Con ayuda de Dios desarrollamos un adecuado liderazgo familia |
Por Fernando Alexis Jiménez
Hasta hace algunos años ninguna
decisión se tomaba en algunos hogares, hasta tanto estuviera el esposo. La
opinión del cónyuge y padre, se respetaba. Tenía validez. Todos valoraban sus
orientaciones. Tenían conciencia que su mayor preocupación era el bienestar de
todos, y por ese motivo, estaban atentos a qué pudiera sugerir respecto a
asuntos específicos.
Hoy
el panorama ha ido cambiando progresivamente. Lamentablemente en muchos casos
el esposo es al último al que se consulta. Las esposas han asumido esa posición
de liderazgo, a lo que se suma otro ingrediente: Los hijos se inclinan hacia su
progenitora y respetan sus opiniones, que asocian con equilibrio y en muchos casos con sabiduría.
Sobre
esa base, resulta importante revisar el liderazgo que estamos ejerciendo,
identificar los errores que hemos cometido e imprimir cambios de fondo y
duraderos. Es un proceso en el que todos los componentes de la familia deben
estar involucrados.
Todos
tienen un aporte significativo. Sus apreciaciones son importantes. Escuchar las
opiniones del cónyuge reviste mucha
relevancia, así como procurar oír y entender a nuestros hijos. Es una dinámica
que nos ayudará a crecer de manera mutua.
El
apóstol Pablo, refiriéndose el valor de cada uno de los miembros de la Iglesia,
a la que compara también con la familia, escribió: “Porque
nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como
también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su
carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este
misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás,
cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete
a su marido.”(Efesios 5:29-33. NTV)
Redefinir
el liderazgo en casa es un proceso que comienza con la necesidad de
sincerarnos, de escuchar a los componentes del hogar—a cada uno, sin
interrumpir—y reorientar el rumbo que hemos seguido hasta hoy, el que quizá ha
estado gobernado por las fallas. Con ayuda de Dios tenemos la posibilidad de
aplicar cambios. Él nos ayudará en el paso a paso que debemos seguir en esa
dirección.
John
Piper asegura que “Cuando el esposo
sustenta y cuida a su esposa, se sustenta y se cuida a sí mismo; y cuando
Cristo sustenta y cuida a la Iglesia, se sustenta y se cuida a sí mismo…. Una
de las cosas que aprendemos sobre el misterio del matrimonio es que en la
relación, los roles del esposo y la esposa son distintos.” (John Piper. “Pacto
matrimonial”. Tyndale House Editores. 2009. EE. UU. Pg. Pg. 75)
¿Pueden
cambiar las circunstancias? Por supuesto que sí. Todo parte de reconocer que
hemos fallado y que es necesario traer cambios permanentes, con ayuda del
Señor. Un primer paso es convivir y aprender escuchar al otro; el segundo,
disponer nuestro corazón para cambiar, y el tercero, propiciar el mutuo
entendimiento.
Si
reconoce que hasta hoy no ha asumido el rol que le corresponde como esposo, es
tiempo de asumir esa enorme responsabilidad. Insistimos: No bajo criterios de
imposición, sino mediante el diálogo con el fin de identificar dónde está el
error, con el fin de aplicar correctivos.
Si
no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga.
Ábrale las puertas de su corazón a Jesús el Señor.
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