Debemos concederle a Dios el primer lugar en nuestra familia |
Una joven mujer compartía su desesperación por la
situación de su hogar. “Mi esposo no es
el mismo que conocí, es decir, el novio de mi tiempo de universidad. Es
desconsiderado, bebedor y en algunos casos agresivos.”. Compartir la vida
juntos se había tornado en un infierno.
Cuando
profundizamos un poco en el asunto descubrimos que al comienzo iban juntos al
servicio dominical. Hasta allí todo iba bien. El asunto comenzó a complicarse cuando decidieron quedarse un poco más
descansando, en cama. Iban al mediodía a la reunión de la Iglesia. La costumbre
tomó tal fuerza que ya ni siquiera iban al templo. ¡Habían llegado los
problemas!
Dejar
de lado a Dios no es nada bueno. Optaron por vivir la vida a su manera. No
querían rendirse. ¿Qué ocurre? La autora Nancy Leigh De Moss, lo describe de la
siguiente manera: “¿No quiere rendirse al
control de Dios?¿No quiere doblegar su voluntad en la relación matrimonial?
¿Desea vivir sin moral, sus actitudes, sin controlar su lengua y sus
hábitos?¿No quiere rendir sus gastos o quizá la manera como emplea el dinero?
Entonces téngala seguridad de que los mismos aspectos sobre los que no se rendirá se convertirán en los enemigos
que le gobernarán: la lascivia, la codicia, las posesiones, la conflictividad…
”(Nancy Leigh De Moss. “Rendición: El corazón en paz con Dios”. 2003. Colombia.
Pg. 36)
Cuando
vamos a las Escrituras leemos que traer la Presencia de Dios a nuestra casa,
nos acarrea bendiciones. ¿Recuerda la Arca del Pacto? Relata la Biblia que tras
dos batallas con los filisteos, cayó en manos de los paganos y la condujeron a
Asdod. Como allí fueron castigados por plagas, la llevaron a Ecrom y finalmente
a Bet Semes.
La
Arca donde moraba la Presencia de Dios, fue dejada en casa de Obed Edom porque
cuando intentaban movilizarla, Uza tomó un costado y murió. El rey David dio
esa orden. No obstante, durante los tres meses que la tuvieron en su aposento,
el panorama cambió radicalmente. Leemos que: “El
Arca del Señor permaneció tres meses en casa de Obededón, el de Gat, y el Señor
lo bendijo a él y a toda su familia. Cuando informaron al rey David que
el Señor había bendecido a la familia de Obededón y toda su hacienda a causa
del Arca de Dios, entonces David fue a trasladar el Arca de Dios de la casa de
Obededón a la ciudad de David con gran alegría.”(2 Samuel 6:11, 12. NTV)
Por
favor, mediten en este pasaje y trasládenlo a la relación de pareja y con los
hijos. Descubrirán que la Escritura es clara al enseñar que traer a nuestra
familia la Presencia del Señor, tiene una consecuencia poderosa: llegan las
bendiciones. Ocurrió en la época del Rey David y aplica a nuestro tiempo.
Encienda de
nuevo el altar familiar
Hay espacios que se deben compartir
en familia: Ver una buena película, contar anécdotas de hechos positivos que
han marcado nuestra vida, compartir una buena comida, evaluar si hay problemas
y mirar cómo corregirlos, pero también orar.
Es un ingrediente esencial de la vida de hogar que tal vez hemos desatendido en
los últimos meses.
¿Cuándo
fue la última vez que realizaron el altar
familiar?¿Acaso lo olvidaron? Probablemente llevan meses o tal vez años sin
que se reúnan en torno a la mesa o en la sala de estar para elevar plegarias al
Señor Jesús e invocar su sabiduría para todo cuanto debemos realizar en cada
jornada.
Distanciarnos
de Dios es justo el factor desencadenante de crisis. Sin Dios en medio nuestro,
lo más probable es que se aviven las dificultades, no haya diálogo y procuremos
resolver los problemas a nuestra manera, generando mayores crisis.
Una de las principales instrucciones que
tuvo el pueblo de Israel y que conservan muchos de los practicantes del
judaísmo en nuestro tiempo, tiene como centro la siguiente disposición de Dios:
“Recuerden, el fuego del
altar siempre debe estar encendido; nunca debe apagarse.”(Levítico 6:13.
NTV). Pese a esa enseñanza, los israelitas se distanciaban de
Dios, caían en pecado y desconocían la necesidad de mantener avivado el fuego.
