Dios nos libera de toda amargura |
Por
Fernando Alexis Jiménez
Muchas de nuestras
reacciones sin medir las consecuencias nos traen problemas. Aun cuando no lo
queremos, muchas de nuestras actuaciones que terminan generando conflictos—en
nosotros pero también en muchas personas, incluso las que más amamos: nuestra
familia—pareciera que se salen de toda previsión. “No puedo controlarlo”, me escribía un joven desde Pensilvania,
Estados Unidos, al referirse a sus reacciones airadas en medio de las cuales
destruía todo a su paso.
Me encontraba junto con mi esposa Lucero en un Centro
Comercial cuando surgió una discusión entre una pareja, muy cerca. La joven
presa de la furia tomó un vaso con café tinto y lo arrojó sobre su acompañante.
“Ah, me quemaste…”, se quejó él y
comenzó a limpiar su camisa. Ella salió furiosa del establecimiento.
Minutos después, y cuando se había ido, regresó
buscándolo. “¿Alguien lo ha visto?”,
le preguntaba a los concurrentes.
Un lamentable caso de ira descontrolada. No es único.
Quizá usted y yo hemos vivido momentos así. ¿Por qué ocurre? Porque
biológicamente el ser humano reacciona antes de procesar los pensamientos. Es
algo instintivo, primario. ¿Gritó a su cónyuge para comprobar—segundos
después—que no había ningún motivo?¿Castigó severamente a su hijo para darse
cuenta, minutos más tarde, que no era necesario?
El obrar sin
control obedece, en muchas ocasiones, a una reacción biológica descontrolada.
Es la forma como percibimos todo alrededor, como escribe el especialista,
Daniel Goleman: “Una investigación ha
demostrado que en las primeras milésimas de segundo, durante las cuales
percibimos algo, no solo comprendemos inconscientemente de qué se trata, sino
que decidimos si nos gusta o no. El “inconsciente cognitivo” presenta a nuestra
conciencia no solo la identidad de lo que vemos, sino una opinión sobre el
particular. Nuestras emociones tienen mente propia, una mente que puede
sostener puntos de vista con bastante independencia de nuestra mente
racional.”(Daniel Goleman. “Inteligencia emocional”. Editorial Zeta. 2009. México. Pg. 39)
La Buena
Noticia que aprendemos en las Escrituras es que todos nosotros, por encima de
la reacción biológica de nuestro organismo, podemos controlarlos. ¿De qué
manera? Cuando sometemos nuestras emociones en manos de Dios.
El apóstol Pablo le
escribió a los creyentes de Éfeso: “Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras
ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta. Por el contrario, sean amables unos
con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los
ha perdonado a ustedes por medio de Cristo.”(Efesios 4:31, 32. NTV)
Sí es posible controlarnos. No en nuestras fuerzas, por
supuesto, pero sí con ayuda de Dios. Él nos permite superar esos raptos de
rabia que nos conducen a locuras de las que nos arrepentimos. Hoy es el día
para que se rinda a Jesucristo y le pida que tome el control de sus emociones. Puedo
asegurarle que experimentará un cambio extraordinario en sus pensamientos y
acciones.
Si todavía no ha recibido al Señor Jesús como Señor y
Salvador, hoy es el dìa para que tome esa decisión que tanto necesita. Le
llevará de Su mano a experimentar crecimiento personal y espiritual.
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