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Como hijos, Dios nos fortalece para seguir adelante

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Dios nos permite avanzar siempre, hacia la victoria

Fernando Alexis Jiménez
¿Error? Sí. Lo cometió de nuevo. Se dejó arrastrar por la ira. Reaccionó. Arrojó al suelo la taza con café. El líquido se derramó por el piso. Iba ganando espacio en dirección a la puerta de la calle. Él seguía furioso, acezando. Aun cuando se esforzaba, no salía de su estado. Si estuviera en sus manos, derribaba también la mesa. Lucía estaba en la cocina. Aterrada. Tenía en el regazo a su niño de diez años, que lloraba inquieto. “Cálmate, Rubén. Lo que te dije no es para tanto. Cálmate”, le insistía ella. Pasada una hora, estaba sumido en una profunda crisis. No quería pensar siquiera en volver a la iglesia. “Soy un caso perdido”, se repetía, arrepentido de reaccionar con furia.

            Todos los seres humanos cometemos errores. Lo tremendo es que reincidimos en ellos muchas veces. ¿La razón? Estamos luchando en nuestras fuerzas y no en el poder de Dios. Como es natural, volvemos a caer en el error. Es entonces cuando nos sentimos fracasados y, en muchos casos, no seguimos intentándolo. Nos ganan las circunstancias, los obstáculos, la adversidad, las críticas, el entorno.
            ¿Cometió un error? Pida perdón a Dios. Él nos ama y comprende las luchas que libramos diariamente con nuestra naturaleza humana. Las Escrituras enseñan que Él Llevó nuestros pecados tan lejos de nosotros como está el oriente del occidente.”(Salmo 103:12. NTV)

Dios nos ama como Padre        

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La frustración toca a nuestra puerta cuando, pese a reconocer nuestros errores y pedir perdón a Dios, no confiamos que Él arroja al fondo del mar nuestros pecados (Cf. Miqueas 7:18, 19) con el propósito de brindarnos una nueva oportunidad.
            Olvidamos que Él nos creó, nos ama y desea lo mejor para nosotros: El Señor es como un padre con sus hijos, tierno y compasivo con los que le temen. Pues él sabe lo débiles que somos; se acuerda de que somos tan solo polvo. Nuestros días sobre la tierra son como la hierba; igual que las flores silvestres, florecemos y morimos.”(Salmo 103:13-15.NTV)
            Crecer y experimentar cambios en nuestra vida, ese tipo de cambios que no pasan desapercibidos, ese tipo de cambios que anhelamos, es posible cuando dependemos del Señor, que no nos abandona en el propósito que mueve nuestro corazón.
            Los cambios no vendrán todos de una vez. Forman parte de un proceso que debemos vivir día a día. No darnos por vencidos fácilmente sino intentarlo cuantas veces sea necesario. Dios nos ama y desea ayudarnos, darnos la mano como un padre que anima a su hijo, acaricia su cabeza, le sonríe y le estimula: “Tú puedes, campeón”. Usted y yo somos hijos del Padre celestial. Nos ama, quiere lo mejor para nosotros y nos ayuda ha alcanzar grandes metas.
            Si está en el proceso de cambio, de siempre un paso a la vez. No se rinda. Siga adelante. No está solo. El Supremo Hacedor marcha a su lado, para animarle y fortalecerle.
Si aún Cristo Jesús no mora en su corazón, hoy es el día para que le abra las puertas de su vida. No se arrepentirá. Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com  o llámenos al (0057)317-4913705

© Fernando Alexis Jiménez

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