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¿Por qué preocuparnos si podemos orar?

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Dios siempre está atento a nuestras oraciones


Iba de camino a  casa, pero justo cuando estaba cerca del apartamento—a dos cuadras para ser más exactos--, recordó que no traía el pan para el desayuno. Su esposa insistió varias veces sobre el asunto. “De camino a casa, tráelo. No lo olvides, querido”, le dijo, enfatizando las tres palabras que ahora le inquietaban: “No lo olvides…”

Detuvo el auto en una bahía cercana. Eran pasadas las nueve de la noche. ¿Regresaría al Centro Comercial? Realmente estaba cansado. Lo que le inquietaba era la reacción de su esposa. Se pondría molesta. Quería enfrentar un choque aquella ocasión. Estaba cansado y decidió seguir adelante.


Rosa María lo recibió con una enorme sonrisa. Él pensó: “Si se da cuenta que no traje el pan del desayuno, su sonrisa se borrará del rostro.” Y se lo dijo. Esperó qué diría ella. La mujer simplemente sonrió y le excusó: “Todo se puede resolver, querido. Mañana haremos homelets”. Y pasó a otro tema.

Carlos respiró tranquilo, dejó los papeles que traía de la oficina junto a una mesita y se dispuso a disfrutar de la cena. ¡Nada de lo que temía, había ocurrido!

¿Qué es lo que nos impide vivir plenamente? Sin duda las preocupaciones. La lista es enorme: la renta, la colegiatura de los hijos, la cuota del auto que se compró hace tres años, si se rompe una tubería, la estabilidad en el empleo… La lista puede ser infinita.

¡Por qué ocurre esto? Porque siempre deseamos tener el control de todas las cosas. No queremos aceptar que “alguien más” tenga todo bajo su dominio, aun cuando ese alguien sea Dios. Las preocupaciones son el mal de nuestro tiempo, causante de enfermedades y muertes –muchas más de las que imagina anualmente.

Llevando sus preocupaciones a Dios

¿Qué dice Dios respecto a las preocupaciones? Si pudiéramos sentarnos en el Despacho celestial para llevarle a Dios esa preocupación que nos deja dormir, nos repetiría las palabras que enseñó el Señor Jesús hace más de dos años: Por eso les digo que no se preocupen por la vida diaria, si tendrán suficiente alimento y bebida, o suficiente ropa para vestirse. ¿Acaso no es la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? Miren los pájaros. No plantan ni cosechan ni guardan comida en graneros, porque el Padre celestial los alimenta. ¿Y no son ustedes para él mucho más valiosos que ellos?¿Acaso con todas sus preocupaciones pueden añadir un solo momento a su vida? ¿Y por qué preocuparse por la ropa? Miren cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni cosen su ropa; sin embargo, ni Salomón con toda su gloria se vistió tan hermoso como ellos. Si Dios cuida de manera tan maravillosa a las flores silvestres que hoy están y mañana se echan al fuego, tengan por seguro que cuidará de ustedes. ¿Por qué tienen tan poca fe?”(Mateo 6:25-29. NTV)

Por favor, lea ese pasaje no una sino cuantas veces sea necesario. No, no lo haga únicamente para seguir avanzando, sino hasta que estas palabras se interioricen en su vida de tal manera que –si aparece algo que quiera robarle la paz—usted pueda afianzarse en estos versos de la Biblia.

Permítame citar aquí lo que enseña Bob J. Willhite: “La mayoría de los que profesan ser cristianos saben que es necesario orar pero, por alguna razón, no lo hacen. Y cuando ora, verdaderamente no entienden lo que están haciendo ni cómo funciona… He notado que muchos de los hijos de Dios no oran, excepto en casos de emergencia o cuando se les pide que lo hagan, porque no todos creen que sus oraciones harán la diferencia.” (B.J. Willhite. “Cómo orar”, Editorial CLC. EE.UU. 1988. Pg. 16)

Los creyentes sabemos que existe un Dios. Lo leemos en todas partes, escuchamos de Él en todo momento, pero: ¿Creemos realmente en Él? Esa pregunta es la que marca la diferencia en la existencia de una persona porque si creemos en Él, entonces depositaremos toda nuestra confianza en que puede proveer para nuestras necesidades.

¿Hay preocupaciones en nuestra vida? Pues llevémoslas a Dios en oración. Si lo hacemos, la respuesta vendrá. Él responderá con poder. Y aún, si no respondiera de inmediato, seguiríamos perseverando o desistiríamos, según sea el caso.

