Si hay algo que asegura la
permanencia de la familia, la solidez en la relación de pareja y una buena
comunicación en el esquema padres-hijos, es el amor, que debe primar en todo
momento. “Mi esposa tiene muchos kilos
demás, voy a separarme.”, se quejaba un hombre. ¡Sin duda nunca la amó,
porque el amor está por encima de las circunstancias! “Mi marido es insoportable con sus achaques”, se lamentó una mujer
próxima a los cincuenta años. ¡Lástima, mi hermana: Se ve que nunca amó a su
esposo! Comprendo que podrá argumentar que el amor se acaba, con lo cual el
asunto es más grave porque si ha dejado de querer a su cónyuge es porque no
cultivó el amor, que debe regarse diariamente con palabras y hechos.
Cuando
hay amor, no solo crecemos en nuestra relación familiar, sino que resistimos
las situaciones difíciles que puedan tocar las puertas de nuestra casa. El
hogar seguirá sólido, nada impedirá que sigamos adelante. Recordemos la
historia de una pareja de ancianos de México, quienes llevaban cerca de setenta
años casados y aún seguían juntos. “El
secreto—le dijo el hombre a los periodistas—ha sido nunca guardar rencores hacia mi esposa. Y ella aprendió ese
principio.”. ¡Tremendo ejemplo de vida! El amor nunca deja de ser…
El amor nunca de ser
Iris Marshall es una escritora famosa cuando conoció a
su esposo. Pasados los 60 años, ella comenzó a padecer una enfermedad cerebral
degenerativa. No obstante su esposo, no solo la cuidó sino que la amó hasta el
fin de sus días. Probó con hechos que “el
amor nunca deja de ser”.
¿Le impactó? Creo que a todos porque el amor está por
encima de todas las circunstancias. Es el mismo amor que debe primar en
familia. Es el amor que hace todo posible, y que por supuesto, proviene de
Dios. El apóstol Pablo lo dejó claro al escribir a los creyentes de Corinto: “La profecía, el hablar en idiomas
desconocidos, y el conocimiento especial se volverán
inútiles. ¡Pero el amor durará para siempre!”(1 Corintios 13:8 a)
Sobre esa base no podemos justificarnos si hoy
fuéramos a la Presencia de Dios para argumentarle que deseamos divorciarnos.
¿Dónde está en la Biblia eso? Sin duda no hay razón de peso, salvo fornicación
o adulterio en uno de los componentes. Y aún así, por una institución muy
valiosa para Dios como es la familia, el paso sería el perdón y ofrecer una
nueva oportunidad.
Nuestro amado Salvador Jesús llamó a sus seguidores a perdonar a quienes
le causan daño, ¿cuánto más debemos hacerlo con los integrantes de la familia: “A los que están dispuestos a escuchar,
les digo: ¡amen a sus enemigos! Hagan bien a quienes los odian. Bendigan a
quienes los maldicen. Oren por aquellos que los lastiman. Si alguien te da una
bofetada en una mejilla, ofrécele también la otra mejilla. Si alguien te exige
el abrigo, ofrécele también la camisa. Dale a cualquiera que te
pida; y cuando te quiten las cosas, no trates de recuperarlas. Traten a los demás como
les gustaría que ellos los trataran a ustedes.” (Lucas 6:27-31. NTV)
Podemos estancarnos guardando rencor hacia nuestros
seres amados: el cónyuge, los hijos y las personas de nuestro entorno familiar,
o dar un paso más allá, avanzar una milla, y disponernos para cambiar.
Es cierto, surgirán momentos difíciles, pero aún así,
estamos llamados a dejar libres a quienes hemos odiado o por quienes hemos
mantenido resentimiento, y más grave cuando se trata de los miembros de la
familia. Y los dejamos libres al perdonarles y sepultar en el fondo del mar,
los recuerdos dolorosos que nos llevan a buscar la venganza o asumir una
actitud revanchista (Cf. Malaquías 7:18, 19)
El amor a la familia va mucho más allá de decir “Te perdono”. Compromete nuestra
disposición y perseverancia para que ese perdón se haga real. Si hemos
perdonado de corazón, lo mostraremos no volviendo a sacarle en cara su error a
quien le ofendió.
