Dios permite que experimentemos una vida plena |
¿Les conté alguna vez que en cierta ocasión casi
me deja el avión por cuestión de segundos? Debía viajar a Bogotá, en Colombia,
y por ese ir y venir con afanes, dejé los documentos. Me percaté del olvido
estando en el aeropuerto. Sólo quedaba una hora para traerlos. Quien me
acompaña se regresó a la oficina, atravesando raudo en el auto toda la ciudad.
Por mi parte, no hacía otra cosa que mirar el reloj. Los minutos
transcurrían más rápido de lo que hubiera querido. El segundero le iba pisando
los talones al minutero y pronto el espacio se iba agotando. Pronto estaba a
las puertas de abordar, en el límite. La funcionaria de la aerolínea llamaba a
embarcar.
Y justo cuando estaba llegando a la frontera de lo inevitable, llegó el
mensajero con los documentos. ¡Pude registrarme y recibir los tiquetes! Llegué
a la aeronave cuando estaban por cerrar la puerta.
¿Le ha ocurrido alguna vez? Probablemente. Creo que a todos nos ha
ocurrido. El mayor problema es que andamos de aquí para allá, corriendo, sin
darnos cuenta que poco a poco el tiempo transcurre y nada sacamos con el afán.
Hace siglos el autor sagrado compuso unas líneas que toman particular
vigencia hoy: “En tu mano están mis tiempos; líbrame de la mano de mis
enemigos y de mis perseguidores.”(Salmo 31:15)
Dios tiene el control de absolutamente todo cuanto nos ocurre, y sabe qué
nos conviene y qué no. Por ese motivo lo mejor que deberíamos hacer cada día,
es someter en Sus poderosas manos nuestra vida, nuestros planes y nuestros
proyectos; ligado a esa decisión, aprender a esperar en Dios. Esperar Su
tiempo.
Otro elemento que debemos aplicar en nuestra existencia es vivir el
presente; nos evita estar atados al pasado o morir pensando en lo que ocurrirá
mañana.
Precisamente tengo en mis manos la cita de un libro que leí, en la cual el
teólogo jesuita, Anthony de Mello, hace una muy buena reflexión que comparto
con ustedes: “La inmensa mayoría de
personas viven excesivamente en sus cabezas tienen en cuenta los pensamientos y
fantasías que emergen en ella pero no son muy poco conscientes de la actividad
de sus sentidos. Por esta forma de proceder, rara vez viven en el momento
presente. Por esta forma de proceder rara vez viven en el momento presente.
Casi siempre se sitúan en el pasado o en el futuro. En el pasado lamentando
viejos errores, sintiéndose culpables de antiguos pecados, complaciéndose
morosamente en triunfos pasados, recordando injurias que alguna persona les
causó. O en el futuro, temiendo posibles calamidades y desgracias, anticipando
futuras alegrías o soñando con acontecimientos venideros.”(Anthony de Mello.
“Sadhana, un camino de oración”. Editorial “Sal Terrae”. 2006. España. Pg. 16)
Vivir el presente, el ahora, sin afanes, confiando en Dios. No seguir
atados al ayer ni lo que vendrá. Sólo el Presente, pero en Dios, disfrutando
cada instante. ¿Podríamos hacerlo? Estoy seguro que sí, y nos ahorraría dolores
de cabeza. Basta con decidirnos a vivir el momento y dejar atrás las
preocupaciones. El Dios de poder en el que hemos creído, desea ayudarnos.
Si no ha recibido a Jesucristo en su corazón, hoy
es el día para que lo haga. Puedo asegurarle que no se arrepentirá. Prendidos
de la mano de Jesucristo llegamos siempre a nuevos niveles de crecimiento
personal y espiritual. Ábrale hoy las puertas de su corazón a Jesucristo. No se
arrepentirá.
Léanos en www.mensajerodelapalabra.com y www.bosquejosparasermones.com