Nuevamente resulta valioso lo que enseña Bob J. Willhite: “Espero que pueda entender lo que estoy tratando de decirle. La fe debe tener una transición en cierto lugar de la vida. Él es Dios—aun cuando algunas veces no responda a nuestras oraciones. Él no responde todas nuestras oraciones no porque no tenga el poder para hacerlo, sino porque aquello que le pedimos no es lo que nos conviene.” (B.J. Willhite. “Cómo orar”, Editorial CLC. EE.UU. 1988. Pg. 24)

Basta que creamos que Dios puede hacerlo, es decir, responder a nuestras oraciones por las necesidades que tienden a convertirse en preocupaciones. Simplemente ir al Padre y entregar en sus manos aquello que nos amenaza y afecta nuestra vulnerabilidad como creyentes. ¿Fácil? No, no lo es, pero progresivamente, en la medida que deseche todo pensamiento de duda y se decida a creer, podrá dar pasos firmes en esa dirección, la de ver milagros en todo momento de su existencia.

Las preocupaciones no honran a Dios

Cuando nos preocupamos, generalmente rotulamos esa actitud con un exceso de responsabilidad. Es una forma de justificarnos. ¡Dios desea eso? Por supuesto que no. Él propósito eterno ha sido satisfacer nuestras necesidades. Él es un Padre amoroso. No obstante pretendemos vivir en pecado y que haya respuesta al clamor.

Si andamos llenos de preocupaciones, sin duda no estamos honrando al Creador, como enseñó nuestro Señor Jesús: Así que no se preocupen por todo eso diciendo: “¿Qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿qué ropa nos pondremos?”.  Esas cosas dominan el pensamiento de los incrédulos, pero su Padre celestial ya conoce todas sus necesidades.”(Mateo 6:31, 32. NTV) Observe que el Maestro aclaró que las preocupaciones son propias de los incrédulos, no de los creyentes.

Es tiempo de hacer un alto en el camino y evaluar qué nos preocupa. A continuación y cuando tengamos disponible el listado de asuntos que nos inquietas, es fundamental que revisemos si hemos llevado esas situaciones a Dios en oración. Lo más probable es que no haya sido así.

Si estamos caminando en la voluntad de Dios, sin el más mínimo asomo de duda, tendremos respuesta a nuestras oraciones como señala Bob Willhite: “Es importante conocer la voluntad de Dios, aunque no es absolutamente indispensable. Pero podemos orar más efectivamente cuando conocemos cuál es la voluntad de Dios en una situación específica.” (B.J. Willhite. “Cómo orar”, Editorial CLC. EE.UU. 1988. Pg. 65)

Oración y fidelidad a Dios deben ir de la mano. Si somos fieles al Padre, si estamos moviéndonos en el centro mismo de Su voluntad, podemos tener la certeza que obtendremos cuanto pedimos. Es un principio que debe animarnos como cristianos en todo momento y bajo cualquier circunstancia.

Permita que Dios se ocupe de cada día suyo

Dios es quien suple nuestras necesidades. Lo tenemos claro. Si es así, dejemos que cada día traiga consigo la resolución de las situaciones que amenazan con robarnos la paz.

Al referirse a vivir el día a día, pero en la voluntad del Padre, muestro amado Salvador enseñó: “Así que no se preocupen por el mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. Los problemas del día de hoy son suficientes por hoy.”(Mateo 6:34. NTV)

Dios obra poderosamente en respuesta a nuestras oraciones
Si hoy surgen situaciones que escapan a nuestro manejo, es tiempo de someterlas en manos del Creador, Aquél que hace posible lo imposible. Basta que deposita su confianza en Él hoy, no se inquiete por el mañana que ya llegará.

Es un principio de vida hermoso porque nos llama vivir en la voluntad de Dios y a movernos en la dimensión de Su Poder. No en nuestras fuerzas sino en Su Poder.

Recuerde que Dios siempre tiene los mejores planes para nosotros, como enseñan las Escrituras: “Pues así como los cielos están más altos que la tierra, así mis caminos están más altos que sus caminos y mis pensamientos, más altos que sus pensamientos.”(Isaías 55:9. NTV)

La mejor decisión que puede tomar en su vida es depositar toda su confianza en Dios. Es un proceso que comienza con abrirle las puertas de nuestro corazón a Jesucristo, Él es quien hace posible nuestro crecimiento personal y espiritual. Hágalo hoy. Reciba a Jesús como su Señor y Salvador. Puedo asegurarle que no se arrepentirá.

Si tiene alguna inquietud, por favor, no dude en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com

© Fernando Alexis Jiménez

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