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¿Es acertado el concepto que tenemos de éxito?

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Puede que nuestro concepto de éxito esté realmente equivocado...


por Charles F. Stanley
¿Qué es lo que hace que alguien sea un triunfador en la vida? ¿La riqueza, la educación, la notoriedad o la fama? A diferencia del medidor de éxito del mundo, el de Dios mide nuestra dependencia, y no nuestra fuerza. Él busca a quienes saben que son débiles e incapaces para alcanza cualquier cosa en la vida.

El apóstol Pablo sabía cómo vivir victoriosamente. Logró tanto durante su vida porque dependía de Cristo. Cuando se acercaba a la muerte, resumió su vida con estas palabras: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4.7, 8).

Esa es exactamente la manera como el Señor quiere que vivamos. Él ha concebido cuidadosamente un plan para cada uno de nosotros, y nuestra responsabilidad es descubrirlo y realizarlo. Ningún cristiano tiene necesidad de llegar al fin de su vida lleno de remordimiento por las oportunidades desperdiciadas de vivir para Cristo.

>> Pelear la buena batalla. Cuando usted puso su fe en Cristo como su Salvador, entró a un campo de batalla. Satanás perdió su alma, pero él no piensa darse por vencido. Hará lo que sea para volverle inútil para el reino de Dios. Y puesto que usted no puede competir con el diablo; es imposible que gane esta batalla con sus propias fuerzas. Pero Cristo le ha dado su armadura y la espada de su Palabra para que pueda mantenerse firme (Efesios 6.10-17).

>> Acabar la carrera. Pablo asemejó la vida cristiana a un maratón. Dios ha dispuesto una senda específica para cada uno de nosotros, y nos ha concedido dones y capacidades que nos permiten cumplir con sus planes y acabar la carrera. 

>> Guardar la fe. Después de revelarse a Pablo en el camino de Damasco, Jesús le confió un tesoro inestimable: el evangelio. La palabra “guardar” significa “cuidar”, y eso fue lo que Pablo hizo al predicar la Palabra de Dios y defender la fe. El peligro que enfrentamos hoy es no dar la debida importancia a nuestra fe, y no apreciar el gran tesoro que ella es. 

Cuando comprendemos cuán precioso es el evangelio, nos mantenemos firmes en la fe, sin dejar que las dudas y los temores nos hagan retroceder.

Cuando comparamos nuestras vidas con la de Pablo, podemos desanimarnos y sentirnos derrotados. Después de todo, ¿quién podría estar a la altura de su ejemplo? Aunque tendemos a pensar que el apóstol fue un “supercristiano”, él sería el último en reclamar la gloria por una vida bien vivida. Pablo había aprendido el secreto: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4.13).

El principio de la dependencia

Someter la vida a Dios nos asegura el verdadero éxito
Para el ser humano es imposible cumplir con los propósitos de Dios, pero el Señor nos da todo lo que necesitamos. En sus cartas, Pablo utilizaba la frase “en Cristo”, para referirse a esta relación de dependencia. Vivir “en Cristo” significa que estamos caminando llenos de la vida misma de Jesús. 

Él habita en nosotros por medio del Espíritu Santo, que nos hace capaces de lograr todo lo que el Señor nos diga que hagamos.

El Señor Jesús utilizó la analogía de la vid y las ramas para describir esta relación. La única forma en que una rama pueda dar fruto, es permaneciendo en la vid. De la misma manera, el cristiano debe mantener conexión con Jesús para llegar a ser y hacer lo que Él desee. De hecho, Jesús dijo: “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15.5).

El esfuerzo propio no tiene ningún papel en el cumplimiento de los planes del Señor en nuestras vidas. Él es el único que asume la responsabilidad de llevar a cabo su obra en y por medio de nosotros.

El problema del orgullo 

Uno de los mayores obstáculos para tener una vida dependiente de Dios es nuestro absurdo orgullo. Olvidamos que Dios es nuestro Creador y Sustentador, y que dependemos totalmente de Él, aunque no nos demos cuenta de ello. Sin el Señor, no podríamos tomar nuestra próxima respiración o tener alguna esperanza de vida eterna. 

Somos totalmente incapaces de salvarnos a nosotros mismos; nadie puede venir a Jesús a menos que el Padre lo traiga a Él (Juan 6.44). Quienes viven en el orgullo simplemente han cerrado sus ojos a la realidad de su condición.

El potencial de una vida dependiente de Dios

Aunque muchas personas pueden presumir de sus impresionantes logros, todo lo que hayan logrado con sus propias fuerzas no tendrá ningún valor eterno. La única manera de hacer realidad todo nuestro potencial, es relacionándonos con Dios por medio de su Hijo, viviendo en sumisión al Señor y confiando en Él. Con la presencia todopoderosa del Espíritu Santo en nosotros, podemos llevar a cabo lo que no podemos hacer humanamente.

Sin embargo, a pesar del abundante poder de Dios, muchos cristianos siguen viviendo en derrota. Cuando se les pide que sirvan al Señor de una manera que representa un desafío, exclaman: “¡No podría hacer eso!” El verdadero problema es su incredulidad. No ven la situación desde la perspectiva de Dios. Él ha prometido fortalecernos para que podamos hacer todas las cosas dentro de su voluntad, pero le tenemos miedo al fracaso. 

El temor traza una línea alrededor de nuestras vidas y frena el trabajo de Dios en y por medio de nosotros. Los límites puestos por nosotros mismos nos impiden llegar a ser las personas que Él quiere que seamos.
Pero nuestro potencial en Cristo no se refiere solamente a los logros y al servicio. También se aplica a nuestras actitudes. Pablo habló también de aprender a estar contentos en cualquier circunstancia, ya sea que estemos sufriendo necesidades y adversidades, o teniendo comodidades y abundancia (Filipenses 4.11-13). Vemos esta misma actitud presente en su vida cuando sufría “un aguijón en la carne” (2 Corintios  12.7-10).
Cristo le dijo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. La respuesta de Pablo demuestra que había aprendido realmente el valor de una vida dependiente de Dios: “Por tanto, de buena gana me gloriaré en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”. 

Si usted y yo pudiéramos aprender esta lección seríamos más como Pablo, porque reconoceríamos que Cristo en nosotros es suficiente para toda ansiedad, carga o tristeza que experimentemos.

La práctica de la dependencia

La gran pregunta ahora es: ¿Cómo podemos vivir en total dependencia de Cristo? El primer paso es reconocer que somos incompetentes para ser y hacer lo que Dios desea. Nuestra única esperanza de tener una vida victoriosa es cultivar la mentalidad de Gálatas 2.20: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”

Si usted empieza cada día con esta actitud y permite que ella defina sus decisiones, comenzará a vislumbrar lo que el Señor es capaz de hacer en y a través de usted. Cuando más se rinda a los planes de Él y más confíe en el poder del Señor para obedecer, más rápido alcanzará su máximo potencial.

Si no ha recibido a Cristo Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día para que le abra las puertas de su corazón. No se arrepentirá. Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com o llámenos al (0057) 317-4913705
© Charles Stanley

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