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Dios no quiere para usted una vida fracasada |
Fernando
Alexis Jiménez
Mario detuvo el auto a
un lado de la vía. Comenzaba a amanecer sobre ciudad de México. El espectáculo que
ofrecía la transición entre la densa oscuridad y la tenue luz que iba ganando
espacio en el cielo, le pareció una escena única e irrepetible. El efecto del
alcohol había comenzado a desaparecer del todo. Había conducido varias horas
sin rumbo fijo. Era el tercer día de estar sin su familia. Laura lo había
abandonado llevándose consigo a los dos niños pequeños. ¡Estaba destruido!
Lanzarse a una espiral
sin fondo comenzó el día que llegó una empleada nueva a la empresa. Era
cristiano. Llevaba doce años de casado y creía que ahora, cuando todo iba bien
y se avecinaba un ascenso profesional en la empresa, estaba en camino a la
realización personal. “Todo se lo debo a
Dios”, solía repetir.
Los coqueteos de la
mujer al principio le incomodaron, pero terminó por aceptarlos y sutilmente
pasó de ser fiel a su esposa, a un hombre que sentía el orgullo de ser todavía atractivo. Recuerda que salieron dos
veces a almorzar. El primer día le pareció terrible, por su condición de
creyente. En la segunda ocasión, le sonaba algo normal. En las siguientes
citas, estaba pensando si acaso no sería
la voluntad de Dios que conociera a esta joven. Satanás estaba confundiendo
su mente.