Estamos llamados a dar ejemplo a nuestra familia, en todo lo que hacemos... |
Fernando Alexis
Jiménez
Con frecuencia y aprovechando el descanso
para tomar el almuerzo, voy a librerías cercanas. Es mi secreta afición: leer
buenos libros. Una señora a mi lado consultaba algunos títulos. Viéndome
revisar algunos textos, se atrevió a preguntarme: “¿Podría recomendarme algún libro sobre la familia. Deseo regalárselo a
mi esposo, con motivo del cumpleaños…”.
Le mostré algunos ejemplares de autores
cristianos, pero la ocasión sirvió para explicar que si bien es cierto hay
textos muy edificantes, el mejor de todos es la Biblia. Le mencioné de qué
manera en las Escrituras hallamos principios y valores que nos permiten
edificar hogares sólidos.
Y algo más, le dije a la señora: Si en nuestras
familias prima la oración, encontraremos victoria cualquiera sea el paso que
demos en cada instante.
Esa breve conversación me llevó a
escribir el Estudio que tiene en sus manos, en el que encontrará cuatro
principios eficaces para afianzar su vida y la de su cónyuge e hijos, en cuanto
a los aspectos personales pero también espirituales:
Edifique a su familia con el ejemplo
Una vida familiar sólida
se edifica con padres sometidos a Dios. No hay otra forma. Aplicación de
principios sólidos que se reflejan en una sana forma de vida, no solo de
quienes viven conforme lo dispone el Señor, sino sus propias familias.
Uno de los hombres que
marcó la historia de la antigüedad, el patriarca Job, es un claro ejemplo. Al
referirse a Él, las Escrituras lo definen como un padre y esposo ejemplar, que
ejerció una poderosa influencia en la sociedad en medio de la cual se
desenvolvía: “Había un hombre llamado Job que vivía en
la tierra de Uz. Era un hombre intachable, de absoluta integridad, que tenía
temor de Dios y se mantenía apartado del mal. Tenía siete hijos y tres hijas. Poseía
siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas
burras; también tenía muchos sirvientes. En realidad, era la persona más rica
de toda aquella región.”(Job 1:1-3. Nueva Traducción Viviente)
La decisión de vivir
bajo principios y valores no fue producto de la presión externa; fue personal.
Job decidió transitar bajo un sendero de justicia, que trajo enormes
satisfacciones a su ser pero que también marcó a quienes le rodeaban. Sus
hechos hablaban mejor que las palabras. Todos deseaban, sin duda, lo que él
tenía. Es lo mismo que ocurre cuando usted y yo decidimos transformar nuestra
existencia y permitir que Dios ocupe el primer lugar.
¿Quiénes son los
primeros beneficiados? Sin duda usted y yo, porque la paz interior reinará en
todo cuanto hacemos. Cada segundo tendrá
verdadero significado. Es Dios reinando en nosotros. La victoria asegurada en los
caminos, sueños y metas que emprendemos. Nos convertimos en ganadores. ¿La
razón? No luchamos solos, en nuestras fuerzas: el Señor nos acompaña y con Él
siempre tenemos asegurada la victoria.
Pero algo más: nuestro
comportamiento de rectitud termina ejerciendo influencia en nuestra esposa e
hijos. Algo que va íntimamente ligado con el ejemplo que les brindamos, y que
hizo real en su vida el patriarca Job, de quien tenemos mucho que aprender.
Sea un intercesor permanente por su familia
Recuerde a una
atribulada mujer que, por muchos años, clamó por su hijo. El chico,
adolescente, era drogadicto. Se internó en la tenebrosa selva de la marihuana y
la cocaína a raíz de sus amistades, que entabló en el colegio y se salieron de
los muros del claustro educativo para convertirse en sus allegados fuera de
clases. Algunas veces se peleó con pandillas y, una noche, lo sorprendieron
robando en un almacén.
--Mi hijo va camino al abismo--, se lamentaba la señora.
Aunque el panorama era
desolador, seguía clamando. Y Dios respondió. Lo sorprendente es que, en cierta
ocasión y cuando se iba a librar una batalla campal entre pandillas, su hijo
tenía un bate de béisbol y justo cuando lo iba a descargar sobre el rostro de
un contendor, recordó que su madre creía
en Dios y oraba por él. Y literalmente salió corriendo del lugar. Regresó a
casa ensangrentado, pero dispuesto a seguir al Dios de su progenitora. Algo extraño, diría después, le tocó el
corazón. Todos sabemos que era la respuesta del Señor a las oraciones de la
señora.
Job marcó su generación
no solo por los principios y valores que rodeaban sus actuaciones, sino porque
intercedía por sus hijos, como relatan las Escrituras: “Los
hijos de Job se turnaban en preparar banquetes en sus casas e invitaban a sus
tres hermanas para que celebraran con ellos. Cuando las fiestas terminaban —a
veces después de varios días— Job purificaba a sus hijos. Se levantaba temprano
por la mañana y ofrecía una ofrenda quemada por cada uno de ellos, porque
pensaba: «Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en el corazón». Esta
era una práctica habitual de Job.”(Job 1:4, 5. Nueva Traducción Viviente)
En una sociedad sin
principios ni valores, donde nuestros adolescentes y jóvenes se pierden, cuando
sus expectativas de vida son muy bajas, cobra particular importancia que los
padres intercedamos por ellos. Dios guardará sus vidas y les sacará del fondo
del pozo cenagoso si no cejamos de clamar por ellos.
Recuerde que Dios ama
nuestra familia y, sin duda, les protegerá. Su ángel protector estará a su alrededor.