Una de las escenas que viene a nuestra memoria ocurrió cuando el profeta Elías
retó a los profetas de Baal y Astoret y al propio pueblo: “Entonces dijo Elías a todo el pueblo: Acercaos a mí. Y
todo el pueblo se le acercó; y él arregló el altar de Jehová que estaba
arruinado. Y tomando Elías doce piedras, conforme al número de las tribus de
los hijos de Jacob, al cual había sido dada palabra de Jehová diciendo, Israel
será tu nombre, edificó con las piedras un altar en el
nombre de Jehová; después hizo una zanja alrededor del altar, en que cupieran
dos medidas de grano.”(1 Reyes 18:30, 31. RVR 1960)
¿Qué
aplicación tienen esos dos pasajes bíblicos en nuestra vida familiar? Quizá no
le halle sentido, pero tienen mucha relevancia. ¿La razón? Si nos alejamos de
Dios, si Él no ocupa el primer lugar en nuestra relación de pareja y con los
hijos, el fuego se apagará del altar,
y los problemas cobrarán fuerza en nuestro hogar.
El
panorama cambia cuando le damos lugar a Dios, como lo describe el pastor Cash
Luna: “Cuando nos sumergimos plenamente
en el Señor, no solamente somos saciados, sino que también recibimos la
confianza para enfrentar a nuestros adversarios y situaciones difíciles. Así como buscamos el alimento diario para nuestro cuerpo, debemos buscar la unción
del Espíritu Santo, hasta saciarnos durante cada jornada.”(Cash Luna. “22 días
con el Espíritu Santo”. Editorial Vida. 2013. EE.UU. Pg. 52, 53).
Es
imperativo que nuestro amado Creador tome control de casa. Cuando le abrimos
las puertas, estamos encendiendo el altar.
Realmente le estamos dando lugar para que viva con nosotros.
¿Hay problemas?
Vuelva la mirada a Dios
Es probable que su situación
matrimonial sea difícil. “Mi hogar está
arruinado—me escribió Luis Mario desde México--. He cometido tantos errores que ni mi esposa ni los hijos creen en mí.”.
Nuestra respuesta se orientó a recordarle que cuando todo parece ir mal y
volvemos nuestra mirada al Señor, Él responde con poder. Nuestro hogar torna al
curso que debiera tener desde un principio.
El
autor cristiano, Bill Wiese, sostiene: “Yo creo que al ser uno solo,
en nuestra condición de pareja, es lo que hace tan especial el matrimonio. La
relación matrimonial debe ser un
paralelismo que el Señor quiere con cada uno de nosotros: Una relación profunda
e íntima en la que se comparten las emociones, puntos de vista, deseos y
pensamientos mutuos.”(Bill Wuese. “23 minutos en el infierno”. 2006. Casa
Creación. EE.Uu. Pg. 52)
Desarrollar
esa unidad sí es posible, aun cuando pareciera que el panorama que tiene
delante de usted es sombrío. No se de por vencido. Vuélvase a Dios. Él ha
prometido que obrará poderosamente.
No en vano lo anuncia nuestro Padre
celestial: “Si cierro los cielos para que no haya
lluvia, o si mando la langosta a devorar la tierra, o si envío la pestilencia
entre mi pueblo, y se humilla mi pueblo sobre
el cual es invocado mi nombre, y oran, buscan mi rostro y se vuelven de sus
malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré
su tierra.”(2 Crónicas 7:13, 14)
Hay
esperanza, aunque todos alrededor consideran que usted va camino de la
separación. “Yo creo, ahora sí, que mi
hogar puede restablecerse”, escribió tiempo después Luis Mario desde
México. Había comenzado a orar y poco a poco vio cambios. La hostilidad de su
esposa disminuyó y, por primera vez en muchos años, sus hijos estaban
dispuestos al diálogo.
No olvide que la solución está en nuestras manos. Radica
en entregarle la situación que estamos viviendo a Aquél que tiene el poder para
hacer posible lo que a simple vista parece imposible. Él lo anunció a través
del autor sagrado: “Si los cielos se cerraren y no hubiere
lluvias, por haber pecado contra ti, si oraren a ti hacia este lugar, y
confesaren tu nombre, y se convirtieren de sus pecados, cuando los afligieres, tú los
oirás en los cielos, y perdonarás el pecado de tus siervos y de tu pueblo
Israel, y les enseñarás el buen camino para que anden en él, y darás lluvia
sobre tu tierra, que diste por heredad a tu pueblo.”(2 Crónicas 6:26, 27. RVR
1960)
Pueden
venir tiempos mejores. Basta que dispongamos nuestro corazón. El Señor puede
cambiar las circunstancias, y más allá: Transformar el corazón de las personas
que amamos. Hoy es el día propicio para tomar la decisión y volvernos a Dios.
Él hará algo especial. Y si todavía no le ha abierto las puertas de su corazón
a Cristo Jesús, tome la decisión. ¡No se arrepentirá!
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