás hacen lo que queremos, estamos en un grave error y es una señal de
alerta de que debemos imprimir cambios a nuestros patrones de conducta.
Reñir con la otra persona no es el camino; por el contrario, en algunos
casos se agravará la situación. ¿Qué hacer entonces? Manejar la situación con
sabiduría, que proviene de Dios. Sin reaccionar violentamente, es importante
hacerle notar al esposo que no se comparte su actitud machista. Serenidad y
calma en todo momento. Si el enojo le embarga, ore a Dios y espere otro momento
que resulte más oportuno.
Adicionalmente e importante: Ore a Dios. Él es quien cambia las
actitudes y el comportamiento de las personas, y lo hará con su esposo, porque
es el Creador quien transforma el corazón (Cf. Ezequiel 36:26, 27) No se
desanime. Persevere. Conozco infinidad de hogares que han sido transformados a
partir de una actitud de perseverancia en la oración por parte de una esposa
cansada del mal trato y del comportamiento agresivo e intolerante del marido.
Una mujer edifica el hogar
Una de las ideas
equivocadas que ha contribuido al empoderamiento del machismo, es que la mujer
es débil. Una cosa es que sea frágil—o que demanda tratarle con cuidado—y otra
que está rayando en la subestimación es decir que es débil. Por el contrario,
son fuertes y gracias a su fortaleza los hombres podemos salir adelante. Ellas
son fundamenta mentales en el hogar.
La Biblia enseña que el papel de las esposas es protagónico en la
edificación de una familia sólida: “La mujer sabia edifica su casa; más la necia con sus manos la derriba.”(Proverbios 14:1)
Como este desenvolvimiento es esencial, y como las reacciones de una
mujer son claves, es importante que pida a Dios sabiduría para ser ayuda idónea
en todo momento.
El apóstol Pedro les recomendó a las esposas: “No se
interesen tanto por la belleza externa: los peinados extravagantes, las joyas
costosas o la ropa elegante. En cambio, vístanse con la belleza interior, la
que no se desvanece, la belleza de un espíritu tierno y sereno, que es tan
precioso a los ojos de Dios. Así es como lucían hermosas las santas mujeres de
la antigüedad. Ellas ponían su confianza en Dios y aceptaban la autoridad de
sus maridos. Por ejemplo, Sara obedecía a su esposo, Abraham, y lo llamaba
«señor». Ustedes son sus hijas cuando hacen lo correcto sin temor a lo que sus
esposos pudieran hacer.”(1 Pedro 3:3-6.
NTV)
La esposa no debe perder su lugar. Es fundamental para traer equilibrio
en el hogar. Discutir con el esposo con el ánimo de rebatir sus actitudes
machistas, no contribuye a nada como tampoco, el que se aísle dejando que él
sea quien lleve toda la carga.
Otra recomendación importante es que no se descuide. Como mujer debe
preocuparse por su aspecto físico. No con ostentación sino con modestia. Una
esposa que cuida de sí misma, atrae al esposo. Una esposa que se descuida abre
puertas para que sea la mundanalidad la que lo atrape.
Darle a la esposa el lugar de honra que le
corresponde
Dios nos permite alcanzar unidad en la relación de pareja |
Jamás podré olvidar
al hombre que conocí en una Clínica de la ciudad, específicamente en la sala de
espera de la Unidad de Cuidados Intensivos. A pocos metros de allí, la esposa
de él y mi hijo adolescente, se debatían entre la vida y la muerte. Ese hecho
nos unía a todos en ese lugar. “Si Dios
salva a mi esposo cambiaré con ella. He descubierto que la amo.”, repetía.
Él tardó veinte años en saber que la amaba, y sólo tomó conciencia cuando ella
agonizaba. La mujer murió y él quedó sumido en la soledad y bajo la pesaba
carga de una culpabilidad que reconocía. Fue necesario guiarle al amor del
Padre celestial para que cesara su tristeza…
La esposas ocupan un espacio protagónico en la familia. Y debemos
prodigarles el respeto y honra que les corresponde. El apóstol Pedro instruyó
al respecto: “De la misma manera, ustedes
maridos, tienen que honrar a sus esposas. Cada uno viva con su esposa y trátela
con entendimiento. Ella podrá ser más débil, pero participa por igual del
regalo de la nueva vida que Dios les ha dado. Trátenla como es debido, para que
nada estorbe las oraciones de ustedes.”(1 Pedro
3: 7. NTV)
Piense por un instante: ¿Honra usted a su esposa?¿Respeta sus
sentimientos, opiniones e incluso, diferencias de criterio?¿Cuándo fue la
última vez que le dijo TE AMO?¿Qué trato les damos?
Estos interrogantes no son intrascendentes sino por el contrario,
fundamentales para que edifiquemos una relación de pareja sólida. Los hombres
debemos tomar el tiempo necesario para evaluar cómo anda la relación e
identificar de qué manera—con ayuda de Dios—podemos cambiar, corrigiendo
errores recurrentes. ¡Dios desea ayudarnos en el proceso! Él ama la familia y
nos acompaña en el proceso de sanar las heridas.
Y hablando de Dios, ¿ya recibió a Jesucristo en su corazón como su único
y suficiente Salvador? Hoy es el día para que lo haga. Puedo asegurarle que no
se arrepentirá. Si no le ha abierto las puertas de su corazón, hágalo ahora. Si
le asiste alguna inquietud, por favor no dude en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com
© Fernando Alexis
Jiménez
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