Siete actitudes
que demuestran amor y transforman la vida familiar
Le invito para que nos traslademos al lugar donde
ocurre una discusión familiar. La esposa está furiosa porque su esposo de nuevo
olvidó traer algunos víveres. “Querida,
iba saliendo tarde del trabajo”, se excusa él. A cada nueva palabra, ella
se mostraba más airada. ¿Qué hizo él?¿Qué haría usted? La realidad es que cerró
los ojos, pidió a Dios sabiduría y se sentó para mirar tranquilamente la
televisión mientras ella seguía rezongando. Treinta minutos después estaba
calmada y hasta le ofreció café.
Si partimos de la base que el amor nunca deja de ser,
las circunstancias no deben movernos el piso y, por mucho que existan diferencias
con el cónyuge o los hijos, no podemos ampararnos en esos eventuales choques
para pretender irnos de casa.
A esta disposición de amar y encontrar puntos
coincidentes que nos permitan afirmar la relación familiar, se suma una
recomendación del apóstol a los creyentes de Colosas y a nosotros hoy: “Dado que Dios los eligió para que sean
su pueblo santo y amado por él, ustedes tienen que vestirse de tierna
compasión, bondad, humildad, gentileza y paciencia. Sean comprensivos con las faltas de
los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Recuerden que el Señor los
perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros. Sobre todo, vístanse de amor, lo cual
nos une a todos en perfecta armonía.”(Colosenses 12-14. NTV)
Le pido que considere el texto nuevamente. Léalo con
entendimiento, meditando en cada palabra. ¿Descubre allí las actitudes que
recomiendan las Escrituras? Las enumero a continuación: compasión, bondad,
humildad, gentileza, paciencia, comprensión y perdón. ¿Cómo afectaría su hogar
si se decide a aplicar estos principios? Sin duda muchísimo. Estaría sentando
las bases para dejar de lado tanto enfrentamiento al interior de la pareja.
Jamás podemos olvidar que el amor es el eje principal
para dar solidez a la relación familiar, hallar elementos de entendimiento,
aplicar el ingrediente del amor que permanece y, de paso, agradar a Dios. Esas
actitudes que enumera el apóstol Pablo no bastan con preconizarlas sino con
aplicarlas. Llevarlas a la vida cotidiana, hoy, ahora mismo.
Persevere en la
construcción de una familia sólida
Si deseamos edificar familias
sólidas donde reine la armonía y Dios ocupe el primer lugar, debemos
perseverar. Al respecto leí hace pocos días unas frases que comparto con usted:
“Es triste cuando una mujer anhela que su
esposo tome la iniciativa y asuma la responsabilidad del liderazgo espiritual
de la familia y él no lo hace. Pocas cosas tienen un mayor impacto en un esposo
o una esposa que los sacrificios de amor, perdonadores y tolerantes, del
cónyuge.”(John Piper. “Pacto matrimonial”. Tyndale House Editores. 2009. EE.UU.
Pgs. 58, 59).
Es probable que haya tenido enormes
dificultades en su relación de pareja, pero el Señor nos llama a seguir
adelante. En Él encontramos la fortaleza necesaria para superar los obstáculos
y encontrar soluciones cuando se producen diferencias, las mismas que ponen
sobre la cuerda floja la estabilidad de la pareja y la relación con los hijos.
Cuando vamos a las Escrituras,
hallamos un poderoso texto: “¡Qué alegría para los que
reciben su fuerza del Señor, los que
se proponen caminar hasta Jerusalén! Cuando anden por el Valle del Llanto, se convertirá en un lugar de manantiales
refrescantes; las lluvias de otoño lo cubrirán de bendiciones. Ellos se harán
cada vez más fuertes, y cada uno se presentará delante de Dios en Jerusalén.” (Salmo 84:5-7. NTV)
Las situaciones difíciles tocarán a
nuestra puerta, pero podemos superarlas, salir airosos, alcanzar la victoria
con ayuda de Dios.
Evalúe por un instante si las
desilusiones en la relación de pareja o con los hijos le han llevado a pensar
en la renuncia. ¿Es ese el camino? Sin duda que no. El divorcio no ha sido ni
será jamás el camino. Si decidimos seguir adelante, en procura de la armonía en
la relación, tenemos la certeza de que Dios nos ayudará. Es tiempo de tomar la
decisión, no detenernos: Salvar nuestro matrimonio.
Si aún Dios no reina en su hogar y
si no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día para que tome la
decisión; puedo asegurarle que no se arrepentirá.
Léanos en www.mensajerodelapalabra.com y www.bosquejosparasermones.com
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