¿Clama usted por sus hijos? Si no es así, hoy es el día para que asuma ese
compromiso, que no debe ser de un día sino permanente.
¿Cuánto tiempo pasa con su familia? |
Enfrentando eficazmente un ataque permanente del enemigo
Recuerdo la historia de
un granjero preocupado porque animales del campo atacaban sus cosechas. Llegó a
un momento tal de desesperación que no dormía. Estaba convencido que esos
animalejos procuraban su destrucción; todo siguió así hasta que decidió poner
guarda sobre los sembrados, al comprender que quienes atacaban los frutos, lo
hacían por instinto. Eran animales de campo y procuraban, según su naturaleza,
sobrevivir.
Y digo que vino a mi
memoria esa historia porque usted y yo enfrentamos a un enemigo que ataca
nuestra familia y propiedades. Es Satanás, el acusador. Él procura nuestra
destrucción (cf. 1 Pedro 5:8), de ahí que debemos siempre estar bajo la
cobertura del Señor, y lo hacemos en oración; dependiendo siempre de nuestro amado
Dios.
Permítame ilustrar lo
que digo con la siguiente historia que se atribuye a lo que ocurrió al
patriarca Job: “Un día los miembros de la corte
celestial* llegaron para presentarse delante del Señor,
y el Acusador, Satanás,* vino con ellos. El Señor
le preguntó a Satanás: —¿De dónde vienes? Satanás contestó al Señor:
—He estado recorriendo la tierra, observando todo lo que ocurre. Entonces el Señor preguntó a Satanás: —¿Te has fijado en mi siervo Job? Es
el mejor hombre en toda la tierra; es un hombre intachable y de absoluta
integridad. Tiene temor de Dios y se mantiene apartado del mal.”(Job 1:6-8:
Nueva Traducción Viviente)
Como somos conscientes
que el enemigo está a la puerta, al asecho, no podemos desprendernos ni por un
instante de la mano de Dios.
Es imperativo que
sometamos en Sus divinas manos nuestra vida, la de nuestra familia y todo
cuanto Él nos ha dado. Lo hacemos en oración, rindiéndole todo lo que somos y
deseamos llegar a ser. Y lo hacemos porque nos asiste la firme convicción de
que Él responde a nuestro clamor.
Es cierto que en
ocasiones estamos sumamente ocupados, con la agenda apretada, pero bajo ninguna
circunstancia debemos ni podemos desconocer a quién debe ocupar el centro de
cada jornada: nuestro amoroso Padre celestial. Hoy es el día para que
reordenemos nuestros principios de vida y le demos a Dios el lugar que le
corresponde en nuestro ser, nuestro hogar y todo lo que Él nos ha regalado para
disfrutarlo.
Los círculos de protección divina
¿Se ha preguntado alguna
vez cuándo y dónde nacieron los seguros de vida? La historia es muy
interesante. Se le atribuye a los griegos, alrededor de cinco siglos antes de
que naciera el Señor Jesús. Es el fruto de una necesidad ya que los
comerciantes de artesanías, al comercializar sus productos en las costas del
Mediterráneo, constantemente enfrentaban tormentas que les hacían perder sus
productos. Y hubo quienes les ofrecieron reponer algo de las pérdidas a cambio
de algún pago.
Este tipo de seguros de pérdida
se afianzó en la Edad Media y en 1705 en Inglaterra se contaba con las primeras
instituciones que brindaban ese tipo de protección. Ahora, el primer seguro de
vida del que se tiene memoria, se vendió en Gran Bretaña en el año 1762.
Ahora, ¿por qué son
importantes los seguros? Porque traen una cobertura de protección ante las
eventuales pérdidas. Pero hoy en las Escrituras podemos ver un mejor y más
efectivo seguro: la protección de Dios.
Cuando el enemigo
espiritual, Satanás, trató de afectar la vida de Job, dicen la Biblia que debió
reconocer que Dios guardaba la vida, la familia y las propiedades del
patriarca: “Satanás le respondió al Señor:
—Sí, pero Job tiene una buena razón para temer a Dios: siempre has puesto un
muro de protección alrededor de él, de su casa y de sus propiedades. Has hecho
prosperar todo lo que hace. ¡Mira lo rico que es! Así que extiende tu mano y
quítale todo lo que tiene, ¡ten por seguro que te maldecirá en tu propia cara!”(Job
1:9-11. Nueva Traducción Viviente)
Si somos conscientes que
Dios es nuestro protector, le entregaremos todos los días nuestra familia.
Todos deseamos que Él reine en nuestra familia, porque es el mejor seguro que
jamás podremos tener.
Nuestro amado Padre
celestial asegura y guarda nuestro matrimonio, la vida de nuestros hijos y pone
seguro sobre todo lo que conseguimos, porque Él desea que lo disfrutemos al
máximo (Cf. Proverbios 10:22). ¡Hoy es el día de someter a Dios nuestro hogar y
todo cuanto tenemos!
No pase por alto la mejor decisión
Si hay una decisión que
no podemos pasar por alto, es la de concederle a Dios el gobierno de nuestra
vida. Lo hacemos al permtirle al Señor Jesús que gobierne nuestra vida y
familia. ¿Cómo? Abriéndole las puertas de nuestro corazón. Puedo asegurarle
que, prendidos de Su mano, emprendemos ese maravilloso camino de crecimiento
personal y espiritual que siempre hemos anhelado.
Si tiene alguna
inquietud, por favor escríbame a webestudiosbiblicos@gmail.com
o llámenos al (0057) 317-4913705
©
Fernando Alexis Jiménez
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