Por Fernando Alexis Jiménez
¿Cuándo dejamos de
entendernos?. Esta pregunta de tan solo cuatro palabras encierra el drama que
viven infinidad de parejas en todo el mundo, abocadas a una crisis y la
eventual separación. No encuentran otra opción que el divorcio. “Si proseguimos juntos, nos causaremos más
daño”, es la frase que se escucha con frecuencia.
Quizá todos coinciden en
que el amor es el principal fundamento de un hogar y particularmente en la
relación de pareja; tienen razón hasta cierto punto, pero no se puede
desconocer una realidad: La relación
tiende a deteriorarse con el paso del tiempo y particularmente, después de los
cinco años de convivencia, pareciera que la llama de la pasión se acaba y a
menos que hayan otros alicientes, lo más probable es que todos los matrimonios emproblemados decidan acogerse a la
separación.
¿Hay salida al
laberinto?¿Queda alguna sombra de esperanza? Sin duda que sí, en la medida en
que dispongamos nuestro corazón para hacer una cuidadosa evaluación de cómo van
las cosas en nuestra relación y nos dispongamos a aplicar cambios con ayuda de
Dios.
Con sobrada razón hay
sicólogos y terapeutas de familia que comparan el amor con una pequeña planta.
“Si no la riegas termina por marchitarse”,
suelen enfatizar. El error entonces gira alrededor de la concepción que tenemos
en la relación de pareja. Creemos que al pactar el matrimonio la otra persona
es de nuestra pertenencia.
El centro del asunto,
sin embargo, es que el amor no es suficiente. Al gusto, la atracción, la
admiración y las inclinaciones primarias cuando conocemos a alguien que nos
atrae y con quien deseamos sostener una relación de pareja, deben sumarse otros
elementos. Uno componente de suma importancia lo constituye la comunicación. A
pesar de las diferencias de percepción e incluso, de la forma como expresamos
el amor, es importante disponer nuestro corazón para llegar al entendimiento, a
conciliar, a encontrar elementos comunes. El hombre tiende a ser más sucinto al
hablar mientras que la mujer es más gestual y expresiva. Esas diferencias no
podemos desconocerlas por ningún motivo. El tono de voz, por ejemplo, resulta
muy importancia porque le imprime pasión o desatención a nuestras palabras.
Un segundo elemento de
mucha significación lo representa la expresión adecuada, saber transmitir el
amor, la comprensión y la disposición de ayuda mutua.
El apóstol Pablo utilizó
un pasaje maravilloso para referirse al amor y a sus alcances: “El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni
fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su
manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas. No se
alegra de la injusticia sino que se alegra cuando la verdad triunfa. El amor
nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se
mantiene firme en toda circunstancia. La profecía, el hablar en idiomas
desconocidos, y el conocimiento especial
se volverán inútiles. ¡Pero el amor durará para siempre!”(1 Corintios 13:4-8.
NTV)
Le invito a leer el
pasaje cuantas veces sea necesario. Hágalo con detenimiento. Descubrirá que
entre las características especiales si amamos a nuestra pareja—para
circunscribirnos específicamente al círculo conyugal--, encierra dos
componentes de suma importancia: La paciencia
y la bondad. Pero ligado a estos
dos fundamentos está el hecho de que un amor auténtico no es celoso, orgulloso
ni acude a la ofensa cuando se siente herido.
Quien ama, respeta la
opinión de la pareja, no vive del pasado y llenos del rencor por el daño
recibido. Persevera aun cuando haya circunstancias adversas—como por ejemplo
las crisis—y decide proseguir. La relación de pareja resulta lo más importante.
¿Comprende todo lo que
implica amar? Es la renunciación a nuestro ego, a la actitud de pretender que
nuestra opinión prevalezca. A partir de ahí comprendemos que el amor tal como
lo apreciamos usted y yo no es suficiente. Hay que alimentarlo día a día con
perdón, comprensión, apoyo, tolerancia y estímulo, entre otros elementos.
Avanzar no es fácil, al
menos no en nuestras fuerzas. Es necesario que Dios nos ayude. Podemos avanzar
en este paso si permitimos que Jesús el Señor ocupe el primer lugar en la
relación matrimonial. Es una decisión sabia de la que jamás nos arrepentiremos.
Hoy es el día oportuno
para abrirle las puertas de nuestro corazón a Jesucristo. Podemos asegurarle
que no se arrepentirá. Si Él mora en su vida y familia, todo irá bien. Ábrale
el corazón a Jesucristo hoy.
Léanos diariamente en www.MensajerodelaPalabra.Com y www.BosquejosparaSermones.com
0 comentarios:
Publicar un comentario